/ martes 10 de abril de 2018

El verbo de los mexicanos: aguantar

Recientemente leí el libro “El verbo de las culturas”, de Clotaire Rapaille, quien es un experto en descubrimientos en arquetipos culturales; indica que en “cada cultura existe un verbo que funciona como llave para abrir la puerta hacia el inconsciente colectivo”. Intrigada, me adentré en el estudio de algunos países en los que he tenido la fortuna de radicar y descubrí, por ejemplo, que el verbo que describe a Japón es: rendirse para triunfar; no ser nada para lograr ser todo y renunciar a su propia identidad para pertenecer a la colectividad. En una ocasión, mientras vivía ahí, acudí a un centro comercial para comprar una tarjeta para la familia que me hospedaba. Pedí la opinión de una empleada sobre qué tarjeta elegir, más que nada, porque no entendía a cabalidad lo que decía. Algo aparentemente tan sencillo tomó más de una hora para decidir, pues tuvieron que involucrarse seis empleados y el jefe de departamento, hasta que llegó el gerente, quien por su jerarquía determinó que la tarjeta azul era la más apropiada. Fue la inteligencia colectiva la que eligió. Me despidieron con reverencias de cortesía y respeto, y ahí comprendí la complejidad de la cultura.

Salté a México, cuyo verbo es: aguantar. Siglo tras siglo, a los mexicanos se nos ha enseñado que Dios hizo que el destino de los pobres y poco educados fuera sufrir y que la única respuesta aceptable era ser piadosos y pasivos: aguantar. Cuando algo sale mal y la vida se hace difícil y dolorosa, la mentalidad no es cambiarlo, sino aguantarlo. Sobre todo a las personas carentes de autoridad, la forma de protegerse es aguantar y contar “mentiras blancas” para sobrevivir. Y así, leía el blog de una amiga: Lo más triste de no estar a gusto en tu trabajo es que te digan “a donde vayas va a ser lo mismo”. Y cuántas veces nos conformamos con un trabajo que no nos gusta, con personas que no nos inspiran a crecer, tolerando abusos, injusticias e incluso malos tratos; y no decimos lo que nos incomoda por el miedo de las consecuencias y “por el qué dirán”. Entonces, mejor nos aguantamos.

Una de las formas de cambiar nuestra realidad es entendiendo cómo la creamos. Tengamos presente que nosotros podemos cambiar nuestra realidad, comenzando por nosotros mismos, pues sin cambiar de costumbres, no se puede cambiar de vida.


Yanez_flor@hotmail.com
www.floryanez.com



Recientemente leí el libro “El verbo de las culturas”, de Clotaire Rapaille, quien es un experto en descubrimientos en arquetipos culturales; indica que en “cada cultura existe un verbo que funciona como llave para abrir la puerta hacia el inconsciente colectivo”. Intrigada, me adentré en el estudio de algunos países en los que he tenido la fortuna de radicar y descubrí, por ejemplo, que el verbo que describe a Japón es: rendirse para triunfar; no ser nada para lograr ser todo y renunciar a su propia identidad para pertenecer a la colectividad. En una ocasión, mientras vivía ahí, acudí a un centro comercial para comprar una tarjeta para la familia que me hospedaba. Pedí la opinión de una empleada sobre qué tarjeta elegir, más que nada, porque no entendía a cabalidad lo que decía. Algo aparentemente tan sencillo tomó más de una hora para decidir, pues tuvieron que involucrarse seis empleados y el jefe de departamento, hasta que llegó el gerente, quien por su jerarquía determinó que la tarjeta azul era la más apropiada. Fue la inteligencia colectiva la que eligió. Me despidieron con reverencias de cortesía y respeto, y ahí comprendí la complejidad de la cultura.

Salté a México, cuyo verbo es: aguantar. Siglo tras siglo, a los mexicanos se nos ha enseñado que Dios hizo que el destino de los pobres y poco educados fuera sufrir y que la única respuesta aceptable era ser piadosos y pasivos: aguantar. Cuando algo sale mal y la vida se hace difícil y dolorosa, la mentalidad no es cambiarlo, sino aguantarlo. Sobre todo a las personas carentes de autoridad, la forma de protegerse es aguantar y contar “mentiras blancas” para sobrevivir. Y así, leía el blog de una amiga: Lo más triste de no estar a gusto en tu trabajo es que te digan “a donde vayas va a ser lo mismo”. Y cuántas veces nos conformamos con un trabajo que no nos gusta, con personas que no nos inspiran a crecer, tolerando abusos, injusticias e incluso malos tratos; y no decimos lo que nos incomoda por el miedo de las consecuencias y “por el qué dirán”. Entonces, mejor nos aguantamos.

Una de las formas de cambiar nuestra realidad es entendiendo cómo la creamos. Tengamos presente que nosotros podemos cambiar nuestra realidad, comenzando por nosotros mismos, pues sin cambiar de costumbres, no se puede cambiar de vida.


Yanez_flor@hotmail.com
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