/ miércoles 28 de marzo de 2018

En la elección presidencial, Meade será el próximo presidente

En la carrera hacia las elecciones de julio próximo, hay quienes aprovechan el ruido, el escándalo, la promesa de una vida mejor con el señuelo mediático de una izquierda cuyo origen es el enojo, la venganza o el desprecio de años atrás, la frustración por no haber alcanzado posiciones dentro del sistema al que se denuesta. La carrera presidencial entrará a su fase definitoria, los grupos de poder pondrán en juego sus recursos económicos y políticos. El aparato de dominación actuará. Igualmente sabremos si los camuflajes de López Obrador le funcionen.

La verdadera izquierda en el mundo, la supuesta de López, no propone una transformación en los sistemas económicos y sociales del país. En la obnulación del no poder durante décadas, este movimiento recoge toda suerte de tránsfugas, dolidos de partidos, organizaciones y restos de la política en una promiscuidad que lo mismo recibe los desechos de otros partidos que lo que el cascajo de lo que él llama “mafia del poder”. La suya no es una oferta coherente en busca de cambios positivos para la sociedad, en contraste con otros planteamientos basados en la experiencia, el conocimiento, la razón de la viabilidad de su puesta en marcha, que ofrece el candidato José Antonio Meade.

Mezcla informe de las más confusas corrientes, el llamado de López Obrador es oportunista, carente de un real contenido que ofrezca al elector una idea clara como no sea la obsesión por el poder. La propuesta que por el momento parece confundir, terminará por ser valorada en toda su falsedad como un lamento de odio y frustración ante lo imposible. A diferencia de Meade Kuribreña. Que ante alrededor de 35 mil delegados y militantes reunidos en el Foro Sol, explicó que quiere ser presidente para que México sea una potencia. Por ello explicó que su gobierno se enfocará en tres objetivos fundamentales: que México sea la capital mundial del talento, que las familias y mujeres estén al centro de las políticas públicas y generar políticas personalizadas. Encabezaré el esfuerzo con mi ejemplo y conducta, sometida cada día a evaluación crítica y objetiva de los mexicanos.


En la carrera hacia las elecciones de julio próximo, hay quienes aprovechan el ruido, el escándalo, la promesa de una vida mejor con el señuelo mediático de una izquierda cuyo origen es el enojo, la venganza o el desprecio de años atrás, la frustración por no haber alcanzado posiciones dentro del sistema al que se denuesta. La carrera presidencial entrará a su fase definitoria, los grupos de poder pondrán en juego sus recursos económicos y políticos. El aparato de dominación actuará. Igualmente sabremos si los camuflajes de López Obrador le funcionen.

La verdadera izquierda en el mundo, la supuesta de López, no propone una transformación en los sistemas económicos y sociales del país. En la obnulación del no poder durante décadas, este movimiento recoge toda suerte de tránsfugas, dolidos de partidos, organizaciones y restos de la política en una promiscuidad que lo mismo recibe los desechos de otros partidos que lo que el cascajo de lo que él llama “mafia del poder”. La suya no es una oferta coherente en busca de cambios positivos para la sociedad, en contraste con otros planteamientos basados en la experiencia, el conocimiento, la razón de la viabilidad de su puesta en marcha, que ofrece el candidato José Antonio Meade.

Mezcla informe de las más confusas corrientes, el llamado de López Obrador es oportunista, carente de un real contenido que ofrezca al elector una idea clara como no sea la obsesión por el poder. La propuesta que por el momento parece confundir, terminará por ser valorada en toda su falsedad como un lamento de odio y frustración ante lo imposible. A diferencia de Meade Kuribreña. Que ante alrededor de 35 mil delegados y militantes reunidos en el Foro Sol, explicó que quiere ser presidente para que México sea una potencia. Por ello explicó que su gobierno se enfocará en tres objetivos fundamentales: que México sea la capital mundial del talento, que las familias y mujeres estén al centro de las políticas públicas y generar políticas personalizadas. Encabezaré el esfuerzo con mi ejemplo y conducta, sometida cada día a evaluación crítica y objetiva de los mexicanos.