/ viernes 19 de febrero de 2021

Familia fracturada

En una página titulada “Haciendo la diferencia” encontré un interesante texto del cual copio aquí algunas líneas.

La familia está fracturada… porque no tenemos raíces profundas de fe. Está fracturada porque tenemos confusos nuestros valores y prioridades, trabajamos sin descanso por una casa, un carro y unos bienes perecederos, y ponemos nuestro corazón y nuestras metas en esas cosas pasajeras y superfluas.

La familia está herida porque no inculcamos a nuestros hijos el amor a Dios y al prójimo, porque no aceptamos que nuestros hijos sean personas con defectos y necesitados de corrección. Porque no toleramos que se les llame la atención, y nos convertimos en fieras cuando algún profesor los llama al orden. Estamos heridos, porque le huimos a la palabra sencillez, porque no aceptamos la austeridad ni la pobreza, porque creemos que tenemos el derecho de ser servidos, pero no nos gusta servir. Porque criamos hijos orgullosos y soberbios al haberles puesto el mundo en bandeja y les bloqueamos la capacidad de aceptar la frustración y la dificultad.

La familia está herida porque no sabemos perdonar, porque no sabemos hablar sin herir al otro, porque le pedimos a los nuestros una perfección que no tenemos. Porque caímos en el error de considerar el matrimonio como algo desechable.

La familia está herida, porque relativizamos la verdad, porque aceptamos la infidelidad, el maltrato verbal y físico, porque humillamos a nuestra pareja delante de nuestros hijos o nuestros amigos. Porque guardamos silencio ante el pecado. Definitivamente, es tiempo de ser mejores familias, de reconocer humildemente nuestros errores, de dar lo mejor de nosotros mismos porque nunca hay tiempo para orar. Tiempo de abrir las puertas de nuestros hogares de par en par, para dejar entrar a Dios

Es tiempo para dedicarlo a nuestros hijos, de decirles: “aquí estoy”, de enseñarles con obras más que con palabras, que aunque la vida sea dura, siempre podrán contar con nuestra ayuda. Es tiempo de volver al primer amor.

La familia no ha sido lastimada tan sólo con estas nuevas doctrinas e ideologías que tanto nos alarman…, es que tú o yo como padres, nos hemos encargado de abrir heridas en eso que decimos amar con toda el alma. Tal vez, hemos perdido el norte por estar buscando las cosas de abajo y olvidado las de arriba. Sí, tal vez, se nos olvidó que la meta es el cielo.

Personalmente coincido en todo lo dicho arriba, pero me gustaría subrayar que los errores sociales están presentes en la colectividad por las piezas que componen el rompecabezas. Es decir, que mis errores personales son como células cancerígenas que suelen producir metástasis. El tejido social es un organismo vivo que se nutre por la sangre, y todos los órganos del cuerpo colaboran en la salud o en la enfermedad del resto. Denunciar las deficiencias en la educación no debe ser considerado como una simple queja amarga, sino como la base de un proceso de mejora.

www.padrealejandro.org

En una página titulada “Haciendo la diferencia” encontré un interesante texto del cual copio aquí algunas líneas.

La familia está fracturada… porque no tenemos raíces profundas de fe. Está fracturada porque tenemos confusos nuestros valores y prioridades, trabajamos sin descanso por una casa, un carro y unos bienes perecederos, y ponemos nuestro corazón y nuestras metas en esas cosas pasajeras y superfluas.

La familia está herida porque no inculcamos a nuestros hijos el amor a Dios y al prójimo, porque no aceptamos que nuestros hijos sean personas con defectos y necesitados de corrección. Porque no toleramos que se les llame la atención, y nos convertimos en fieras cuando algún profesor los llama al orden. Estamos heridos, porque le huimos a la palabra sencillez, porque no aceptamos la austeridad ni la pobreza, porque creemos que tenemos el derecho de ser servidos, pero no nos gusta servir. Porque criamos hijos orgullosos y soberbios al haberles puesto el mundo en bandeja y les bloqueamos la capacidad de aceptar la frustración y la dificultad.

La familia está herida porque no sabemos perdonar, porque no sabemos hablar sin herir al otro, porque le pedimos a los nuestros una perfección que no tenemos. Porque caímos en el error de considerar el matrimonio como algo desechable.

La familia está herida, porque relativizamos la verdad, porque aceptamos la infidelidad, el maltrato verbal y físico, porque humillamos a nuestra pareja delante de nuestros hijos o nuestros amigos. Porque guardamos silencio ante el pecado. Definitivamente, es tiempo de ser mejores familias, de reconocer humildemente nuestros errores, de dar lo mejor de nosotros mismos porque nunca hay tiempo para orar. Tiempo de abrir las puertas de nuestros hogares de par en par, para dejar entrar a Dios

Es tiempo para dedicarlo a nuestros hijos, de decirles: “aquí estoy”, de enseñarles con obras más que con palabras, que aunque la vida sea dura, siempre podrán contar con nuestra ayuda. Es tiempo de volver al primer amor.

La familia no ha sido lastimada tan sólo con estas nuevas doctrinas e ideologías que tanto nos alarman…, es que tú o yo como padres, nos hemos encargado de abrir heridas en eso que decimos amar con toda el alma. Tal vez, hemos perdido el norte por estar buscando las cosas de abajo y olvidado las de arriba. Sí, tal vez, se nos olvidó que la meta es el cielo.

Personalmente coincido en todo lo dicho arriba, pero me gustaría subrayar que los errores sociales están presentes en la colectividad por las piezas que componen el rompecabezas. Es decir, que mis errores personales son como células cancerígenas que suelen producir metástasis. El tejido social es un organismo vivo que se nutre por la sangre, y todos los órganos del cuerpo colaboran en la salud o en la enfermedad del resto. Denunciar las deficiencias en la educación no debe ser considerado como una simple queja amarga, sino como la base de un proceso de mejora.

www.padrealejandro.org