/ viernes 25 de enero de 2019

El transhumanismo como deshumanismo

¿Está la humanidad condenada a su auto aniquilación a través de la tecnología, con la que juega a controlarlo todo? Para muchos, la deshumanización a través de la inteligencia artificial ya comenzó, y es imparable. ¿Estaremos viviendo el comienzo del fin del Homo sapiens?

Hay anuncios de la llegada de implantes de chips en el cerebro y con ellos poder “escuchar” sin oídos, “ver” sin ojos, “mover” objetos a distancia, “hablar” telepáticamente, y algunas otras cosas. Luego alguien, con el dato anterior como premisa, concluye que el transhumanismo es inevitable.

El transhumanismo, como posición radical, acepta y promueve la transformación de los seres humanos mediante la innovación tecnológica con el fin de “mejorar” la especie. Así que la humanidad -tal y como es- va a desaparecer –dicen los transhumanistas-, por el bien de ella y de todo el mundo. ¡Venga el superhombre!

El transhumanista cree que la tecnología cambiará al humano, con la genética, con la robótica, con la informática, con esos “chips” programables que evitarán enfermedades, conductas o procesos (como el envejecimiento) indeseables. Paulatinamente nos convertiremos en seres biónicos.

El “mejor” hombre no sería producto de la voluntad y esfuerzo moral de los individuos, sino efecto de una manipulación planificada, dirigida y controlada por la tecnología que se encargará del desarrollo físico y psicológico de las personas, igual que de sus decisiones y sus emociones.

El transhumanismo prefiere la programación, la rigidez y la “perfección” sistemática; desdeña la libertad y los errores que definen la naturaleza humana; no quiere al ser humano libre y errático, enfermizo y arriesgado. Lo que anima al transhumanismo es el miedo a la fragilidad y al error, a nuestra condición de vulnerabilidad, al ser humano tal cual.

Muchos no estamos de acuerdo con ese “mejoramiento” artificial de la humanidad. Muchos tenemos fe en la dignidad de las personas y en la potencia ética de superación de cada individuo, con sus aciertos y sus errores, con sus virtudes y sus culpas. ¿Cómo programar el honor o la nobleza, el amor o el sacrificio? ¿En cuál chip se hallará la bondad?

¿Está la humanidad condenada a su auto aniquilación a través de la tecnología, con la que juega a controlarlo todo? Para muchos, la deshumanización a través de la inteligencia artificial ya comenzó, y es imparable. ¿Estaremos viviendo el comienzo del fin del Homo sapiens?

Hay anuncios de la llegada de implantes de chips en el cerebro y con ellos poder “escuchar” sin oídos, “ver” sin ojos, “mover” objetos a distancia, “hablar” telepáticamente, y algunas otras cosas. Luego alguien, con el dato anterior como premisa, concluye que el transhumanismo es inevitable.

El transhumanismo, como posición radical, acepta y promueve la transformación de los seres humanos mediante la innovación tecnológica con el fin de “mejorar” la especie. Así que la humanidad -tal y como es- va a desaparecer –dicen los transhumanistas-, por el bien de ella y de todo el mundo. ¡Venga el superhombre!

El transhumanista cree que la tecnología cambiará al humano, con la genética, con la robótica, con la informática, con esos “chips” programables que evitarán enfermedades, conductas o procesos (como el envejecimiento) indeseables. Paulatinamente nos convertiremos en seres biónicos.

El “mejor” hombre no sería producto de la voluntad y esfuerzo moral de los individuos, sino efecto de una manipulación planificada, dirigida y controlada por la tecnología que se encargará del desarrollo físico y psicológico de las personas, igual que de sus decisiones y sus emociones.

El transhumanismo prefiere la programación, la rigidez y la “perfección” sistemática; desdeña la libertad y los errores que definen la naturaleza humana; no quiere al ser humano libre y errático, enfermizo y arriesgado. Lo que anima al transhumanismo es el miedo a la fragilidad y al error, a nuestra condición de vulnerabilidad, al ser humano tal cual.

Muchos no estamos de acuerdo con ese “mejoramiento” artificial de la humanidad. Muchos tenemos fe en la dignidad de las personas y en la potencia ética de superación de cada individuo, con sus aciertos y sus errores, con sus virtudes y sus culpas. ¿Cómo programar el honor o la nobleza, el amor o el sacrificio? ¿En cuál chip se hallará la bondad?