/ jueves 5 de noviembre de 2020

¿Es momento de cambiar?

El Covid-19 ha puesto de manifiesto el colapso del sistema de partidos. Las personas creen más en un poder visible que en un conjunto de fuerzas impersonales en las que se desconfía. Y esto ha sido fundamental para explicar la tolerancia que persiste en la población que aún tiene la intención de voto a favor del proyecto lopezobradorista, a pesar de las deficiencias evidentes, errores u omisiones de muchas de las decisiones del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que dan prioridad a medidas populares más que aquellas políticamente costosas.

Una estructura política con una débil mancuerna, tanto con sus propios representados, como con la sociedad civil, hace que los sectores más vulnerables se aferren a cualquier caudillo que prometa medidas directas, aunque de dudosa eficacia, pero que disponga de los recursos que se solicitan con tanta urgencia. Cualquier injusticia social se considerará, en este caso, ya no como la indiferencia del pasado de un gobierno que ignora a los pobres, sino como las carencias de un gobierno que sigue prometiendo ofrecer, lo que ya no tiene, protección a los pobres.

Y este círculo vicioso sólo puede ser roto en las próximas elecciones por candidatos que no tengan nada que ocultar de su pasado político, que pudiera ser usado de parte de los partidarios de la Cuarta Transformación (4T) como medida amedrentadora para evitar cualquier intento de crítica confrontadora en contra del régimen. De lo contrario, la 4T seguirá practicando con éxito una política desintegradora de la sociedad para ganar más espacios de los que ya tiene, reduciendo las libertades con una sistematización perfeccionada de las medidas de control discrecional.

Todo lo que salga de los límites de la moral oficial dejará de ser bueno, pero sin la conciliación del pensamiento social de AMLO con las complejas realidades que vive nuestro país, sin lógica, sin la verdad en el pensamiento, nuestra libertad individual sólo se dará dentro del molde social que se nos imponga, nutrido por la experiencia de un solo hombre que no puede contener la visión del mundo y sin la conciencia de otros hombres que atesoren la experiencia histórica. Se ha preferido negar una libertad con más futuro imprevisible, para elegir un pequeño futuro predecible.

Sin duda, suprimiendo las libertades se pueden dictar buenas leyes, pero a costa de ir dañando a los individuos. Del mismo modo en que adecuadas políticas gubernamentales nos llevan a una robusta y sana economía como el único preservativo que se conoce para no hacer una mala economía, así también, podrá ser discutible que haya o no progreso intelectual cuando México registre un desarrollo económico, pero el progreso moral será indiscutible. Y como se aprecian la violencia social, doméstica y su tratamiento del Covid-19 en su momento actual, el sentido moral de la 4T es completamente equivocado. agusperezr@hotmail.com

El Covid-19 ha puesto de manifiesto el colapso del sistema de partidos. Las personas creen más en un poder visible que en un conjunto de fuerzas impersonales en las que se desconfía. Y esto ha sido fundamental para explicar la tolerancia que persiste en la población que aún tiene la intención de voto a favor del proyecto lopezobradorista, a pesar de las deficiencias evidentes, errores u omisiones de muchas de las decisiones del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que dan prioridad a medidas populares más que aquellas políticamente costosas.

Una estructura política con una débil mancuerna, tanto con sus propios representados, como con la sociedad civil, hace que los sectores más vulnerables se aferren a cualquier caudillo que prometa medidas directas, aunque de dudosa eficacia, pero que disponga de los recursos que se solicitan con tanta urgencia. Cualquier injusticia social se considerará, en este caso, ya no como la indiferencia del pasado de un gobierno que ignora a los pobres, sino como las carencias de un gobierno que sigue prometiendo ofrecer, lo que ya no tiene, protección a los pobres.

Y este círculo vicioso sólo puede ser roto en las próximas elecciones por candidatos que no tengan nada que ocultar de su pasado político, que pudiera ser usado de parte de los partidarios de la Cuarta Transformación (4T) como medida amedrentadora para evitar cualquier intento de crítica confrontadora en contra del régimen. De lo contrario, la 4T seguirá practicando con éxito una política desintegradora de la sociedad para ganar más espacios de los que ya tiene, reduciendo las libertades con una sistematización perfeccionada de las medidas de control discrecional.

Todo lo que salga de los límites de la moral oficial dejará de ser bueno, pero sin la conciliación del pensamiento social de AMLO con las complejas realidades que vive nuestro país, sin lógica, sin la verdad en el pensamiento, nuestra libertad individual sólo se dará dentro del molde social que se nos imponga, nutrido por la experiencia de un solo hombre que no puede contener la visión del mundo y sin la conciencia de otros hombres que atesoren la experiencia histórica. Se ha preferido negar una libertad con más futuro imprevisible, para elegir un pequeño futuro predecible.

Sin duda, suprimiendo las libertades se pueden dictar buenas leyes, pero a costa de ir dañando a los individuos. Del mismo modo en que adecuadas políticas gubernamentales nos llevan a una robusta y sana economía como el único preservativo que se conoce para no hacer una mala economía, así también, podrá ser discutible que haya o no progreso intelectual cuando México registre un desarrollo económico, pero el progreso moral será indiscutible. Y como se aprecian la violencia social, doméstica y su tratamiento del Covid-19 en su momento actual, el sentido moral de la 4T es completamente equivocado. agusperezr@hotmail.com