/ sábado 27 de febrero de 2021

En la cárcel

BARRA MEXICANA, COLEGIO DE ABOGADOS DE CHIHUAHUA, A.C.

“En la cárcel”

Aldo Ochoa Lozano (*)

Para gran parte de las personas, el día inicia al sonar la alarma del reloj despertador, pero no para quien pasa el tiempo de su condena recluido, recluso que, por no dar la “cuota” semanal al bando que lidera el área de la celda donde se encuentra, es obligado a cubrir el puesto de vigía, hacia el área común que los separa del otro grupo, acérrimos rivales, bajo la pena de la ley tabla o los tres minutos de una golpiza propia de los días de la extinta Policía Judicial, si el sueño le llegara a ganar durante su labor, lindo inicio considerando que apenas son las tres de la mañana.

El otro empleo, éste sí voluntario, multiusos de construcción, empieza a las 7:30, para lograr tener su sueldo de 200 pesos, complicado de entender, que es el doble del obtenido por los demás trabajadores, gracias a sus conocimientos de electricidad, sólo que éstos no son los generados al día, tan sólo es lo de la semana completa, ganados por trabajos de recuperación en la prisión, y es que es el real motivante para hacer un doble turno, sumado a la posibilidad de tener una porción más grande de comida por pertenecer al grupo de construcción, también su respectiva porción de cannabis proporcionada por el padrino, líder del cártel en el reclusorio, pero eso no llega a cubrir la mínima de las necesidades, frijoles y lentejas cuatro veces al día no recupera el desgaste energético, y menos, si los precios de los alimentos están por los cielos en la tienda del presidio, todo lo adquirido se le va entre las rentas; por el calentador eléctrico, del teléfono móvil, poseer un televisor, usar la lavandería, pagar el acceso a las fiestas de domingo por la noche y ni pensar en comprar cerveza alguna si rebasa la mitad de su raya tan sólo por una lata, para él, tener la posibilidad de una relación con una reclusa parece aún más lejana, si no cubre lo mínimo para él, menos para compartir.

Un momento, nada de esto es legal, parece que la trascendencia, tan común en los libros y dichos, sólo se vuelve cosa sólo de los habitantes comunes fuera de las rejas, queda muy claro y resulta tan lejana la nula posibilidad de rehabilitación.

Difícil y extraño que esto pudiera parecer ocurre dentro de un Cereso certificado.


(*)Licenciado en Ciencias Políticas

BARRA MEXICANA, COLEGIO DE ABOGADOS DE CHIHUAHUA, A.C.

“En la cárcel”

Aldo Ochoa Lozano (*)

Para gran parte de las personas, el día inicia al sonar la alarma del reloj despertador, pero no para quien pasa el tiempo de su condena recluido, recluso que, por no dar la “cuota” semanal al bando que lidera el área de la celda donde se encuentra, es obligado a cubrir el puesto de vigía, hacia el área común que los separa del otro grupo, acérrimos rivales, bajo la pena de la ley tabla o los tres minutos de una golpiza propia de los días de la extinta Policía Judicial, si el sueño le llegara a ganar durante su labor, lindo inicio considerando que apenas son las tres de la mañana.

El otro empleo, éste sí voluntario, multiusos de construcción, empieza a las 7:30, para lograr tener su sueldo de 200 pesos, complicado de entender, que es el doble del obtenido por los demás trabajadores, gracias a sus conocimientos de electricidad, sólo que éstos no son los generados al día, tan sólo es lo de la semana completa, ganados por trabajos de recuperación en la prisión, y es que es el real motivante para hacer un doble turno, sumado a la posibilidad de tener una porción más grande de comida por pertenecer al grupo de construcción, también su respectiva porción de cannabis proporcionada por el padrino, líder del cártel en el reclusorio, pero eso no llega a cubrir la mínima de las necesidades, frijoles y lentejas cuatro veces al día no recupera el desgaste energético, y menos, si los precios de los alimentos están por los cielos en la tienda del presidio, todo lo adquirido se le va entre las rentas; por el calentador eléctrico, del teléfono móvil, poseer un televisor, usar la lavandería, pagar el acceso a las fiestas de domingo por la noche y ni pensar en comprar cerveza alguna si rebasa la mitad de su raya tan sólo por una lata, para él, tener la posibilidad de una relación con una reclusa parece aún más lejana, si no cubre lo mínimo para él, menos para compartir.

Un momento, nada de esto es legal, parece que la trascendencia, tan común en los libros y dichos, sólo se vuelve cosa sólo de los habitantes comunes fuera de las rejas, queda muy claro y resulta tan lejana la nula posibilidad de rehabilitación.

Difícil y extraño que esto pudiera parecer ocurre dentro de un Cereso certificado.


(*)Licenciado en Ciencias Políticas