/ viernes 4 de junio de 2021

Energía para el éxito

Hoy en día las empresas e instituciones son cada vez menos tolerantes con aquellos que no son capaces de producir. Tampoco se interesan mucho en aquellos que son meramente “competitivos”. La lealtad ya no es un elemento aislado. Ahora se tiene que ser “excelente” para poder progresar.

Aun si desempeñamos nuestro trabajo adecuadamente, nuestro éxito no es meramente una consecuencia automática de nuestro desempeño. Más bien se deriva de una actitud sistemática que hace que logremos hacer las cosas y además, de que otros lo noten. Para lograr esto, debemos cultivar algunas cualidades específicas, siendo una de ellas la energía.

El éxito requiere de una buena dosis de energía. Esto no significa necesariamente la capacidad de trabajar muchas horas con intensidad. Significa tener el suficiente entusiasmo para lograr hacer lo que tenemos que hacer, junto con la habilidad para hacerlo bien.

Después de la actitud, el comer y dormir bien son un requisito. Bien no significa mucho. Si comemos demás a mediodía, es normal tener sueño por la tarde, lo que no permite que nuestro trabajo sea desempeñado adecuadamente. Una pequeña siesta no es pecado, siempre y cuando nuestros jefes lo permitan y sepan qué tanto trabajamos por la mañana y qué tanto producimos más después del pequeño descanso.

El entusiasmo, reflejado en una apariencia energética, produce automáticamente la imagen de éxito. Eso no nada más lo perciben los demás, sino lo más importante, nosotros mismos. Nuestros movimientos deben ser rápidos y llenos de vida, con la cabeza levantada, el estómago hacia adentro. Las manos no deben llevarse en los bolsillos.

La energía nos permite salir adelante, pues contribuye a nuestra habilidad de competir con otros y nos vuelve deseosos de aceptar responsabilidades. Nos facilita poner en acción las decisiones que hemos tomado. Nos permite hacer aquellas cosas que los demás no están dispuestos a hacer. Con ella se adquieren conocimientos y habilidades que nadie más tiene, lo que provoca que más y mejores responsabilidades lleguen a nosotros.

Es importante ser realistas, aunque una pequeña dosis de fantasía no sale sobrando. La energía nos permite ser objetivos. La debilidad nos provoca pensamientos ambiguos y generalmente negativos. La energía nos permite enfocarnos en las tareas más importantes y aprovechar mejor nuestro tiempo.

Otra opción para hacernos de energía es generar endorfinas. Las producimos gratis y nos dan una sensación de bienestar generalizado. Las obtenemos al ejercitarnos adecuadamente; al reírnos a carcajadas; al gritar con fuerza. Inclusive el llanto (no muy recomendable), contribuye a generarlas.

El remedio para ver y sentir un mundo mejor está en llenarnos de energía y eso cualquiera lo puede lograr.

Hoy en día las empresas e instituciones son cada vez menos tolerantes con aquellos que no son capaces de producir. Tampoco se interesan mucho en aquellos que son meramente “competitivos”. La lealtad ya no es un elemento aislado. Ahora se tiene que ser “excelente” para poder progresar.

Aun si desempeñamos nuestro trabajo adecuadamente, nuestro éxito no es meramente una consecuencia automática de nuestro desempeño. Más bien se deriva de una actitud sistemática que hace que logremos hacer las cosas y además, de que otros lo noten. Para lograr esto, debemos cultivar algunas cualidades específicas, siendo una de ellas la energía.

El éxito requiere de una buena dosis de energía. Esto no significa necesariamente la capacidad de trabajar muchas horas con intensidad. Significa tener el suficiente entusiasmo para lograr hacer lo que tenemos que hacer, junto con la habilidad para hacerlo bien.

Después de la actitud, el comer y dormir bien son un requisito. Bien no significa mucho. Si comemos demás a mediodía, es normal tener sueño por la tarde, lo que no permite que nuestro trabajo sea desempeñado adecuadamente. Una pequeña siesta no es pecado, siempre y cuando nuestros jefes lo permitan y sepan qué tanto trabajamos por la mañana y qué tanto producimos más después del pequeño descanso.

El entusiasmo, reflejado en una apariencia energética, produce automáticamente la imagen de éxito. Eso no nada más lo perciben los demás, sino lo más importante, nosotros mismos. Nuestros movimientos deben ser rápidos y llenos de vida, con la cabeza levantada, el estómago hacia adentro. Las manos no deben llevarse en los bolsillos.

La energía nos permite salir adelante, pues contribuye a nuestra habilidad de competir con otros y nos vuelve deseosos de aceptar responsabilidades. Nos facilita poner en acción las decisiones que hemos tomado. Nos permite hacer aquellas cosas que los demás no están dispuestos a hacer. Con ella se adquieren conocimientos y habilidades que nadie más tiene, lo que provoca que más y mejores responsabilidades lleguen a nosotros.

Es importante ser realistas, aunque una pequeña dosis de fantasía no sale sobrando. La energía nos permite ser objetivos. La debilidad nos provoca pensamientos ambiguos y generalmente negativos. La energía nos permite enfocarnos en las tareas más importantes y aprovechar mejor nuestro tiempo.

Otra opción para hacernos de energía es generar endorfinas. Las producimos gratis y nos dan una sensación de bienestar generalizado. Las obtenemos al ejercitarnos adecuadamente; al reírnos a carcajadas; al gritar con fuerza. Inclusive el llanto (no muy recomendable), contribuye a generarlas.

El remedio para ver y sentir un mundo mejor está en llenarnos de energía y eso cualquiera lo puede lograr.