/ martes 12 de mayo de 2020

Fácil destruir, difícil construir I

“Si un hombre acepta los aplausos de la gente cuando hace algo bueno, debe aceptar los silbidos cuando hace algo malo”: Stokowski


En todos los regímenes políticos, los herederos del poder deben empezar deslumbrando a las masas, al pueblo o a la plebe (Roma), consejo de Maquiavelo. Lo más sutil y convincente son las promesas y las mentiras. Vivimos épocas que nos permiten valorar lo que como ciudadanos instalamos en el poder. No todo lo que se hizo antes se hizo mal, por ello los que todo condenan, los que afirman el caos y el desastre, son herencias de regímenes anteriores, ciertamente, utilizan la posverdad y, la más cruda demagogia. Sólo lo que el gobernante en turno dice es palabra de “rey”, de un plumazo destruye toda la historia, sin embargo la memoria colectiva dice, “hubo grandes épocas, obras y se vivía mejor, sin sobresaltos”.

Lo peor que le puede pasar a un pueblo es vivir en la incertidumbre, derivada de los caprichos y ocurrencias del gobernante, que tendrán como paganos a los moradores de la nación. Tres revoluciones nos ilustrarán: la mexicana, que iniciaron y comandaron personas que querían el poder político que el porfiriato les negaba: los acaudalados maderistas. Masas de campesinos, rancheros y nacientes proletarios, impulsados por intelectuales anarco-sindicalistas, poco a poco se unieron a las luchas de la democracia-burguesa, que fue el carácter que tuvo nuestra revolución. Carranza era enemigo acérrimo de la revolución agraria y de la educación laica. Principios que añadió la Constitución de 1917, gracias a diputados liberal-revolucionarios como: Heriberto Jara y Francisco J. Múgica.

La Revolución China de 1912, contra la monarquía china y, que encabezó Sun Yat Sen, liberal republicano, en las ciudades, prendió el movimiento, pero al llegar al poder Yuan Shi Kai, se estableció una dictadura militar, que acabó con la monarquía imperial. La Revolución Rusa, de 1917, no sólo derrocó al régimen zarista imperial, sino que enfrentó a los revolucionarios mencheviques, contra los bolcheviques y hubo tremendos baños de sangre. Los bolcheviques tomaron el poder y fundaron la URSS, sometiendo a pueblos y comarcas al nuevo régimen, “los socializaron” a la fuerza.

Por este noble medio expreso mi más sentido pésame a familiares y amigos por la partida de nuestro compañero Pablo Bernach Lizárraga. En paz descanse.


“Si un hombre acepta los aplausos de la gente cuando hace algo bueno, debe aceptar los silbidos cuando hace algo malo”: Stokowski


En todos los regímenes políticos, los herederos del poder deben empezar deslumbrando a las masas, al pueblo o a la plebe (Roma), consejo de Maquiavelo. Lo más sutil y convincente son las promesas y las mentiras. Vivimos épocas que nos permiten valorar lo que como ciudadanos instalamos en el poder. No todo lo que se hizo antes se hizo mal, por ello los que todo condenan, los que afirman el caos y el desastre, son herencias de regímenes anteriores, ciertamente, utilizan la posverdad y, la más cruda demagogia. Sólo lo que el gobernante en turno dice es palabra de “rey”, de un plumazo destruye toda la historia, sin embargo la memoria colectiva dice, “hubo grandes épocas, obras y se vivía mejor, sin sobresaltos”.

Lo peor que le puede pasar a un pueblo es vivir en la incertidumbre, derivada de los caprichos y ocurrencias del gobernante, que tendrán como paganos a los moradores de la nación. Tres revoluciones nos ilustrarán: la mexicana, que iniciaron y comandaron personas que querían el poder político que el porfiriato les negaba: los acaudalados maderistas. Masas de campesinos, rancheros y nacientes proletarios, impulsados por intelectuales anarco-sindicalistas, poco a poco se unieron a las luchas de la democracia-burguesa, que fue el carácter que tuvo nuestra revolución. Carranza era enemigo acérrimo de la revolución agraria y de la educación laica. Principios que añadió la Constitución de 1917, gracias a diputados liberal-revolucionarios como: Heriberto Jara y Francisco J. Múgica.

La Revolución China de 1912, contra la monarquía china y, que encabezó Sun Yat Sen, liberal republicano, en las ciudades, prendió el movimiento, pero al llegar al poder Yuan Shi Kai, se estableció una dictadura militar, que acabó con la monarquía imperial. La Revolución Rusa, de 1917, no sólo derrocó al régimen zarista imperial, sino que enfrentó a los revolucionarios mencheviques, contra los bolcheviques y hubo tremendos baños de sangre. Los bolcheviques tomaron el poder y fundaron la URSS, sometiendo a pueblos y comarcas al nuevo régimen, “los socializaron” a la fuerza.

Por este noble medio expreso mi más sentido pésame a familiares y amigos por la partida de nuestro compañero Pablo Bernach Lizárraga. En paz descanse.