/ martes 24 de noviembre de 2020

Elecciones, partidos y candidatos


A unos días de que los diversos partidos anuncien quiénes serán sus abanderados para la competencia electoral que se aproxima, creo que vale la pena reflexionar acerca de esta actividad.

Los aspirantes a la gubernatura se han dedicado a “darse a conocer” y a revisar preferencias, desde un “simple concurso de popularidad”, donde tiene más peso la nómina para la propaganda y promoción personal que la trayectoria de compromiso social. También a combatirse interiormente en medio de los efectos demoledores de la pandemia en materia de salud, seguridad, educación y economía. Tal parece que para todos esto no existe.

Pronto, desde estrategias de mercadotecnia política surgidas desde el final de la II Guerra Mundial, promoverán sus intenciones: inventarán “mensajes creíbles” con base en respuesta al porqué aspiran al cargo y qué piensan hacer con él. Luego, intentarán contrastar propuestas y personalidad con los otros candidatas y candidatos. Dura tarea para los que resulten favorecidos por sus partidos, porque a todos, más allá de sus aspiraciones de poder, no se les ve mayor capacidad de propuestas dirigidas a un mundo que ya no existe desde principios de este año. Así, todo apunta a que se le apueste “al colmillo” y a la guerra sucia, situación que tal vez derive en abstencionismo electoral.

Se inauguró una nueva etapa en la que los actores políticos tendrán que aprender a jugar con lo que hay. Pero se advierte que los políticos evaden los problemas de fondo que existen, lo cual lleva a preguntarnos: ¿Serán capaces los aspirantes de generar decisiones racionales, sensatas, beneficiosas para el mayor número posible de ciudadanos, desprendiéndose de intereses de grupo en extremo egoístas? Lo dudo.

Entiendo que cada fuerza política define sus prioridades para someterlas a la consideración de los ciudadanos en unas elecciones. Es lógico que cada partido quiera seguir adelante con sus objetivos. Pero las metas que se avizoran se ven lejos de una sociedad urgida de propuestas efectivas y los objetivos partidarios lejos están de cumplir con estas necesidades.

A los partidos les toca ahora, ante una situación imprevista, adecuar sus valores a un nuevo proyecto para responder a estas circunstancias especiales. Pero ni uno solo de estos ha mostrado un plan estratégico para salir de este desastre. Y a estas alturas ya no se trata sólo de proteger la salud de las personas frente a un virus esquivo y destructivo, es imprescindible también construir las líneas maestras para salir adelante de una crisis económica devastadora. ¿Dónde se habla y se discute de estas cosas?, ¿en qué lugar se puede saber qué pretende cada formación política?

Creo que en ninguno y sólo se concretan a presentar sus trilladas plataformas. A nuestros políticos les falta imaginación y les sobra ambición, por lo que depende de nosotros defender el tipo de país en el que queremos vivir.


A unos días de que los diversos partidos anuncien quiénes serán sus abanderados para la competencia electoral que se aproxima, creo que vale la pena reflexionar acerca de esta actividad.

Los aspirantes a la gubernatura se han dedicado a “darse a conocer” y a revisar preferencias, desde un “simple concurso de popularidad”, donde tiene más peso la nómina para la propaganda y promoción personal que la trayectoria de compromiso social. También a combatirse interiormente en medio de los efectos demoledores de la pandemia en materia de salud, seguridad, educación y economía. Tal parece que para todos esto no existe.

Pronto, desde estrategias de mercadotecnia política surgidas desde el final de la II Guerra Mundial, promoverán sus intenciones: inventarán “mensajes creíbles” con base en respuesta al porqué aspiran al cargo y qué piensan hacer con él. Luego, intentarán contrastar propuestas y personalidad con los otros candidatas y candidatos. Dura tarea para los que resulten favorecidos por sus partidos, porque a todos, más allá de sus aspiraciones de poder, no se les ve mayor capacidad de propuestas dirigidas a un mundo que ya no existe desde principios de este año. Así, todo apunta a que se le apueste “al colmillo” y a la guerra sucia, situación que tal vez derive en abstencionismo electoral.

Se inauguró una nueva etapa en la que los actores políticos tendrán que aprender a jugar con lo que hay. Pero se advierte que los políticos evaden los problemas de fondo que existen, lo cual lleva a preguntarnos: ¿Serán capaces los aspirantes de generar decisiones racionales, sensatas, beneficiosas para el mayor número posible de ciudadanos, desprendiéndose de intereses de grupo en extremo egoístas? Lo dudo.

Entiendo que cada fuerza política define sus prioridades para someterlas a la consideración de los ciudadanos en unas elecciones. Es lógico que cada partido quiera seguir adelante con sus objetivos. Pero las metas que se avizoran se ven lejos de una sociedad urgida de propuestas efectivas y los objetivos partidarios lejos están de cumplir con estas necesidades.

A los partidos les toca ahora, ante una situación imprevista, adecuar sus valores a un nuevo proyecto para responder a estas circunstancias especiales. Pero ni uno solo de estos ha mostrado un plan estratégico para salir de este desastre. Y a estas alturas ya no se trata sólo de proteger la salud de las personas frente a un virus esquivo y destructivo, es imprescindible también construir las líneas maestras para salir adelante de una crisis económica devastadora. ¿Dónde se habla y se discute de estas cosas?, ¿en qué lugar se puede saber qué pretende cada formación política?

Creo que en ninguno y sólo se concretan a presentar sus trilladas plataformas. A nuestros políticos les falta imaginación y les sobra ambición, por lo que depende de nosotros defender el tipo de país en el que queremos vivir.

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