/ miércoles 6 de abril de 2022

Fraseario | Gobernanza democrática: ¿Cuestión de datos?

Tal como lo precisó Heather Marsh, la verdadera democracia se lleva a cabo abiertamente.

En términos generales, “abiertamente” se refiere a lo señalado recientemente por el investigador y promotor de proyectos de TIC, Juan Manuel Casanueva, en el sentido de que los principios democráticos y de gobierno abierto buscan que los datos sirvan para la solución de problemáticas públicas que involucren a la ciudadanía.

Lo dicho por Marsh y Casanueva explica por qué la misma Heather Marsh asegura que el gobierno abierto es el enemigo de todo mal gobierno, y por qué Ram Shriram sostiene que lo abierto siempre gana debido a que no bloquea y no puede encerrar a la gente (siempre encontrarán una salida).

Lo anterior viene al caso porque, en el marco del Día de los Datos Abiertos, Juan M. Casanueva presentó el informe “Gobernanza democrática de datos en México: Carencias y oportunidades” en el que evidencia claramente el importante papel que desempeñan los datos abiertos en el funcionamiento básico de la democracia y en el logro de su integralidad y sostenibilidad.

Y es que, de acuerdo con Casanueva, la gobernanza de datos es necesaria y un requisito permanente para toda administración pública del s. XXI; es decir, que a estas alturas del siglo todo país que se diga democrático debe tener una visión de la gobernanza democrática de datos y establecer un diseño institucional que implemente mecanismos de generación, gestión, transferencia, aprovechamiento y protección de datos en armonía con las leyes y normativas correspondientes.

En ese contexto es que, el análisis realizado por Casanueva enfatiza que a falta de una visión y dirección común por parte del gobierno, las agencias gubernamentales que comparten e intercambian datos para satisfacer sus propios objetivos, deberían ser capaces de romper sus silos de acción y establecer acuerdos y estándares de calidad de datos habilitando mecanismos de interoperabilidad de datos relevantes, confiables, seguros, eficientes y eficaces.

Por supuesto que hay que reconocer que, a partir del año 2000, en México hubo importantes avances y logros en materia de gobernanza democrática de datos (datos abiertos y gobierno abierto). El problema es que lo avanzado y lo logrado se ha ido deteriorando o perdiendo, y de manera más significativa desde que inició el gobierno de los otros datos (el Imperio de los otros datos, diría Luis Estrada). En ese sentido, Casanueva revela que, a partir de la revisión de distintas políticas públicas, a lo largo de toda la administración pública federal prevalece la ausencia de gobernanza democrática de datos clara e integral.

Por todo eso y muchas cosas más, no queda ninguna duda de que la gobernanza democrática sí es -en gran medida- cuestión de datos.

En esta ocasión, finalizo parafraseando lo dicho alguna vez por la política estadounidense Grace Napolitano: Los gobiernos y líderes políticos deben ser honestos y abiertos con datos que permitan a los ciudadanos usar hechos y cifras para juzgar por sí mismos en qué situación se encuentra su país.


Tal como lo precisó Heather Marsh, la verdadera democracia se lleva a cabo abiertamente.

En términos generales, “abiertamente” se refiere a lo señalado recientemente por el investigador y promotor de proyectos de TIC, Juan Manuel Casanueva, en el sentido de que los principios democráticos y de gobierno abierto buscan que los datos sirvan para la solución de problemáticas públicas que involucren a la ciudadanía.

Lo dicho por Marsh y Casanueva explica por qué la misma Heather Marsh asegura que el gobierno abierto es el enemigo de todo mal gobierno, y por qué Ram Shriram sostiene que lo abierto siempre gana debido a que no bloquea y no puede encerrar a la gente (siempre encontrarán una salida).

Lo anterior viene al caso porque, en el marco del Día de los Datos Abiertos, Juan M. Casanueva presentó el informe “Gobernanza democrática de datos en México: Carencias y oportunidades” en el que evidencia claramente el importante papel que desempeñan los datos abiertos en el funcionamiento básico de la democracia y en el logro de su integralidad y sostenibilidad.

Y es que, de acuerdo con Casanueva, la gobernanza de datos es necesaria y un requisito permanente para toda administración pública del s. XXI; es decir, que a estas alturas del siglo todo país que se diga democrático debe tener una visión de la gobernanza democrática de datos y establecer un diseño institucional que implemente mecanismos de generación, gestión, transferencia, aprovechamiento y protección de datos en armonía con las leyes y normativas correspondientes.

En ese contexto es que, el análisis realizado por Casanueva enfatiza que a falta de una visión y dirección común por parte del gobierno, las agencias gubernamentales que comparten e intercambian datos para satisfacer sus propios objetivos, deberían ser capaces de romper sus silos de acción y establecer acuerdos y estándares de calidad de datos habilitando mecanismos de interoperabilidad de datos relevantes, confiables, seguros, eficientes y eficaces.

Por supuesto que hay que reconocer que, a partir del año 2000, en México hubo importantes avances y logros en materia de gobernanza democrática de datos (datos abiertos y gobierno abierto). El problema es que lo avanzado y lo logrado se ha ido deteriorando o perdiendo, y de manera más significativa desde que inició el gobierno de los otros datos (el Imperio de los otros datos, diría Luis Estrada). En ese sentido, Casanueva revela que, a partir de la revisión de distintas políticas públicas, a lo largo de toda la administración pública federal prevalece la ausencia de gobernanza democrática de datos clara e integral.

Por todo eso y muchas cosas más, no queda ninguna duda de que la gobernanza democrática sí es -en gran medida- cuestión de datos.

En esta ocasión, finalizo parafraseando lo dicho alguna vez por la política estadounidense Grace Napolitano: Los gobiernos y líderes políticos deben ser honestos y abiertos con datos que permitan a los ciudadanos usar hechos y cifras para juzgar por sí mismos en qué situación se encuentra su país.