/ sábado 4 de agosto de 2018

El valor de la resistencia (al miedo)

El valor de poder resistirnos al miedo no significa su ausencia, sino su dominio. El miedo como tal, puede mantenernos en una prisión apagando nuestro espíritu, interfiriendo en nuestro progreso.


En la vida nuestros problemas se dividen en dos tipos: uno, son las cosas que podemos dominar y controlar, y otro, todo aquello que está fuera de nuestro control y que no podemos cambiar. Existe una inutilidad y una pérdida de tiempo en estar mortificados y sufriendo por lo que no podemos evitar o cambiar. Sin embargo, con un poco de ingenio y decisión, aunque algunas cosas parecieran estar fuera de nuestro dominio y control, las podemos ir venciendo a medida que vayamos desarrollando nuestra voluntad y la confianza en nosotros mismos.


Todos podemos luchar con las armas que tengamos sin esperar que la fortuna, el destino o promesas incumplibles nos limiten para iniciar la lucha. El verdadero combatiente usa las armas que tiene disponibles y triunfa.


Para resistirnos al miedo, no basta con darnos cuenta cuáles son las calamidades o los problemas que nos mortifican, sino el arrojo y la entereza con las que hayamos combatido. No es de darnos vergüenza el caer ocasionalmente; lo que sí lo es, es caer y permanecer en ese lugar sin levantarnos. No se trata de saber si fuimos vencidos, sino si lo dimos todo en el combate. Y si llegamos a morir en el intento, lo que verdaderamente cuenta es cómo luchamos y cómo decidimos morir.


Los humanos tenemos múltiples paradigmas para nuestros juicios, y es importante el convencimiento de que lo que es verdad para nosotros en nuestro pensamiento íntimo, no lo es necesariamente para los demás.


Todo ser humano (¿humana?) lleva dentro de sí los anticuerpos morales que son la fe y la voluntad para combatir grandes enemigos como el miedo, la desesperación y la desesperanza. La misma naturaleza nos ha provisto de lo necesario para aceptar las responsabilidades para enfrenarnos a la vida. Muchas veces nuestro poder es más grande que nuestra voluntad.


Una agresividad racional nos llevará a donde anhelamos si nuestros objetivos están bien calculados. Todos tenemos la capacidad de cumplir nuestra misión, pase lo que pase.


No tenemos por qué amilanarnos por nada. Pensemos cómo sacar provecho de todo mal. “Aprendamos a sacarle el aceite a nuestros contrarios y fertilicemos nuestros campos con sus desaciertos”.


El valor de poder resistirnos al miedo no significa su ausencia, sino su dominio. El miedo como tal, puede mantenernos en una prisión apagando nuestro espíritu, interfiriendo en nuestro progreso.


En la vida nuestros problemas se dividen en dos tipos: uno, son las cosas que podemos dominar y controlar, y otro, todo aquello que está fuera de nuestro control y que no podemos cambiar. Existe una inutilidad y una pérdida de tiempo en estar mortificados y sufriendo por lo que no podemos evitar o cambiar. Sin embargo, con un poco de ingenio y decisión, aunque algunas cosas parecieran estar fuera de nuestro dominio y control, las podemos ir venciendo a medida que vayamos desarrollando nuestra voluntad y la confianza en nosotros mismos.


Todos podemos luchar con las armas que tengamos sin esperar que la fortuna, el destino o promesas incumplibles nos limiten para iniciar la lucha. El verdadero combatiente usa las armas que tiene disponibles y triunfa.


Para resistirnos al miedo, no basta con darnos cuenta cuáles son las calamidades o los problemas que nos mortifican, sino el arrojo y la entereza con las que hayamos combatido. No es de darnos vergüenza el caer ocasionalmente; lo que sí lo es, es caer y permanecer en ese lugar sin levantarnos. No se trata de saber si fuimos vencidos, sino si lo dimos todo en el combate. Y si llegamos a morir en el intento, lo que verdaderamente cuenta es cómo luchamos y cómo decidimos morir.


Los humanos tenemos múltiples paradigmas para nuestros juicios, y es importante el convencimiento de que lo que es verdad para nosotros en nuestro pensamiento íntimo, no lo es necesariamente para los demás.


Todo ser humano (¿humana?) lleva dentro de sí los anticuerpos morales que son la fe y la voluntad para combatir grandes enemigos como el miedo, la desesperación y la desesperanza. La misma naturaleza nos ha provisto de lo necesario para aceptar las responsabilidades para enfrenarnos a la vida. Muchas veces nuestro poder es más grande que nuestra voluntad.


Una agresividad racional nos llevará a donde anhelamos si nuestros objetivos están bien calculados. Todos tenemos la capacidad de cumplir nuestra misión, pase lo que pase.


No tenemos por qué amilanarnos por nada. Pensemos cómo sacar provecho de todo mal. “Aprendamos a sacarle el aceite a nuestros contrarios y fertilicemos nuestros campos con sus desaciertos”.