/ viernes 8 de mayo de 2020

Estoicismo, una ética para tiempos de crisis

¿Se han vuelto moda los estoicos? Quién sabe, quizá siempre han estado aquí, entre nosotros, pero les hallamos sólo en las dificultades con que la vida nos despierta del sopor que nos dan la seguridad y la certidumbre. Es entonces que buscamos salidas para la angustia y la ansiedad nacidas de la circunstancia, y en esa búsqueda es común hallar la actitud estoica.

¿Qué es el estoicismo? Es una doctrina o corriente filosófica de corte ético que ha contado con muchos seguidores a lo largo de la historia; se trata de una ética que promueve herramientas para afrontar el gran problema de la vida al convertirse ésta en un reto grande y complicado. A veces decimos que hay gente que se toma la vida con filosofía, con autodominio; esa es la filosofía del estoicismo.

La ética estoica fue fundada en el siglo IV antes de Cristo por Zenón de Citio y su influencia primera se alargó por casi quinientos años, tocando al cristianismo. Su prestigio se debió básicamente a que ayuda a las personas a encontrar tranquilidad intelectual, mental o espiritual, justo cuando más se necesita, es decir, en momentos críticos. Esta es razón necesaria y suficiente para que mantenga su vigencia hasta hoy.

En medio de la angustia y desesperación, cuando el ánimo parece ser arrastrado por la desesperanza y la incertidumbre de nuestra existencia, aparece esta filosofía, la cual es un correctivo a nuestra actitud frente al mundo, procurando una estabilidad emocional y una claridad intelectual en medio de la zozobra de nuestro ser.

Así fue como el estoicismo sembró el respeto del que goza durante tantos siglos, ostentándose con vigor en momentos de convulsión y confusión, lapsos históricos de desesperanza e incertidumbre. En las crisis –sean leves o graves-, la actitud estoica se acreditó como un notable auxilio para las personas.

Las crisis actuales no son tan distintas de las crisis de otros tiempos; temor, congoja, preocupación están aquí, y representan el riesgo constante como parte de nuestra naturaleza biológica, mental y social, es decir, de nuestro ser en su integridad.

La pandemia Covid-19 –que parece comenzar a dar tregua en algunos países- trae la crisis inevitable en muchos aspectos. Y ante la sacudida, buscamos agarrarnos de algo, algo sólido y firme, algo que nos dé la sensación que podemos confiar en ello para levantarnos o mantenernos de pie, algo que nos impida el desmoronamiento económico, físico, moral, intelectual o espiritual.

Entonces nos inclinamos hacia el estoicismo como actitud valiosa en estas circunstancias. Volteamos hacia filósofos como Séneca, Marco Aurelio o Epicteto, y ello tiene un potente significado: la vigencia del estoicismo, ya que la vida humana es un nudo de vicisitudes, subidas y caídas, ganancias y pérdidas. Hallar tranquilidad en medio de la zozobra, con fortaleza e inteligencia, es nuestra obligación ética.

¿Se han vuelto moda los estoicos? Quién sabe, quizá siempre han estado aquí, entre nosotros, pero les hallamos sólo en las dificultades con que la vida nos despierta del sopor que nos dan la seguridad y la certidumbre. Es entonces que buscamos salidas para la angustia y la ansiedad nacidas de la circunstancia, y en esa búsqueda es común hallar la actitud estoica.

¿Qué es el estoicismo? Es una doctrina o corriente filosófica de corte ético que ha contado con muchos seguidores a lo largo de la historia; se trata de una ética que promueve herramientas para afrontar el gran problema de la vida al convertirse ésta en un reto grande y complicado. A veces decimos que hay gente que se toma la vida con filosofía, con autodominio; esa es la filosofía del estoicismo.

La ética estoica fue fundada en el siglo IV antes de Cristo por Zenón de Citio y su influencia primera se alargó por casi quinientos años, tocando al cristianismo. Su prestigio se debió básicamente a que ayuda a las personas a encontrar tranquilidad intelectual, mental o espiritual, justo cuando más se necesita, es decir, en momentos críticos. Esta es razón necesaria y suficiente para que mantenga su vigencia hasta hoy.

En medio de la angustia y desesperación, cuando el ánimo parece ser arrastrado por la desesperanza y la incertidumbre de nuestra existencia, aparece esta filosofía, la cual es un correctivo a nuestra actitud frente al mundo, procurando una estabilidad emocional y una claridad intelectual en medio de la zozobra de nuestro ser.

Así fue como el estoicismo sembró el respeto del que goza durante tantos siglos, ostentándose con vigor en momentos de convulsión y confusión, lapsos históricos de desesperanza e incertidumbre. En las crisis –sean leves o graves-, la actitud estoica se acreditó como un notable auxilio para las personas.

Las crisis actuales no son tan distintas de las crisis de otros tiempos; temor, congoja, preocupación están aquí, y representan el riesgo constante como parte de nuestra naturaleza biológica, mental y social, es decir, de nuestro ser en su integridad.

La pandemia Covid-19 –que parece comenzar a dar tregua en algunos países- trae la crisis inevitable en muchos aspectos. Y ante la sacudida, buscamos agarrarnos de algo, algo sólido y firme, algo que nos dé la sensación que podemos confiar en ello para levantarnos o mantenernos de pie, algo que nos impida el desmoronamiento económico, físico, moral, intelectual o espiritual.

Entonces nos inclinamos hacia el estoicismo como actitud valiosa en estas circunstancias. Volteamos hacia filósofos como Séneca, Marco Aurelio o Epicteto, y ello tiene un potente significado: la vigencia del estoicismo, ya que la vida humana es un nudo de vicisitudes, subidas y caídas, ganancias y pérdidas. Hallar tranquilidad en medio de la zozobra, con fortaleza e inteligencia, es nuestra obligación ética.