/ jueves 16 de julio de 2020

Filosofía del prisionero

En el encierro de la cuarentena por el Covid-19, como eco de Alexandr Solzhenitsyn, podemos ver que tenemos sobre la cabeza el cielo azul y bajo el cálido sol el derecho a determinar nuestro propio destino. ¿Cuál es el objeto de los zapatos abrillantados, o la angustia de un cambio de planes? No persigas lo engañoso, ni las posesiones, ni los títulos: eso se paga con los nervios, se adquiere al cabo de varias décadas y, repentinamente, lo abandonas. Vive con serena superioridad ante la vida… no temas la desdicha ni añores la felicidad, pues ambas actitudes vienen a ser lo mismo.

La amargura no se prolonga eternamente y la medida del placer nunca se completa. Alégrate cuando no tiembles de frío, cuando el hambre y la sed no desgarren tus entrañas. Cuando no sientas dolor en la espalda, cuando puedas caminar con ambas piernas, y tomar las cosas con ambas manos, ver con ambos ojos y oír con ambas orejas…, pues siendo así, ¿a quién necesitas envidiar? Tállate bien los ojos y fija la mirada, purifica tu corazón…, y entonces podrás valorar perfectamente a quienes te quieren de verdad y desean tu bien. No les hagas daño alguno, no les digas palabras malévolas.

No dejes que las discusiones los separen unos de otros, ¿pues cómo puedes saber que ése no sea tu último acto? ¿Desearías conservar ese desagradable recuerdo? Empieza a mostrarse el resplandor que surge del alma del prisionero, ajeno al ajetreo de la vida, en íntima medida del tiempo que fluye en comunión con el todo. El preso se siente purificado de toda la mezquindad que en su vida anterior le envolvía, haciendo resaltar lo más turbio de su ser. ¡Cómo se alza su cabeza hacia el eterno cielo! ¡Con qué emoción contempla al gorrión que se pasea por la ventana!

En el encierro el alma se purifica o se destruye definitivamente. Hay quien se ha salvado pensando en la eternidad y el infinito, en el orden universal y en su espíritu rector; en las estrellas, en su composición y en lo que es el tiempo en realidad, el tiempo y su transcurrir. Un nuevo campo de la Física. La memoria te servirá de alforja. ¡No olvides nada! Mira en torno tuyo; te rodean personas, tus libros y pensamientos. Posiblemente los recordarás toda la vida y luego te tirarás de la oreja por no haberles hecho preguntas. Habla menos… y escucha más las finas hebras de la vida humana.

Se establecen breves contactos durante la soledad, en el silencio o en la noche, en espacios tenebrosos o luminosos para distanciarse luego hasta la eternidad, pero debes acercar el oído y escuchar ese leve zumbido, el rítmico palpitar, pues ahí está el tejido de la vida, ¡es ese ronroneo palpitante que oyes! En la celda individual, a la luz de una lamparilla nocturna, el sabio, en su recogimiento, levanta la voz hacia Dios y dice: “Señor, yo he hecho lo que he podido; pero necesito tu ayuda. ¡Sigue ayudándome!”. agusperezr@hotmail.com


En el encierro de la cuarentena por el Covid-19, como eco de Alexandr Solzhenitsyn, podemos ver que tenemos sobre la cabeza el cielo azul y bajo el cálido sol el derecho a determinar nuestro propio destino. ¿Cuál es el objeto de los zapatos abrillantados, o la angustia de un cambio de planes? No persigas lo engañoso, ni las posesiones, ni los títulos: eso se paga con los nervios, se adquiere al cabo de varias décadas y, repentinamente, lo abandonas. Vive con serena superioridad ante la vida… no temas la desdicha ni añores la felicidad, pues ambas actitudes vienen a ser lo mismo.

La amargura no se prolonga eternamente y la medida del placer nunca se completa. Alégrate cuando no tiembles de frío, cuando el hambre y la sed no desgarren tus entrañas. Cuando no sientas dolor en la espalda, cuando puedas caminar con ambas piernas, y tomar las cosas con ambas manos, ver con ambos ojos y oír con ambas orejas…, pues siendo así, ¿a quién necesitas envidiar? Tállate bien los ojos y fija la mirada, purifica tu corazón…, y entonces podrás valorar perfectamente a quienes te quieren de verdad y desean tu bien. No les hagas daño alguno, no les digas palabras malévolas.

No dejes que las discusiones los separen unos de otros, ¿pues cómo puedes saber que ése no sea tu último acto? ¿Desearías conservar ese desagradable recuerdo? Empieza a mostrarse el resplandor que surge del alma del prisionero, ajeno al ajetreo de la vida, en íntima medida del tiempo que fluye en comunión con el todo. El preso se siente purificado de toda la mezquindad que en su vida anterior le envolvía, haciendo resaltar lo más turbio de su ser. ¡Cómo se alza su cabeza hacia el eterno cielo! ¡Con qué emoción contempla al gorrión que se pasea por la ventana!

En el encierro el alma se purifica o se destruye definitivamente. Hay quien se ha salvado pensando en la eternidad y el infinito, en el orden universal y en su espíritu rector; en las estrellas, en su composición y en lo que es el tiempo en realidad, el tiempo y su transcurrir. Un nuevo campo de la Física. La memoria te servirá de alforja. ¡No olvides nada! Mira en torno tuyo; te rodean personas, tus libros y pensamientos. Posiblemente los recordarás toda la vida y luego te tirarás de la oreja por no haberles hecho preguntas. Habla menos… y escucha más las finas hebras de la vida humana.

Se establecen breves contactos durante la soledad, en el silencio o en la noche, en espacios tenebrosos o luminosos para distanciarse luego hasta la eternidad, pero debes acercar el oído y escuchar ese leve zumbido, el rítmico palpitar, pues ahí está el tejido de la vida, ¡es ese ronroneo palpitante que oyes! En la celda individual, a la luz de una lamparilla nocturna, el sabio, en su recogimiento, levanta la voz hacia Dios y dice: “Señor, yo he hecho lo que he podido; pero necesito tu ayuda. ¡Sigue ayudándome!”. agusperezr@hotmail.com