/ martes 23 de enero de 2018

Engañar, recurso del mediocre

“Los hombres son tan simples y unidos a la necesidad, que siempre el que quiera engañar encontrará a quien le permita ser engañado.”                                  Maquiavelo

                                                                                           Sergio Armendáriz Royval

“Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería.” Frase de Bismarck, ciertamente se afirma que uno domina sus silencios y no sus palabras. Es probable que así sea, que seamos más dueños de lo que callamos que de lo que decimos. Hay hombres que están uncidos al verbo engañar y tocamos el cielo de engañarnos nosotros mismos, como si un espejo nos reflejara la mayor mentira todas las mañanas, “nuestra mediocridad”.

Pobres electores que sueñan con los cambios (¿de personas?, ¿de partidos?), para continuar con la cadena de mentiras y tener argumentos para las siguientes elecciones. En efecto, somos convocados por mentirosos, amorales y cobardes, que con premeditación hacen abordar a los electores al barco de las ilusiones, en donde navegarán con la vara y su zanahoria al extremo, y que nunca será alcanzada. Las amenazas y las extorsiones lanzadas al pueblo por parte de los gobernantes, no son otra cosa que utilizar el engaño, para apretar a otro nivel de gobierno, para que se violente el orden jurídico y se consume la burla contra él. Sabias reflexiones de los ciudadanos contra los mentirosos que alertan a la comunidad entera sobre la mediocridad en su más pura expresión.

Las campañas políticas, de suyo, contienen un alto grado de mendacidades, pues desde el interior de los institutos políticos, ya se consumaron las mentiras con los propios miembros. Y todavía hay quienes se preguntan ¿por qué las gentes no acuden a las urnas electorales a expresar su voluntad? Los mismos mentirosos hablan de “hartazgos y de desconfianzas” y buscan culpables por todos lados, menos en sí mismos. Recordemos el espejo mañanero.

 

“Los hombres son tan simples y unidos a la necesidad, que siempre el que quiera engañar encontrará a quien le permita ser engañado.”                                  Maquiavelo

                                                                                           Sergio Armendáriz Royval

“Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería.” Frase de Bismarck, ciertamente se afirma que uno domina sus silencios y no sus palabras. Es probable que así sea, que seamos más dueños de lo que callamos que de lo que decimos. Hay hombres que están uncidos al verbo engañar y tocamos el cielo de engañarnos nosotros mismos, como si un espejo nos reflejara la mayor mentira todas las mañanas, “nuestra mediocridad”.

Pobres electores que sueñan con los cambios (¿de personas?, ¿de partidos?), para continuar con la cadena de mentiras y tener argumentos para las siguientes elecciones. En efecto, somos convocados por mentirosos, amorales y cobardes, que con premeditación hacen abordar a los electores al barco de las ilusiones, en donde navegarán con la vara y su zanahoria al extremo, y que nunca será alcanzada. Las amenazas y las extorsiones lanzadas al pueblo por parte de los gobernantes, no son otra cosa que utilizar el engaño, para apretar a otro nivel de gobierno, para que se violente el orden jurídico y se consume la burla contra él. Sabias reflexiones de los ciudadanos contra los mentirosos que alertan a la comunidad entera sobre la mediocridad en su más pura expresión.

Las campañas políticas, de suyo, contienen un alto grado de mendacidades, pues desde el interior de los institutos políticos, ya se consumaron las mentiras con los propios miembros. Y todavía hay quienes se preguntan ¿por qué las gentes no acuden a las urnas electorales a expresar su voluntad? Los mismos mentirosos hablan de “hartazgos y de desconfianzas” y buscan culpables por todos lados, menos en sí mismos. Recordemos el espejo mañanero.