/ jueves 5 de marzo de 2020

Fernando Palma

El sábado, leí en Facebook que había muerto asesinado, en la ciudad de México, Fernando Palma Gómez. De inmediato llamé a quien colgó la nota; no sabía gran cosa, excepto que había perdido la vida en un intento de secuestro.


La noticia me golpeó como algo casi físico. Más allá de que hubiera hablado con él hace realmente poco, un mes o así, lo cierto es que Fernando era un buen hombre.


A Fernando lo conocí hace veinticinco años; cuando fue electo Diputado local. Esa fue una Legislatura pequeña, recuerdo que el Grupo Parlamentario del PAN era de apenas siete integrantes. De ella, por lo menos dos personas han sido decisivas en mi vida pues, por uno u otro motivo, han estado saliendo o entrando de ella: una, Clara Torres Armendáriz, a quien continúo frecuentando; el otro, David Rodríguez Torres, quien fue mi compañero de Legislatura allá por el año 2000. Fernando fue otro; en algún momento hasta trabajamos juntos y en mi Face, no sé en cual, aparece que trabajé en Palma Consultores.


Su muerte se suma a la de otros panistas de pura cepa; personas entrañables que se hicieron panistas cuando, para serlo, se necesitaban arrestos. Una larga cantidad de hombres y mujeres a quienes tuve el privilegio de conocer y frecuentar: el Lic. Felipe Colomo, el Lic. Armando Herrera, Nayo Almeida, Tere Dickens, entre otros más cuyos nombres se me escapan.


Con Fernando muere un panista de verdad, pero, sobre todo muere un amigo, porque Fernando sabía serlo; era un hombre generoso, franco, servicial; recuerdo mucho que a David Rodríguez le chocaba viajar con él a Juárez porque todo el camino iba oyendo música clásica y David es más bien de espíritu guapachoso; a mí me gustaba ese Fernando extrovertido que hablaba de música, de libros y, ¡cómo no!, del PAN.


Fernando fue el primero que me habló de los grupos dentro del partido; de su génesis y mutaciones. Yo no entendía muy bien cómo o porqué se daban entre los panistas esos odios africanos que luego llegaría a conocer tan bien, pues ya después llegaría Cruz Pérez Cuéllar, con su carga de complicidades, amigos inconfesables y compadres, a explicármelo de bulto.


Años después escribí un manualito: El Diputado de Acción Nacional; desde el CEN, Fernando me apoyó en todo cuanto estuvo a su alcance, era él coordinador nacional de los diputados locales, y me hizo el favor de venir a la presentación del libro.


En esas, instaló él su consultoría y colaboramos en algunos proyectos para municipios y legislaturas panistas en distintos rumbos de la República.


El lector perspicaz no podrá dejar de notarlo: en cada párrafo, para hablar de Fernando, he requerido hablar del PAN; pues bien, sí, es que no hay de otra: la biografía de Fernando está inextricablemente ligada a la del Partido; con él, muere un cachito del PAN y, al mismo tiempo, una parte de él continuará habitándolo pues no hay modo de entender a la institución sin la larga fila de mujeres y de hombres que lo han conformado en su devenir.


El PAN es don Manuel Gómez Morin, don Luis H. Álvarez, doña Blanquita Magrassi o doña María Luisa Ugalde, por ejemplo; muere un buen amigo, pues, Fernando Palma Gómez, pero continúa viviendo en ese PAN que se nutre del empeño, visión y trabajo, de sus miembros; de quienes no cejan, no claudican, no se rajan y, como le gustaba decir a don Manuel: “Siguen continuando” en esta que es “brega de eternidad”. Descanse en paz, mi amigo.


Contácteme a través de mi correo electrónico o sígame en los medios que gentilmente me publican, en Facebook o también en mi blog: http://unareflexionpersonal.wordpress.com/


Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.com



El sábado, leí en Facebook que había muerto asesinado, en la ciudad de México, Fernando Palma Gómez. De inmediato llamé a quien colgó la nota; no sabía gran cosa, excepto que había perdido la vida en un intento de secuestro.


La noticia me golpeó como algo casi físico. Más allá de que hubiera hablado con él hace realmente poco, un mes o así, lo cierto es que Fernando era un buen hombre.


A Fernando lo conocí hace veinticinco años; cuando fue electo Diputado local. Esa fue una Legislatura pequeña, recuerdo que el Grupo Parlamentario del PAN era de apenas siete integrantes. De ella, por lo menos dos personas han sido decisivas en mi vida pues, por uno u otro motivo, han estado saliendo o entrando de ella: una, Clara Torres Armendáriz, a quien continúo frecuentando; el otro, David Rodríguez Torres, quien fue mi compañero de Legislatura allá por el año 2000. Fernando fue otro; en algún momento hasta trabajamos juntos y en mi Face, no sé en cual, aparece que trabajé en Palma Consultores.


Su muerte se suma a la de otros panistas de pura cepa; personas entrañables que se hicieron panistas cuando, para serlo, se necesitaban arrestos. Una larga cantidad de hombres y mujeres a quienes tuve el privilegio de conocer y frecuentar: el Lic. Felipe Colomo, el Lic. Armando Herrera, Nayo Almeida, Tere Dickens, entre otros más cuyos nombres se me escapan.


Con Fernando muere un panista de verdad, pero, sobre todo muere un amigo, porque Fernando sabía serlo; era un hombre generoso, franco, servicial; recuerdo mucho que a David Rodríguez le chocaba viajar con él a Juárez porque todo el camino iba oyendo música clásica y David es más bien de espíritu guapachoso; a mí me gustaba ese Fernando extrovertido que hablaba de música, de libros y, ¡cómo no!, del PAN.


Fernando fue el primero que me habló de los grupos dentro del partido; de su génesis y mutaciones. Yo no entendía muy bien cómo o porqué se daban entre los panistas esos odios africanos que luego llegaría a conocer tan bien, pues ya después llegaría Cruz Pérez Cuéllar, con su carga de complicidades, amigos inconfesables y compadres, a explicármelo de bulto.


Años después escribí un manualito: El Diputado de Acción Nacional; desde el CEN, Fernando me apoyó en todo cuanto estuvo a su alcance, era él coordinador nacional de los diputados locales, y me hizo el favor de venir a la presentación del libro.


En esas, instaló él su consultoría y colaboramos en algunos proyectos para municipios y legislaturas panistas en distintos rumbos de la República.


El lector perspicaz no podrá dejar de notarlo: en cada párrafo, para hablar de Fernando, he requerido hablar del PAN; pues bien, sí, es que no hay de otra: la biografía de Fernando está inextricablemente ligada a la del Partido; con él, muere un cachito del PAN y, al mismo tiempo, una parte de él continuará habitándolo pues no hay modo de entender a la institución sin la larga fila de mujeres y de hombres que lo han conformado en su devenir.


El PAN es don Manuel Gómez Morin, don Luis H. Álvarez, doña Blanquita Magrassi o doña María Luisa Ugalde, por ejemplo; muere un buen amigo, pues, Fernando Palma Gómez, pero continúa viviendo en ese PAN que se nutre del empeño, visión y trabajo, de sus miembros; de quienes no cejan, no claudican, no se rajan y, como le gustaba decir a don Manuel: “Siguen continuando” en esta que es “brega de eternidad”. Descanse en paz, mi amigo.


Contácteme a través de mi correo electrónico o sígame en los medios que gentilmente me publican, en Facebook o también en mi blog: http://unareflexionpersonal.wordpress.com/


Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.com