/ martes 8 de diciembre de 2020

Felicidades, UACh


Las personas que transforman una sociedad son ampliamente sensibles a lo que sucede en su tiempo y su espacio, tienen la inmensa habilidad de reconocer los reclamos, las necesidades pero también vislumbran entre los problemas la forma de encontrar una solución.

Alguien visionario no rehúye los problemas de su tiempo, pero tiene una cualidad determinante, no se queda ahogado en las quejas y la desesperanza. Escucha, observa, pero no para la autolamentación sino para encontrar el terreno propicio para edificar. Las mujeres y hombres que hace 66 años lograron consolidar la fundación de la universidad fueron visionarios porque la raíz que plantaron hasta la fecha sigue dando frutos, pero tuvieron además una idea muy clara de que el conocimiento no se logra con rupturas radicales, sino con el reconocimiento de la tradición; no para mantenerla intacta, sí para actualizarla a nuestro tiempo. El Instituto Científico y Literario es un gran precedente del proyecto universitario. En dicho centro educativo las humanidades, las ciencias y las artes se impartían como un todo indisoluble. La Renovación DS retoma este espíritu, pero bajo las premisas del tercer milenio.

La UACh llega a este aniversario en medio de una pandemia, en un entorno socioeconómico muy complejo y en una redefinición planetaria de lo que debe ser el papel de la educación y las universidades. En estos tiempos de la sociedad interconectada, el flujo libre de la información, las nuevas formas de aprendizaje están cambiando todo aquello que nos habían enseñado como algo “inamovible”.

Por fortuna, en nuestra alma máter vimos venir este desafío. Por eso en un ejercicio colectivo decidimos afrontar los retos. Siempre hemos dicho que la incertidumbre es un elemento inevitable a la existencia humana y a todo nuestro quehacer. Lo habíamos mencionado con insistencia en entrevistas, foros y conferencias. Llegó el Covid y todo aquello que habíamos teorizado y pensado en fases se aceleró. La necesidad es la madre de todo conocimiento. Hemos tenido la facilidad para adaptarnos al cambio, demostrando que la actitud de sobreponerse a la adversidad está en nuestro ADN.

Una vez que nos toque regresar a la vida cotidiana, el retorno no será a la “normalidad” que conocíamos antes. No lo digo en un tono fatalista, pero sí directo: tendremos escenarios inéditos, nuevos problemas y con ello deberemos encontrar nuevas soluciones.

La universidad no está en los edificios, los laboratorios o los salones de clase. Está en las personas, un verdadero universitario lo es siempre y en todo contexto. Ser universitario significa generosidad ante las necesidades del prójimo, sensibilidad para la cultura, curiosidad científica, un agente de promoción de los Derechos Humanos, una mentalidad que entiende su entorno, lo critica y pone manos a la obra para transformarlo.

Eso tiene que festejar la UACh, que durante décadas ha sido soporte del desarrollo de Chihuahua, que en sus egresados y estudiantes tiene una fuerza de creación firme. Los deberes que nos exige nuestro tiempo son grandes, también nuestra voluntad para responder sin titubeos.



Las personas que transforman una sociedad son ampliamente sensibles a lo que sucede en su tiempo y su espacio, tienen la inmensa habilidad de reconocer los reclamos, las necesidades pero también vislumbran entre los problemas la forma de encontrar una solución.

Alguien visionario no rehúye los problemas de su tiempo, pero tiene una cualidad determinante, no se queda ahogado en las quejas y la desesperanza. Escucha, observa, pero no para la autolamentación sino para encontrar el terreno propicio para edificar. Las mujeres y hombres que hace 66 años lograron consolidar la fundación de la universidad fueron visionarios porque la raíz que plantaron hasta la fecha sigue dando frutos, pero tuvieron además una idea muy clara de que el conocimiento no se logra con rupturas radicales, sino con el reconocimiento de la tradición; no para mantenerla intacta, sí para actualizarla a nuestro tiempo. El Instituto Científico y Literario es un gran precedente del proyecto universitario. En dicho centro educativo las humanidades, las ciencias y las artes se impartían como un todo indisoluble. La Renovación DS retoma este espíritu, pero bajo las premisas del tercer milenio.

La UACh llega a este aniversario en medio de una pandemia, en un entorno socioeconómico muy complejo y en una redefinición planetaria de lo que debe ser el papel de la educación y las universidades. En estos tiempos de la sociedad interconectada, el flujo libre de la información, las nuevas formas de aprendizaje están cambiando todo aquello que nos habían enseñado como algo “inamovible”.

Por fortuna, en nuestra alma máter vimos venir este desafío. Por eso en un ejercicio colectivo decidimos afrontar los retos. Siempre hemos dicho que la incertidumbre es un elemento inevitable a la existencia humana y a todo nuestro quehacer. Lo habíamos mencionado con insistencia en entrevistas, foros y conferencias. Llegó el Covid y todo aquello que habíamos teorizado y pensado en fases se aceleró. La necesidad es la madre de todo conocimiento. Hemos tenido la facilidad para adaptarnos al cambio, demostrando que la actitud de sobreponerse a la adversidad está en nuestro ADN.

Una vez que nos toque regresar a la vida cotidiana, el retorno no será a la “normalidad” que conocíamos antes. No lo digo en un tono fatalista, pero sí directo: tendremos escenarios inéditos, nuevos problemas y con ello deberemos encontrar nuevas soluciones.

La universidad no está en los edificios, los laboratorios o los salones de clase. Está en las personas, un verdadero universitario lo es siempre y en todo contexto. Ser universitario significa generosidad ante las necesidades del prójimo, sensibilidad para la cultura, curiosidad científica, un agente de promoción de los Derechos Humanos, una mentalidad que entiende su entorno, lo critica y pone manos a la obra para transformarlo.

Eso tiene que festejar la UACh, que durante décadas ha sido soporte del desarrollo de Chihuahua, que en sus egresados y estudiantes tiene una fuerza de creación firme. Los deberes que nos exige nuestro tiempo son grandes, también nuestra voluntad para responder sin titubeos.