/ viernes 19 de octubre de 2018

El suicidio, un reto para la sociedad

El suicidio representa un estado de sufrimiento interior evidenciado por signos que, oportunamente identificados, pueden ayudar a su prevención.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el fenómeno del suicidio es un problema grave. Cada 40 segundos ocurre un suicidio a nivel mundial, lo cual significa la muerte de 800 mil personas al año por esa causa.

De acuerdo a fuentes oficiales, en el estado de Chihuahua se registraron 309 durante el 2017; en el 2016 fueron 287; 268 en el 2015, y 268 en el 2014. En lo que va del presente año, hasta finales de septiembre, se contabilizaban 235 casos.

La Comisión Estatal de Salud Mental señala que estas cifras llevan a Chihuahua al primer lugar nacional en índice de suicidios, seguido por los estados de Yucatán y Aguascalientes. Es evidente que el momento de tomar decisiones efectivas al respecto ha llegado, no se debe soslayar.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática, el estado de Chihuahua tiene un promedio de 11.4 suicidios por cada 100 mil habitantes, el doble de la media nacional, la cual es de 5.1 por cada 100 mil habitantes. Yucatán tiene índice de 10.2 y Aguascalientes de 9.6.

El aislamiento, enfermedades, baja autoestima, decepciones, incapacidades, rechazo y otros problemas, son considerados como parte causante del problema. Así que es sobre esos aspectos sobre los cuales habría de ponerse atención en cualquier estrategia preventiva que se disponga.

Para organismos como la Red Mundial de Suicidólogos, el incremento en los casos de suicidios está alertando a los especialistas. Pero presupuesto de los gobiernos hacia la atención del problema es reducido, ha indicado la red mencionada.

Pero la prevención del suicidio va más allá de un trato en el marco de la salud mental; hay que reubicar el problema en una dimensión filosófico-humanista, donde los criterios de atención contemplen la integridad de la persona, como su proyecto de vida, sus valores, sus interpretaciones del mundo y de las relaciones con los demás.

En pocas palabras, es necesario devolverle al individuo la razón de vivir; porque más que de una enfermedad, se trata de un extravío existencial, una falta de apetito de ser.


El suicidio representa un estado de sufrimiento interior evidenciado por signos que, oportunamente identificados, pueden ayudar a su prevención.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el fenómeno del suicidio es un problema grave. Cada 40 segundos ocurre un suicidio a nivel mundial, lo cual significa la muerte de 800 mil personas al año por esa causa.

De acuerdo a fuentes oficiales, en el estado de Chihuahua se registraron 309 durante el 2017; en el 2016 fueron 287; 268 en el 2015, y 268 en el 2014. En lo que va del presente año, hasta finales de septiembre, se contabilizaban 235 casos.

La Comisión Estatal de Salud Mental señala que estas cifras llevan a Chihuahua al primer lugar nacional en índice de suicidios, seguido por los estados de Yucatán y Aguascalientes. Es evidente que el momento de tomar decisiones efectivas al respecto ha llegado, no se debe soslayar.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática, el estado de Chihuahua tiene un promedio de 11.4 suicidios por cada 100 mil habitantes, el doble de la media nacional, la cual es de 5.1 por cada 100 mil habitantes. Yucatán tiene índice de 10.2 y Aguascalientes de 9.6.

El aislamiento, enfermedades, baja autoestima, decepciones, incapacidades, rechazo y otros problemas, son considerados como parte causante del problema. Así que es sobre esos aspectos sobre los cuales habría de ponerse atención en cualquier estrategia preventiva que se disponga.

Para organismos como la Red Mundial de Suicidólogos, el incremento en los casos de suicidios está alertando a los especialistas. Pero presupuesto de los gobiernos hacia la atención del problema es reducido, ha indicado la red mencionada.

Pero la prevención del suicidio va más allá de un trato en el marco de la salud mental; hay que reubicar el problema en una dimensión filosófico-humanista, donde los criterios de atención contemplen la integridad de la persona, como su proyecto de vida, sus valores, sus interpretaciones del mundo y de las relaciones con los demás.

En pocas palabras, es necesario devolverle al individuo la razón de vivir; porque más que de una enfermedad, se trata de un extravío existencial, una falta de apetito de ser.