/ viernes 27 de diciembre de 2019

El verdadero espíritu de la navidad

De acuerdo con la RAE ‘Navidad’ tiene cuatro acepciones distintas; no obstante, todas se relacionan con el importante acontecimiento al que aluce la primera definición de esas definiciones; es decir, a la festividad anual en la que -en el contexto del mundo cristiano-, se conmemora el nacimiento de Jesucristo. Sin embargo, es otra de las definiciones la que le da sentido a la reflexión que en esta ocasión nos ocupa.
Se trata de la definición que habla del tiempo comprendido entre Nochebuena y la festividad de los Reyes Magos; un periodo que, por su esencia, invita a reflexionar sobre el verdadero espíritu de la Navidad. Y es que independientemente de que se pertenezca o no al mundo cristiano, la época navideña es -sin duda alguna-, la ocasión perfecta para cavilar sobre el pasado con el fin de valorar objetivamente el presente y, entonces, actuar congruentemente en consecuencia en el futuro próximo.
En ese sentido, se dice que la Navidad tiene un efecto transformador; situación que, en términos generales, es verdad. El “pequeño” detalle, es que esta transformación suele reflejarse más en el aspecto material que en el espiritual; es decir, la Navidad suele centrarse en la preocupación por las compras navideñas, olvidando que el afecto y la generosidad son más valiosas y, además, no tienen precio. O sea, que lo más importante de lo que la época navideña ofrece es la oportunidad de convivir con los seres queridos (familia, amigos, compañeros, etc.) y reflexionar sobre lo acontecido durante el año previo.
Sobre qué y sobre quién se reflexiona, es asunto de cada quien; lo importante es aprovechar al máximo la Navidad para evaluar de dónde venimos, a dónde vamos y a dónde queremos ir como personas y como ciudadanos. Entonces, y sólo entonces, estaremos en posibilidades de mejorar en lo individual y en lo colectivo.
El espíritu (y el valor) la Navidad radica pues en la actitud que se tiene para manifestar la disposición y motivación para hacer de este mundo un mundo mejor para uno mismo, pero sin dejar de pensar en los demás. Dicho en otras palabras, y retomando lo dicho desde hace 6 años en este espacio de análisis y reflexión, la época navideña se constituye en una valiosa oportunidad para recuperar la humanidad que como seres humanos debe caracterizarnos (en pensamiento, palabra y acción).
Esperando que el verdadero espíritu de la Navidad nos invada a todos, en esta ocasión concluyo citando lo dicho alguna vez por el abogado y trigesimoquinto presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge: “La Navidad no es un tiempo ni una temporada, sino un estado mental. Apreciar la paz y la buena voluntad, ser generosos y tener misericordia, es tener el verdadero espíritu de la Navidad”.


Aída María Holguín Baeza
laecita.wordpress.com
laecita@gmail.com

De acuerdo con la RAE ‘Navidad’ tiene cuatro acepciones distintas; no obstante, todas se relacionan con el importante acontecimiento al que aluce la primera definición de esas definiciones; es decir, a la festividad anual en la que -en el contexto del mundo cristiano-, se conmemora el nacimiento de Jesucristo. Sin embargo, es otra de las definiciones la que le da sentido a la reflexión que en esta ocasión nos ocupa.
Se trata de la definición que habla del tiempo comprendido entre Nochebuena y la festividad de los Reyes Magos; un periodo que, por su esencia, invita a reflexionar sobre el verdadero espíritu de la Navidad. Y es que independientemente de que se pertenezca o no al mundo cristiano, la época navideña es -sin duda alguna-, la ocasión perfecta para cavilar sobre el pasado con el fin de valorar objetivamente el presente y, entonces, actuar congruentemente en consecuencia en el futuro próximo.
En ese sentido, se dice que la Navidad tiene un efecto transformador; situación que, en términos generales, es verdad. El “pequeño” detalle, es que esta transformación suele reflejarse más en el aspecto material que en el espiritual; es decir, la Navidad suele centrarse en la preocupación por las compras navideñas, olvidando que el afecto y la generosidad son más valiosas y, además, no tienen precio. O sea, que lo más importante de lo que la época navideña ofrece es la oportunidad de convivir con los seres queridos (familia, amigos, compañeros, etc.) y reflexionar sobre lo acontecido durante el año previo.
Sobre qué y sobre quién se reflexiona, es asunto de cada quien; lo importante es aprovechar al máximo la Navidad para evaluar de dónde venimos, a dónde vamos y a dónde queremos ir como personas y como ciudadanos. Entonces, y sólo entonces, estaremos en posibilidades de mejorar en lo individual y en lo colectivo.
El espíritu (y el valor) la Navidad radica pues en la actitud que se tiene para manifestar la disposición y motivación para hacer de este mundo un mundo mejor para uno mismo, pero sin dejar de pensar en los demás. Dicho en otras palabras, y retomando lo dicho desde hace 6 años en este espacio de análisis y reflexión, la época navideña se constituye en una valiosa oportunidad para recuperar la humanidad que como seres humanos debe caracterizarnos (en pensamiento, palabra y acción).
Esperando que el verdadero espíritu de la Navidad nos invada a todos, en esta ocasión concluyo citando lo dicho alguna vez por el abogado y trigesimoquinto presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge: “La Navidad no es un tiempo ni una temporada, sino un estado mental. Apreciar la paz y la buena voluntad, ser generosos y tener misericordia, es tener el verdadero espíritu de la Navidad”.


Aída María Holguín Baeza
laecita.wordpress.com
laecita@gmail.com