/ jueves 17 de septiembre de 2020

Entre el estrés y la resiliencia

El cielo comienza a oscurecerse, ¿serán las siete de la tarde o las ocho de la noche?, no importa, nos da lo mismo, ni siquiera sabemos el día en el que estamos, las estrellas, por alguna razón, brillan más cada vez que las miramos desde la ventana de nuestra habitación azul, lo bueno es que siguen estando presentes; en el interior de la casa ya se nos olvidó cómo suena el timbre, posiblemente ya ni sirva; el piso, al igual que las estrellas, brilla como nunca, ya llevamos dos trapeadores en un mes; platicar a través de la computadora se está convirtiendo en adicción, los celulares se repletan de mensajitos de WhatsApp, los recién graduados chamacos ya están aprendiendo a cocinar (bendito), a la maestra Claudia le duelen los huesos, desde la casa de al lado llega un exquisito olor a carne asada, pienso hacer lo mismo, no hay carbón, pensamiento cancelado y mientras todo esto acontece un invitado involuntario se empieza a asomar: el estrés.

Con esta pandemia de tierras asiáticas la salud de gran parte de la población mundial se ha visto deteriorada y no por portar el virus precisamente, sino por todas las derivaciones que han venido a presentarse como lo son: el temor a ser contagiados y perder la vida, o a que se contagie algún familiar o amigo, broncas para conciliar el sueño, pesadillas, migraña, dolor de las articulaciones, depresión, sentimiento de soledad, cansancio inexplicable y definitivamente intolerancia a los más pequeños detalles, es decir, todos, de alguna manera, estamos enfermos, estamos estresados, lo que implica que nuestro cuerpo se ubica en una situación de flaqueza haciendo más fácil que se infecte o contagie de cualquier virus en el entorno.

La capacidad que tenemos para adaptarnos a situaciones complicadas se le denomina resiliencia y ésta se construye paulatinamente en nuestra vida, pero lo primero que se requiere es querer hacerlo. Algunas acciones para llegar a ella son: establecer relaciones positivas con terceros, ya sean familiares, amigos o compañeros de trabajo; aceptar que el cambio es parte de nuestra existencia y que nosotros de alguna manera también debemos cambiar algunas maneras de actuar o de pensar, recordemos que una característica de cualquier objetivo (ya sea de corto, mediano o largo plazo), es su posibilidad de ser modificado conforme cambia el entorno; otro punto importante para construir resiliencia es el no perder la esperanza en el futuro, todas nuestras acciones de hoy tienen que ir encaminadas para un mejor mañana y esto implica dejar a un lado todo aquello que tememos, el miedo es una gran barrera que frena a quien se deje, no caigamos en él.

La vida ya no es igual a la de hace unos meses, la pandemia nos demostró la fragilidad de nuestro ser, de alguna manera ya hemos cambiado, nuestro pensamiento se ha modificado, nuestras manos están más arrugadas, el lazo de amistad se ha reforzado a pesar de la distancia física, nuestras lágrimas pesan más, nuestra risa se esconde entre las paredes de la casa, sin embargo, a diferencia de varios que se han adelantado en el camino, seguimos aquí, seguimos teniendo una finalidad en este mundo que de alguna manera nos ha dicho lo cansado que está de que lo maltratemos, ahora nos toca ayudarle, ustedes dicen.

Secretario de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua.


El cielo comienza a oscurecerse, ¿serán las siete de la tarde o las ocho de la noche?, no importa, nos da lo mismo, ni siquiera sabemos el día en el que estamos, las estrellas, por alguna razón, brillan más cada vez que las miramos desde la ventana de nuestra habitación azul, lo bueno es que siguen estando presentes; en el interior de la casa ya se nos olvidó cómo suena el timbre, posiblemente ya ni sirva; el piso, al igual que las estrellas, brilla como nunca, ya llevamos dos trapeadores en un mes; platicar a través de la computadora se está convirtiendo en adicción, los celulares se repletan de mensajitos de WhatsApp, los recién graduados chamacos ya están aprendiendo a cocinar (bendito), a la maestra Claudia le duelen los huesos, desde la casa de al lado llega un exquisito olor a carne asada, pienso hacer lo mismo, no hay carbón, pensamiento cancelado y mientras todo esto acontece un invitado involuntario se empieza a asomar: el estrés.

Con esta pandemia de tierras asiáticas la salud de gran parte de la población mundial se ha visto deteriorada y no por portar el virus precisamente, sino por todas las derivaciones que han venido a presentarse como lo son: el temor a ser contagiados y perder la vida, o a que se contagie algún familiar o amigo, broncas para conciliar el sueño, pesadillas, migraña, dolor de las articulaciones, depresión, sentimiento de soledad, cansancio inexplicable y definitivamente intolerancia a los más pequeños detalles, es decir, todos, de alguna manera, estamos enfermos, estamos estresados, lo que implica que nuestro cuerpo se ubica en una situación de flaqueza haciendo más fácil que se infecte o contagie de cualquier virus en el entorno.

La capacidad que tenemos para adaptarnos a situaciones complicadas se le denomina resiliencia y ésta se construye paulatinamente en nuestra vida, pero lo primero que se requiere es querer hacerlo. Algunas acciones para llegar a ella son: establecer relaciones positivas con terceros, ya sean familiares, amigos o compañeros de trabajo; aceptar que el cambio es parte de nuestra existencia y que nosotros de alguna manera también debemos cambiar algunas maneras de actuar o de pensar, recordemos que una característica de cualquier objetivo (ya sea de corto, mediano o largo plazo), es su posibilidad de ser modificado conforme cambia el entorno; otro punto importante para construir resiliencia es el no perder la esperanza en el futuro, todas nuestras acciones de hoy tienen que ir encaminadas para un mejor mañana y esto implica dejar a un lado todo aquello que tememos, el miedo es una gran barrera que frena a quien se deje, no caigamos en él.

La vida ya no es igual a la de hace unos meses, la pandemia nos demostró la fragilidad de nuestro ser, de alguna manera ya hemos cambiado, nuestro pensamiento se ha modificado, nuestras manos están más arrugadas, el lazo de amistad se ha reforzado a pesar de la distancia física, nuestras lágrimas pesan más, nuestra risa se esconde entre las paredes de la casa, sin embargo, a diferencia de varios que se han adelantado en el camino, seguimos aquí, seguimos teniendo una finalidad en este mundo que de alguna manera nos ha dicho lo cansado que está de que lo maltratemos, ahora nos toca ayudarle, ustedes dicen.

Secretario de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua.