/ jueves 29 de agosto de 2019

El trágico ecocidio en la Amazonia

En el momento que usted esté leyendo estas líneas más de un millón de hectáreas habrán sido consumidas por el fuego en la Amazonia, principalmente la parte que corresponde a Brasil.

El llamado “pulmón verde” del planeta está siendo devastado por más de 70 mil incendios en lo que amenaza ser no sólo un ecocidio más, sino una verdadera tragedia para la especie humana y el resto de los seres vivos.

La Amazonia aporta nada menos que el 20 por ciento del oxígeno del orbe, por lo que esta pérdida es catastrófica para todos los habitantes de esta nave espacial conocida como la Tierra.

El gobierno brasileño había sido omiso para combatir el siniestro hasta que la publicación de fotos satelitales de la NASA convirtieron al desastre amazónico en hastag mundial, lo cual presionó al renuente presidente exmilitar a mandar 44 mil elementos del ejército para combatir los incendios.

Por cierto que Bolsonaro como buen populista intentó evadir su evidente responsabilidad acusando indirectamente a las ONG de ser los causantes de los siniestros debido a que se les cancelaron los subsidios para proteger a la selva amazónica.

Las ONG a su vez lo han denunciado por aplicar políticas permisivas para explotar la selva amazónica, lo cual ha incrementado exponencialmente la deforestación y los incendios en la zona brasileña desde que, desafortunadamente, inició su gestión como presidente de la república.

El obtuso mandatario brasileño debería comprender que el desastre ecológico no es un asunto nacional, sino global, como lo señaló el presidente francés. Macron amenazó con no firmar el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur si el gobierno brasileño no emprende acciones relevantes para proteger el medioambiente, como lo había acordado en la última reunión del G20.

La conservación y protección de las áreas verdes del planeta deberían ser prioritarias, por lo que no se deberían dejar en manos de los gobernantes nacionales en turno y considerarlas como patrimonio mundial de la humanidad.

Los 33 millones de habitantes de la Amazonia, en su mayoría indígenas, pueden colaborar en esta tarea bajo una estricta vigilancia internacional así como con la respectiva ayuda económica.

El ecocidio en esta región vital debería ser una seria alerta para aplicar las políticas públicas debidas y evitar no sólo su repetición sino también los demás ecocidios que se cometen impunemente en otras partes de nuestro planeta. Por lo pronto la Amazonia arde y difícilmente dejará de hacerlo sólo con oraciones y buenas intenciones, si no son acompañadas de acciones efectivas emprendidas tanto por los gobiernos como por los ciudadanos.

En el momento que usted esté leyendo estas líneas más de un millón de hectáreas habrán sido consumidas por el fuego en la Amazonia, principalmente la parte que corresponde a Brasil.

El llamado “pulmón verde” del planeta está siendo devastado por más de 70 mil incendios en lo que amenaza ser no sólo un ecocidio más, sino una verdadera tragedia para la especie humana y el resto de los seres vivos.

La Amazonia aporta nada menos que el 20 por ciento del oxígeno del orbe, por lo que esta pérdida es catastrófica para todos los habitantes de esta nave espacial conocida como la Tierra.

El gobierno brasileño había sido omiso para combatir el siniestro hasta que la publicación de fotos satelitales de la NASA convirtieron al desastre amazónico en hastag mundial, lo cual presionó al renuente presidente exmilitar a mandar 44 mil elementos del ejército para combatir los incendios.

Por cierto que Bolsonaro como buen populista intentó evadir su evidente responsabilidad acusando indirectamente a las ONG de ser los causantes de los siniestros debido a que se les cancelaron los subsidios para proteger a la selva amazónica.

Las ONG a su vez lo han denunciado por aplicar políticas permisivas para explotar la selva amazónica, lo cual ha incrementado exponencialmente la deforestación y los incendios en la zona brasileña desde que, desafortunadamente, inició su gestión como presidente de la república.

El obtuso mandatario brasileño debería comprender que el desastre ecológico no es un asunto nacional, sino global, como lo señaló el presidente francés. Macron amenazó con no firmar el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur si el gobierno brasileño no emprende acciones relevantes para proteger el medioambiente, como lo había acordado en la última reunión del G20.

La conservación y protección de las áreas verdes del planeta deberían ser prioritarias, por lo que no se deberían dejar en manos de los gobernantes nacionales en turno y considerarlas como patrimonio mundial de la humanidad.

Los 33 millones de habitantes de la Amazonia, en su mayoría indígenas, pueden colaborar en esta tarea bajo una estricta vigilancia internacional así como con la respectiva ayuda económica.

El ecocidio en esta región vital debería ser una seria alerta para aplicar las políticas públicas debidas y evitar no sólo su repetición sino también los demás ecocidios que se cometen impunemente en otras partes de nuestro planeta. Por lo pronto la Amazonia arde y difícilmente dejará de hacerlo sólo con oraciones y buenas intenciones, si no son acompañadas de acciones efectivas emprendidas tanto por los gobiernos como por los ciudadanos.