“¡No hay plan B, ni voto útil!”, respondió el presidente Enrique Peña Nieto a quienes sugerían un ajuste a la estrategia al ver que José Antonio Meade permanecía en tercer lugar en las encuestas, a pesar de que demostró en el segundo debate presidencial ser, de los cuatro, el mejor preparado para el cargo.
Lo dicho por el presidente no fue el conocido recurso boxístico de “tirar la toalla” aceptando la derrota anticipada; sino por el reconocimiento tácito de que hágase lo que se haga, la decisión del electorado ante las urnas, estará determinada más por el enojo que por el conocimiento y la razón.
Esto es, el electorado, como anotamos en la anterior entrega, es renuente a aceptar que en lo único que hemos empeorado es en la inseguridad y violencia; que la proporción de mexicanos en pobreza es hoy inferior a cualquier medición del siglo XX, y que tenemos un crecimiento económico aceptable.
Se duda de la creación de más de 4 millones de empleos; de que estamos pasando de ser exportadores de materias primas a exportadores de productos con valor agregado, del auge de la industria del turismo como generadora de divisas y que hoy México ocupa el sexto lugar mundial como destino.
“Se anota que la Ciudad de México por tener una voz desproporcionada en medios y academia, ha creado la idea de que a todo el país le ha ido mal. No es así: hay una disparidad regional: el centro-norte y norte del país ha crecido a ritmos importantes, en Nayarit-Sinaloa-Durango-Zacatecas, ha sido más lento.
“El sur del país ha estado estancado, y el centro se ha movido muy lento (incluida la CDMX). El golfo, con la crisis de Pemex, lleva años viviendo una tragedia… cada entidad ve el comportamiento económico de manera muy distinta”.
Entonces, concluiría el Presidente: se habla de una crisis cuando estamos creciendo económicamente, “pues si eso es crítico, está bien que cada quien lo califique como quiera”. Agregamos: pero si los datos no convencen al electorado votará en contra del candidato oficial y a favor de quienes buscan un cambio de régimen.
La respuesta se encuentra en otro enfoque: Dice Juan Ignacio Zavala (El Financiero 04/06/2018): Algo está pasando… que las elecciones ya no se deciden por el aspecto puramente económico. Sucede que en distintos países lo que gana elecciones… es la oferta de hacer política de manera diferente. La economía, con que sea estable, no preocupa mayor cosa. Lo que irrita a los ciudadanos es la corrupción, el abuso, el ver las mismas caras de esas aves de rapiña del presupuesto en que se ha convertido la mayoría de los políticos.
¿Y qué pasa en México? Décadas de disciplina en materia económica, reformas de fondo recientemente realizadas que generan grandes cantidades de inversión; si bien no hay un crecimiento llamativo de la economía, se puede hablar de que es estable y que somos un país competitivo en el mundo. ¿Entonces qué pasa? ¿Por qué puede ganar un tipo que no entiende nada de economía, que ni siquiera paga impuestos, un personaje que viene del país del blanco y negro, que no entiende el mundo y que todo lo reduce a frases efectistas? Es la política, estúpidos.
Se trata de quien promete ser honesto, no robar, tener nueva forma de decir las cosas, nuevos códigos de conducta de los funcionarios, nueva relación con la ciudadanía (rota hace mucho); se trata de quién es capaz de detenerse ante el dinero y hacer el bien, el que se pueda. Es la política, estúpidos.