/ viernes 3 de enero de 2020

¿Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo?

Una Navidad más y un nuevo año que inicia, la gran mayoría de la población con una gran voluntad, aunque con una leve esperanza de mejorar las cosas, la situación familiar, la económica, aunque ésta no dependa exclusivamente de nadie personalmente, todos rogándole a Dios, al Dios de cada quien en última instancia, como lo señala el propio Papa Francisco, pero el mejoramiento de cada uno y de todos, ya salió definitivamente del entorno particular, ya son otras circunstancias las que deciden qué clase de vida tendremos, tendrán nuestros hijos, aunque tengamos la premisa de nuestra doctrina de ayúdate que Dios te ayudará.

Tiene nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, quizá la mejor voluntad de ayudarnos, de ayudar a los más pobres, probablemente en este primer año de gobierno de la denominada por la propio administración, la Cuarta Transformación, un avance y una esperanza cuando prácticamente se desmantela toda la administración federal y los recursos se reparten en forma directa a la gente en diferentes formas, pero todas sin excepción sin ningún control real y sin ninguna fuente de abastecimiento para poder no ofrecer, sino cumplir para que estos apoyos a diestra y siniestra se sigan otorgando al grueso de la población, a los más fregados que ahora serán los más esperanzados.

El presidente no deja de afirmar que avanzamos, que vamos bien, que México será otro en poco tiempo, aunque las circunstancias y sobre todo los hechos digan que seguirá más de lo mismo, aunque con otra mayoría de gente en el poder ávida de disfrutar de las grandes oportunidades que la vida y la democracia les brinda y con grandes maestros que les pueden más que enseñar hasta doctorarlos como Manuel Bartlett, Napoleón Gómez Urrutia, Elba Esther Gordillo, etcétera, etcétera.

Pienso sinceramente que don Andrés Manuel López Obrador tiene el firme y sincero propósito de cambiar a México, de sacar de la pobreza a los millones de mexicanos que nada más han contribuido a hacer ricos y poderosos a unos cuantos, pero no tiene los elementos ni los recursos necesarios para lograrlo.

Su principal obstáculo es que su primer año de gobierno se convirtió en el más violento de la historia moderna, que no hay rumbo en la administración federal para a través de las instituciones, ahora desmanteladas, hacer una verdadera mancuerna con el grueso de los mexicanos y si bien habría necesidad de un sacrificio más, se aceptaría con gusto para tener la esperanza de un México con más mexicanos mejores, más preparados y con mejores y más valiosas oportunidades de desarrollo.

Pero el presidente tiene varios petardos a punto de estallarle que no quiere ver; el tren peninsular en el sureste que más que resultados comerciales y turísticos parece que tiene caprichos de hacer un paseo dominical en trenecito, pero como con el aeropuerto en México, se amachará como con Santa Lucía, este segundo año que inicia su administración podría ser la del despegue si el presidente verdaderamente se deja ayudar con gentes capaces y conocedoras del desarrollo mexicano que, aunque no se crea si tenemos, pero tampoco nunca se les dan las oportunidades.

Pero los petardos graves son: el increíble avance del crimen organizado en el país ya destapado abiertamente y con derechos reservados como en Culiacán; el asunto de los mormones en Sonora-Chihuahua, que no se crea que es enchílenme otra, ahí debe de haber un trasfondo que nadie de la opinión pública conocemos, porque una lamentable y dolorosa masacre como la que ahí se perpetró no es cosa de unos ajustes ni de un pequeño arreglo de cuentas, es algo verdaderamente serio que seguramente pagó gente totalmente inocente, mujeres y niños y que forzosamente, caiga quien caiga, como se dice en el argot policiaco, tiene que quedar esclarecido con todas sus consecuencias.

Otro foco más que rojo es la posibilidad, ante la inmadurez de altos funcionarios de la Conagua de tratar de vaciar las presas de Chihuahua, para que rieguen productores de Tamaulipas, entonces sí, podrían prender la mecha que incendiaría al país.

Insisto, tenemos que creer en el presidente, pero el presidente tiene que creer en todos los mexicanos.

Una Navidad más y un nuevo año que inicia, la gran mayoría de la población con una gran voluntad, aunque con una leve esperanza de mejorar las cosas, la situación familiar, la económica, aunque ésta no dependa exclusivamente de nadie personalmente, todos rogándole a Dios, al Dios de cada quien en última instancia, como lo señala el propio Papa Francisco, pero el mejoramiento de cada uno y de todos, ya salió definitivamente del entorno particular, ya son otras circunstancias las que deciden qué clase de vida tendremos, tendrán nuestros hijos, aunque tengamos la premisa de nuestra doctrina de ayúdate que Dios te ayudará.

Tiene nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, quizá la mejor voluntad de ayudarnos, de ayudar a los más pobres, probablemente en este primer año de gobierno de la denominada por la propio administración, la Cuarta Transformación, un avance y una esperanza cuando prácticamente se desmantela toda la administración federal y los recursos se reparten en forma directa a la gente en diferentes formas, pero todas sin excepción sin ningún control real y sin ninguna fuente de abastecimiento para poder no ofrecer, sino cumplir para que estos apoyos a diestra y siniestra se sigan otorgando al grueso de la población, a los más fregados que ahora serán los más esperanzados.

El presidente no deja de afirmar que avanzamos, que vamos bien, que México será otro en poco tiempo, aunque las circunstancias y sobre todo los hechos digan que seguirá más de lo mismo, aunque con otra mayoría de gente en el poder ávida de disfrutar de las grandes oportunidades que la vida y la democracia les brinda y con grandes maestros que les pueden más que enseñar hasta doctorarlos como Manuel Bartlett, Napoleón Gómez Urrutia, Elba Esther Gordillo, etcétera, etcétera.

Pienso sinceramente que don Andrés Manuel López Obrador tiene el firme y sincero propósito de cambiar a México, de sacar de la pobreza a los millones de mexicanos que nada más han contribuido a hacer ricos y poderosos a unos cuantos, pero no tiene los elementos ni los recursos necesarios para lograrlo.

Su principal obstáculo es que su primer año de gobierno se convirtió en el más violento de la historia moderna, que no hay rumbo en la administración federal para a través de las instituciones, ahora desmanteladas, hacer una verdadera mancuerna con el grueso de los mexicanos y si bien habría necesidad de un sacrificio más, se aceptaría con gusto para tener la esperanza de un México con más mexicanos mejores, más preparados y con mejores y más valiosas oportunidades de desarrollo.

Pero el presidente tiene varios petardos a punto de estallarle que no quiere ver; el tren peninsular en el sureste que más que resultados comerciales y turísticos parece que tiene caprichos de hacer un paseo dominical en trenecito, pero como con el aeropuerto en México, se amachará como con Santa Lucía, este segundo año que inicia su administración podría ser la del despegue si el presidente verdaderamente se deja ayudar con gentes capaces y conocedoras del desarrollo mexicano que, aunque no se crea si tenemos, pero tampoco nunca se les dan las oportunidades.

Pero los petardos graves son: el increíble avance del crimen organizado en el país ya destapado abiertamente y con derechos reservados como en Culiacán; el asunto de los mormones en Sonora-Chihuahua, que no se crea que es enchílenme otra, ahí debe de haber un trasfondo que nadie de la opinión pública conocemos, porque una lamentable y dolorosa masacre como la que ahí se perpetró no es cosa de unos ajustes ni de un pequeño arreglo de cuentas, es algo verdaderamente serio que seguramente pagó gente totalmente inocente, mujeres y niños y que forzosamente, caiga quien caiga, como se dice en el argot policiaco, tiene que quedar esclarecido con todas sus consecuencias.

Otro foco más que rojo es la posibilidad, ante la inmadurez de altos funcionarios de la Conagua de tratar de vaciar las presas de Chihuahua, para que rieguen productores de Tamaulipas, entonces sí, podrían prender la mecha que incendiaría al país.

Insisto, tenemos que creer en el presidente, pero el presidente tiene que creer en todos los mexicanos.