/ miércoles 27 de octubre de 2021

Fraseario | A propósito de la Semana Mundial de la Alfabetización Mediática e Informacional

Hace poco menos de una década, Ryan Holiday decía que el proceso de búsqueda, creación y consumo de información cambió por completo con la llegada de la web y el auge de los blogs.

En aquel momento, Holiday dejó claro que, a pesar de eso y de que los estándares de la información, el vigor con el que se examinaba, el tono con el que se transmitía y la longevidad de su valor eran diferentes, el comportamiento causado por dicha información en el público no había cambiado.
Pero claro, eso lo dijo hace casi diez años. Ahora, con la llegada y diversificación de las redes sociales y el auge de los ‘influencers’, las cosas son muy distintas. Sin embargo, hay otra cosa que dijo que no sólo sigue vigente, sino que se ha intensificado: El público cree en todo lo que circula en internet y las redes sociales (“en todo lo que lee”, decía Holiday), que donde hay humo debe haber fuego y que si alguien se toma el tiempo de publicar algo hay que creerle. Y aunque la “sabiduría” detrás de esas creencias no es cierta, el público sigue adelante, armado con reglas generales que los convierte en objetivo de manipulación.
Es en ese contexto, y a propósito de la Semana Mundial de la Alfabetización Mediática e Informacional (AMI), resulta necesario reflexionar acerca de la innegable y trascendental importancia de la AMI. Y es que como bien lo señala E. Courtenay Rattray, a medida que la población avanza hacia una mayor dependencia de las fuentes en línea, también se vuelve más susceptible a los contenidos nocivos causados por la creación, distribución y acumulación de información a escalas sin precedentes, lo cual le dificulta distinguir entre las informaciones falsas (que no tardarán en agravarse a causa de los ultrafalsos o ‘deepfake’) y las fuentes de información fiables.
El meollo del asunto, dice Courtenay, es que la nocividad de los contenidos se refleja en el llamado “trastorno por déficit de confianza” generalizado y potencializado por la propaganda que incita al racismo, las teorías de la conspiración, la violencia, la radicalización y la polarización de las comunidades.
Entonces, analizando todo lo anteriormente expuesto, queda claro por qué el propósito de la AMI es empoderar a los usuarios de la tecnología a través de un proceso de formación de conocimientos y competencias que los faculte para comprender las funciones de los medios de comunicación y otros proveedores de información, para evaluar críticamente los contenidos de los medios y para tomar decisiones informadas.
En esta ocasión, concluyo citando lo dicho por el actual subdirector general de Comunicación e Información de la Unesco, Tawfik Jelassi: Es difícil concebir que se promueva el bienestar público si el contenido falso y engañoso, las teorías de conspiración y el discurso del odio le quitan el poder al público. Por eso el desafío definitivo de nuestro tiempo es aprovechar el poder de las tecnologías digitales para contribuir de forma eficaz a la promoción de la información como un bien público.

Aída María Holguín Baeza
laecita.wordpress.com
laecita@gmail.com


Hace poco menos de una década, Ryan Holiday decía que el proceso de búsqueda, creación y consumo de información cambió por completo con la llegada de la web y el auge de los blogs.

En aquel momento, Holiday dejó claro que, a pesar de eso y de que los estándares de la información, el vigor con el que se examinaba, el tono con el que se transmitía y la longevidad de su valor eran diferentes, el comportamiento causado por dicha información en el público no había cambiado.
Pero claro, eso lo dijo hace casi diez años. Ahora, con la llegada y diversificación de las redes sociales y el auge de los ‘influencers’, las cosas son muy distintas. Sin embargo, hay otra cosa que dijo que no sólo sigue vigente, sino que se ha intensificado: El público cree en todo lo que circula en internet y las redes sociales (“en todo lo que lee”, decía Holiday), que donde hay humo debe haber fuego y que si alguien se toma el tiempo de publicar algo hay que creerle. Y aunque la “sabiduría” detrás de esas creencias no es cierta, el público sigue adelante, armado con reglas generales que los convierte en objetivo de manipulación.
Es en ese contexto, y a propósito de la Semana Mundial de la Alfabetización Mediática e Informacional (AMI), resulta necesario reflexionar acerca de la innegable y trascendental importancia de la AMI. Y es que como bien lo señala E. Courtenay Rattray, a medida que la población avanza hacia una mayor dependencia de las fuentes en línea, también se vuelve más susceptible a los contenidos nocivos causados por la creación, distribución y acumulación de información a escalas sin precedentes, lo cual le dificulta distinguir entre las informaciones falsas (que no tardarán en agravarse a causa de los ultrafalsos o ‘deepfake’) y las fuentes de información fiables.
El meollo del asunto, dice Courtenay, es que la nocividad de los contenidos se refleja en el llamado “trastorno por déficit de confianza” generalizado y potencializado por la propaganda que incita al racismo, las teorías de la conspiración, la violencia, la radicalización y la polarización de las comunidades.
Entonces, analizando todo lo anteriormente expuesto, queda claro por qué el propósito de la AMI es empoderar a los usuarios de la tecnología a través de un proceso de formación de conocimientos y competencias que los faculte para comprender las funciones de los medios de comunicación y otros proveedores de información, para evaluar críticamente los contenidos de los medios y para tomar decisiones informadas.
En esta ocasión, concluyo citando lo dicho por el actual subdirector general de Comunicación e Información de la Unesco, Tawfik Jelassi: Es difícil concebir que se promueva el bienestar público si el contenido falso y engañoso, las teorías de conspiración y el discurso del odio le quitan el poder al público. Por eso el desafío definitivo de nuestro tiempo es aprovechar el poder de las tecnologías digitales para contribuir de forma eficaz a la promoción de la información como un bien público.

Aída María Holguín Baeza
laecita.wordpress.com
laecita@gmail.com