/ martes 26 de mayo de 2020

Fácil destruir, difícil construir. II

El espíritu de la revancha lleva una envoltura de odio y de frustraciones acumuladas en los actos de gobierno. El pueblo de rehén es fracturado para fortalecer un régimen pseudosocialista autoritario, que nos lleve al retroceso. El gobierno del dictador difama y quebranta el México que surgió de los campos de batalla de la Revolución Mexicana, la reforma agraria, la escuela rural, el impulso al campo industrial, que derivó en un desarrollo comercial, de servicios y turístico. Se quiere denigrar la gran obra revolucionaria en la educación, que en palabras del gran economista, filósofo e historiador, Jesús Silva Herzog expresó: “La obra educativa de la revolución, con sus momentos de avance lento o de dinámico desarrollo, justifica por sí misma el proceso revolucionario”.

Todo lo hecho con el esfuerzo de nuestro pueblo, para los morenos fue mal hecho y no sirve. Estos epígonos, dignos representantes de los peores momentos, que vivió el socialismo autoritario y antidemocrático, en el siglo XX, se ostentan como dioses del Olimpo, con un autócrata presidente que como un Zeus furioso, lanza rayos contra quienes osan diferir de sus ocurrencias, como la de desaparecer las estancias infantiles, y exigir que los abuelos, enfermos, débiles y en la miseria, cuiden a los millones de niños, cuando sus padres puedan volver a sus trabajos.

El pueblo mexicano no quiere dádivas, quiere trabajar y tener poder adquisitivo, sin embargo, el dictador rechaza cualquier opinión contraria a las desapariciones de instituciones y fideicomisos que tengan por objetivo elevar el nivel educativo, científico y tecnológico de las juventudes mexicanas. Como no tiene dinero (¿?) y no quiere deudas, su única salida es exprimir a los trabajadores con el incremento de la inflación -impuesto camuflado-, crear nuevos impuestos, elevar los costos de los servicios del gobierno y eliminando subsidios, sobre todo al campo de la patria. ¿Y las obras no prioritarias? Claro que tienen bien asegurados los miles de millones de dólares de sus presupuestos. La salud, la pandemia, la crisis de las actividades económicas, simplemente que acumulen miseria y conviertan a nuestra patria en una nación digna de conmiseración. ¡México, no merece eso!

El espíritu de la revancha lleva una envoltura de odio y de frustraciones acumuladas en los actos de gobierno. El pueblo de rehén es fracturado para fortalecer un régimen pseudosocialista autoritario, que nos lleve al retroceso. El gobierno del dictador difama y quebranta el México que surgió de los campos de batalla de la Revolución Mexicana, la reforma agraria, la escuela rural, el impulso al campo industrial, que derivó en un desarrollo comercial, de servicios y turístico. Se quiere denigrar la gran obra revolucionaria en la educación, que en palabras del gran economista, filósofo e historiador, Jesús Silva Herzog expresó: “La obra educativa de la revolución, con sus momentos de avance lento o de dinámico desarrollo, justifica por sí misma el proceso revolucionario”.

Todo lo hecho con el esfuerzo de nuestro pueblo, para los morenos fue mal hecho y no sirve. Estos epígonos, dignos representantes de los peores momentos, que vivió el socialismo autoritario y antidemocrático, en el siglo XX, se ostentan como dioses del Olimpo, con un autócrata presidente que como un Zeus furioso, lanza rayos contra quienes osan diferir de sus ocurrencias, como la de desaparecer las estancias infantiles, y exigir que los abuelos, enfermos, débiles y en la miseria, cuiden a los millones de niños, cuando sus padres puedan volver a sus trabajos.

El pueblo mexicano no quiere dádivas, quiere trabajar y tener poder adquisitivo, sin embargo, el dictador rechaza cualquier opinión contraria a las desapariciones de instituciones y fideicomisos que tengan por objetivo elevar el nivel educativo, científico y tecnológico de las juventudes mexicanas. Como no tiene dinero (¿?) y no quiere deudas, su única salida es exprimir a los trabajadores con el incremento de la inflación -impuesto camuflado-, crear nuevos impuestos, elevar los costos de los servicios del gobierno y eliminando subsidios, sobre todo al campo de la patria. ¿Y las obras no prioritarias? Claro que tienen bien asegurados los miles de millones de dólares de sus presupuestos. La salud, la pandemia, la crisis de las actividades económicas, simplemente que acumulen miseria y conviertan a nuestra patria en una nación digna de conmiseración. ¡México, no merece eso!