/ sábado 27 de febrero de 2021

Entre el documental y el melodrama

Ya no estoy aquí, de Fernando Frías de la Parra

La premiada cinta Ya no estoy aquí sorprende por el oficio mostrado por el talentoso joven realizador mexicano Fernando Frías de la Parra con su apenas segundo largometraje. Desgarrador retrato de un marginal adolescente inmerso en una regiomontana tribu urbana de “cholombianos”, manifestación contracultural que en la música y la danza tribal pareciera encontrar sus únicos asideros de identidad, el cineasta llama igualmente aquí la atención por la escritura de un libro cinematográfico no menos sensible e inteligente, que con rigor ahonda en temas tan escabrosos como la violencia, el narcotráfico, la migración y el propio conflicto identitario que Octavio Paz reconoce en El laberinto de la soledad como elemento de nuestra mexicanidad.

Como el mítico personaje homérico, el Ulises de esta cinta terminará por querer retornar a su abandonada Ítaca/Monterrey tras la búsqueda de un frustrado “sueño americano” hacia el que lo ha escupido su despidada realidad, pero como el protagonista de La Odisea, tras el regreso del hijo pródigo sólo encontrará creciente desolación. Quienes en la asimilación y el sincretismo culturales le han creído hallar sentido a una existencia tensada cotidianamente por la marginación y la violencia, los personajes no están aquí ni en ninguna parte, porque viven en el centro de una inhóspita realidad indolente que a la vez los acosa y discrimina.

Fernando Frías se ocupa del ya extinto movimiento “Kolombia”, jóvenes regios de marginales favelas que en la cumbia colombiana ralentizada y la vestimenta chola descubrieron un efímero signo sincrético de identidad que los coloca en el ahora inmediato de la sobrevivencia a salto de mata. Entre el documental y el melodrama, el realizador consigue capturar, a base de planos fijos y suaves movimientos de cámara, los sentimientos de desarraigo y nostalgia que acosan al personaje. Los artísticos montaje y fotografía de Yibran Asaud y Damián García suman en esta apuesta donde el timonel se ha sabido rodear de otros talentosos creadores que contribuyen a enriquecer un más que prometedor proyecto, en medio de una creciente austeridad que ha golpeado al cine y otras manifestaciones artísticas y de promoción de la cultura.

Crónica del rudo aprendizaje neoyorquino experimentado por el personaje principal (allá será otro raro especimen más en la jungla de asfalto), la desgarradoramente hermosa y poética gran película de Fernando Frías de la Parra apuesta por revelarnos, sin eufemismos, una realidad muy concreta y específica; “Si quieres ser universal, retrata tu aldea”, escribió Tólstoi. El heroísmo de este Ulises estribará en tener que librar su personal odisea sin mayores aspavientos, porque sobrevivir constituye para él ya un triunfo, y uno de los mayores atributos del voyerista cineasta que se entromete en su intimidad con la finalidad de hacerlo visible a los ojos del mundo, es que jamás hace de él un estereotipo o simplemente lo victimiza, limitándose a compartirnos su real naturaleza humana.

Ya no estoy aquí, de Fernando Frías de la Parra

La premiada cinta Ya no estoy aquí sorprende por el oficio mostrado por el talentoso joven realizador mexicano Fernando Frías de la Parra con su apenas segundo largometraje. Desgarrador retrato de un marginal adolescente inmerso en una regiomontana tribu urbana de “cholombianos”, manifestación contracultural que en la música y la danza tribal pareciera encontrar sus únicos asideros de identidad, el cineasta llama igualmente aquí la atención por la escritura de un libro cinematográfico no menos sensible e inteligente, que con rigor ahonda en temas tan escabrosos como la violencia, el narcotráfico, la migración y el propio conflicto identitario que Octavio Paz reconoce en El laberinto de la soledad como elemento de nuestra mexicanidad.

Como el mítico personaje homérico, el Ulises de esta cinta terminará por querer retornar a su abandonada Ítaca/Monterrey tras la búsqueda de un frustrado “sueño americano” hacia el que lo ha escupido su despidada realidad, pero como el protagonista de La Odisea, tras el regreso del hijo pródigo sólo encontrará creciente desolación. Quienes en la asimilación y el sincretismo culturales le han creído hallar sentido a una existencia tensada cotidianamente por la marginación y la violencia, los personajes no están aquí ni en ninguna parte, porque viven en el centro de una inhóspita realidad indolente que a la vez los acosa y discrimina.

Fernando Frías se ocupa del ya extinto movimiento “Kolombia”, jóvenes regios de marginales favelas que en la cumbia colombiana ralentizada y la vestimenta chola descubrieron un efímero signo sincrético de identidad que los coloca en el ahora inmediato de la sobrevivencia a salto de mata. Entre el documental y el melodrama, el realizador consigue capturar, a base de planos fijos y suaves movimientos de cámara, los sentimientos de desarraigo y nostalgia que acosan al personaje. Los artísticos montaje y fotografía de Yibran Asaud y Damián García suman en esta apuesta donde el timonel se ha sabido rodear de otros talentosos creadores que contribuyen a enriquecer un más que prometedor proyecto, en medio de una creciente austeridad que ha golpeado al cine y otras manifestaciones artísticas y de promoción de la cultura.

Crónica del rudo aprendizaje neoyorquino experimentado por el personaje principal (allá será otro raro especimen más en la jungla de asfalto), la desgarradoramente hermosa y poética gran película de Fernando Frías de la Parra apuesta por revelarnos, sin eufemismos, una realidad muy concreta y específica; “Si quieres ser universal, retrata tu aldea”, escribió Tólstoi. El heroísmo de este Ulises estribará en tener que librar su personal odisea sin mayores aspavientos, porque sobrevivir constituye para él ya un triunfo, y uno de los mayores atributos del voyerista cineasta que se entromete en su intimidad con la finalidad de hacerlo visible a los ojos del mundo, es que jamás hace de él un estereotipo o simplemente lo victimiza, limitándose a compartirnos su real naturaleza humana.