/ viernes 28 de septiembre de 2018

Excentricidad hedonista y soberbia


Excéntrica y sin decoro,

una empresa chihuahuense…

vende sotol “hedonense”,

con limaduras de oro.


Y con la conocida sentencia… “aunque usted no lo crea”, me llamó en extremo la atención la mercadotecnia excéntrica y hedonista de una conocida empresa chihuahuense, productora de sotol de diversas calidades, que hoy comercializa “sotol con hojuelas de oro”; pero vamos por partes.

Un miembro de mi familia tuvo a bien obsequiarme una botella de sotol de conocida marca local; al recibirla ocurrió que la vi a contraluz y le dije a mi familiar: ¡Oye!, pero está llena de asientos; –Es cierto- dijo; -Qué raro- expresó. Sin embargo fijándome bien… vi que los asientos que flotaban brillaban en la botella; revisé la etiqueta que refería: 100% sotol añejo “oro puro”; y del cuello de la misma colgaba en cordón dorado… un tríptico promocional escrito en idioma inglés, que describía que el contenido había sido añejado por más de dos años en barrica francesa y contenía “hojuelas de oro de 24 quilates”; sotol de triple destilación con 38% de alcohol y 750 de volumen.

Mi familiar estaba sorprendido; me confesó que la botella la había adquirido por cerca de mil pesos, pero que no sabía lo de las hojuelas de oro. Un precio conservador para su contenido.

El mundo está lleno de excentricidades y de excéntricos; conservo un video de un sanitario de oro puro, fabricado en Malasia o en Hong Kong. En Inglaterra en Windermere, un restaurante vende el postre más caro del mundo -25 mil euros- desbancando con ello a otro restaurante de Nueva York, que ofrece un postre con hojas de oro en 18 mil euros; sólo que el restaurante inglés añade a las hojas de oro un diamante de 2 quilates, que va en la corona del postre. En Hong Kong, también una botella de whisky de Malta fue subastada por Shotheby´s en 628 mil dólares; y en Francia, la Casa Remy lanzó su coñac más caro –nueve mil dólares la botella-. Estas actitudes nos ligan con el hedonismo, la doctrina filosófica que considera el placer como el fin de la vida y a Epicuro como su proponente; esta burda corriente se liga íntimamente con uno de los vicios mayores del hombre… la soberbia –orgullo desmedido- también se traduce como gran magnificencia. Contestar con soberbia se hermana a la ira, cólera y rabia. Y es lo contrario a la humildad.

Una amoralidad para cualquier sociedad y religión. Pero cada persona tiene su dios personal y sus propios criterios. Las hojuelas de oro no las absorbe el intestino y sólo serán residuos intestinales; no mejoran el sabor del licor, ni aporta ningún bien al que lo toma, sólo la idea “soberbia” de ingerir y excretar oro, mientras un octavo de la población mundial padece hambre. Pero no requiere usted comprar una botella de este producto para hacer la “hedonista experiencia”, lave usted su argolla matrimonial –sin filos ni piedras- o una pieza de oro pequeña y roma y póngasela en la boca, y si desea hasta engúllala; en 24 horas o más la recuperará; rescátela o no lo haga en un acto de soberbia y será usted un ser “privilegiado” (?) que ingiere y excreta oro y además lo dilapida.

Como pueden ver, ésta es una experiencia y un producto para insensibles, inmaduros, lefios –personas que se creen superiores a otras. Presumido. Tonto o necio- y zafios –persona grosera o tosca-.

Pero si usted es un individuo –hombre o mujer- importante, poderoso y rico, e ingiere esta bebida... entonces será un individuo importante, poderoso y rico; y además… lefio y zafio.

El término “lefio” es un regionalismo y no está reconocido por la Real Academia Española.




Excéntrica y sin decoro,

una empresa chihuahuense…

vende sotol “hedonense”,

con limaduras de oro.


Y con la conocida sentencia… “aunque usted no lo crea”, me llamó en extremo la atención la mercadotecnia excéntrica y hedonista de una conocida empresa chihuahuense, productora de sotol de diversas calidades, que hoy comercializa “sotol con hojuelas de oro”; pero vamos por partes.

Un miembro de mi familia tuvo a bien obsequiarme una botella de sotol de conocida marca local; al recibirla ocurrió que la vi a contraluz y le dije a mi familiar: ¡Oye!, pero está llena de asientos; –Es cierto- dijo; -Qué raro- expresó. Sin embargo fijándome bien… vi que los asientos que flotaban brillaban en la botella; revisé la etiqueta que refería: 100% sotol añejo “oro puro”; y del cuello de la misma colgaba en cordón dorado… un tríptico promocional escrito en idioma inglés, que describía que el contenido había sido añejado por más de dos años en barrica francesa y contenía “hojuelas de oro de 24 quilates”; sotol de triple destilación con 38% de alcohol y 750 de volumen.

Mi familiar estaba sorprendido; me confesó que la botella la había adquirido por cerca de mil pesos, pero que no sabía lo de las hojuelas de oro. Un precio conservador para su contenido.

El mundo está lleno de excentricidades y de excéntricos; conservo un video de un sanitario de oro puro, fabricado en Malasia o en Hong Kong. En Inglaterra en Windermere, un restaurante vende el postre más caro del mundo -25 mil euros- desbancando con ello a otro restaurante de Nueva York, que ofrece un postre con hojas de oro en 18 mil euros; sólo que el restaurante inglés añade a las hojas de oro un diamante de 2 quilates, que va en la corona del postre. En Hong Kong, también una botella de whisky de Malta fue subastada por Shotheby´s en 628 mil dólares; y en Francia, la Casa Remy lanzó su coñac más caro –nueve mil dólares la botella-. Estas actitudes nos ligan con el hedonismo, la doctrina filosófica que considera el placer como el fin de la vida y a Epicuro como su proponente; esta burda corriente se liga íntimamente con uno de los vicios mayores del hombre… la soberbia –orgullo desmedido- también se traduce como gran magnificencia. Contestar con soberbia se hermana a la ira, cólera y rabia. Y es lo contrario a la humildad.

Una amoralidad para cualquier sociedad y religión. Pero cada persona tiene su dios personal y sus propios criterios. Las hojuelas de oro no las absorbe el intestino y sólo serán residuos intestinales; no mejoran el sabor del licor, ni aporta ningún bien al que lo toma, sólo la idea “soberbia” de ingerir y excretar oro, mientras un octavo de la población mundial padece hambre. Pero no requiere usted comprar una botella de este producto para hacer la “hedonista experiencia”, lave usted su argolla matrimonial –sin filos ni piedras- o una pieza de oro pequeña y roma y póngasela en la boca, y si desea hasta engúllala; en 24 horas o más la recuperará; rescátela o no lo haga en un acto de soberbia y será usted un ser “privilegiado” (?) que ingiere y excreta oro y además lo dilapida.

Como pueden ver, ésta es una experiencia y un producto para insensibles, inmaduros, lefios –personas que se creen superiores a otras. Presumido. Tonto o necio- y zafios –persona grosera o tosca-.

Pero si usted es un individuo –hombre o mujer- importante, poderoso y rico, e ingiere esta bebida... entonces será un individuo importante, poderoso y rico; y además… lefio y zafio.

El término “lefio” es un regionalismo y no está reconocido por la Real Academia Española.