/ viernes 18 de enero de 2019

“Fake news” y educación

Uno de los mayores riesgos de la ampliación de las actividades informativas a través de la internet es, indudablemente, la proliferación de noticias falsas (o “fake news”, en inglés), una manifestación del pseudoperiodismo que se ha instalado cómodamente en portales digitales, blogs y redes sociales.

Algunos medios de comunicación reconocidos por su histórica función informativa caen en el juego de las notas falsas generadas por dicho pseudoperiodismo, expresando luego sus sentidas disculpas por la falta de cuidado al elegir dicho contenido.

La publicación deliberada de “fake news” es manifestación de deshonestidad informativa que va más allá de una broma; se trata de una intención perversa que se vale de la confianza (y muchas veces ingenuidad) del público que resulta engañado. El objetivo, entonces, es desinformar, y eso es hacer daño.

El acto deshonesto en sí mismo –es decir, la difusión de notas falsas- es reprobable, ciertamente; pero cuando se estiman las consecuencias que pudiera traer consigo para quienes deciden basándose en mentiras, el daño se potencializa. Hay que enfrentar este problema.

Las “fake news” son un engaño que debemos prevenir y combatir. Para ello, es necesaria la educación formal de los ciudadanos en general y no sólo de estudiantes de carreras de comunicación o información. Urge una asignatura encargada de alertarnos y prepararnos con herramientas críticas para enfrentar a los mentirosos y sus publicaciones.

Conocer y reconocer las publicaciones mentirosas tiene que convertirse en una habilidad elemental del ciudadano, y para lograrlo se requiere, primeramente, fomentar el respeto a la verdad, valorar los hechos y lo que decimos sobre ellos. Esta es una competencia epistemológica, filosóficamente hablando.

Pero también necesitamos una formación crítica que nos dote de habilidades intelectuales para discernir lo racional de lo absurdo, lo real de lo ficticio; se trata de ser lógicos y objetivos, rasgos del ciudadano preparado para hacer frente a la mentira pululante.

Si hay que andar bajo una lluvia constante de mentiras, vamos fabricando el impermeable del escepticismo y salgamos con el ánimo de honrar la verdad, de respetar los hechos.

Uno de los mayores riesgos de la ampliación de las actividades informativas a través de la internet es, indudablemente, la proliferación de noticias falsas (o “fake news”, en inglés), una manifestación del pseudoperiodismo que se ha instalado cómodamente en portales digitales, blogs y redes sociales.

Algunos medios de comunicación reconocidos por su histórica función informativa caen en el juego de las notas falsas generadas por dicho pseudoperiodismo, expresando luego sus sentidas disculpas por la falta de cuidado al elegir dicho contenido.

La publicación deliberada de “fake news” es manifestación de deshonestidad informativa que va más allá de una broma; se trata de una intención perversa que se vale de la confianza (y muchas veces ingenuidad) del público que resulta engañado. El objetivo, entonces, es desinformar, y eso es hacer daño.

El acto deshonesto en sí mismo –es decir, la difusión de notas falsas- es reprobable, ciertamente; pero cuando se estiman las consecuencias que pudiera traer consigo para quienes deciden basándose en mentiras, el daño se potencializa. Hay que enfrentar este problema.

Las “fake news” son un engaño que debemos prevenir y combatir. Para ello, es necesaria la educación formal de los ciudadanos en general y no sólo de estudiantes de carreras de comunicación o información. Urge una asignatura encargada de alertarnos y prepararnos con herramientas críticas para enfrentar a los mentirosos y sus publicaciones.

Conocer y reconocer las publicaciones mentirosas tiene que convertirse en una habilidad elemental del ciudadano, y para lograrlo se requiere, primeramente, fomentar el respeto a la verdad, valorar los hechos y lo que decimos sobre ellos. Esta es una competencia epistemológica, filosóficamente hablando.

Pero también necesitamos una formación crítica que nos dote de habilidades intelectuales para discernir lo racional de lo absurdo, lo real de lo ficticio; se trata de ser lógicos y objetivos, rasgos del ciudadano preparado para hacer frente a la mentira pululante.

Si hay que andar bajo una lluvia constante de mentiras, vamos fabricando el impermeable del escepticismo y salgamos con el ánimo de honrar la verdad, de respetar los hechos.