/ miércoles 23 de marzo de 2022

Fraseario | La verdad nos hará libres

La verdad os hará libres, dijo Jesús. Y, de acuerdo con José Arregi, las ciencias psicológicas y sociológicas así lo confirman.

Si bien lo dicho por Jesús y José Arregi se refiere a momentos y sucesos distintos, sus aseveraciones vienen al caso en el marco del Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y la Dignidad de las Víctimas.

Vienen al caso porque, como bien lo señala la ONU, las víctimas y los parientes de víctimas de ejecuciones sumarias desapariciones forzadas, desapariciones, secuestro de menores o torturas exigen -en su legítimo derecho- saber qué sucedió; lo cual implica tener conocimiento pleno y completo de los actos que se produjeron, las circunstancias específicas de las violaciones cometidas, quién las cometió y los motivos por los que ocurrieron.

En ese contexto, y de haber vivido en estos tiempos, es probable que James Garfield hubiera reiterado aquello de que antes de que la verdad nos haga libres primero nos hará miserables; pero, como bien lo habría aclarado Santiago Ramón y Cajal, sólo la acción tenaz en pro de la verdad consuela del dolor y de la injusticia.

Por eso resulta imprescindible atender el llamado de la ONU a invocar el derecho a la verdad no sólo como un acto para rendir tributo a las víctimas de violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos, sino también como una forma de sumarnos a la exigencia de la promoción, respeto, protección y garantía de los derechos humanos y libertades fundamentales en la lucha contra la corrupción, la impunidad y la injusticia.

Dicho de otro modo, es nuestra obligación moral, cívica y humanitaria tomar y crear conciencia sobre el hecho de que “la verdad” es un derecho humano; y como tal debe ser reconocido y garantizado, de lo contrario -tal como lo consigna la organización Amnistía Internacional- no existirán las condiciones indispensables para que los seres humanos vivamos dignamente en un entorno de libertad, justicia y paz.

Entonces, reconociendo que el derecho a la verdad es un derecho humano, queda claro que no es un derecho que únicamente concierne a las víctimas de las violaciones de los derechos humanos o a sus familiares, también le corresponde al resto de la población porque -de una u otra forma- no conocer la verdad o no invocar solidariamente al derecho a la verdad afecta y esclaviza a la sociedad en general. Y es precisamente por eso que la CIDH sostiene que toda la sociedad tiene el irrenunciable derecho de conocer la verdad de lo ocurrido a fin de evitar que esos hechos vuelvan a suceder en el futuro.

A modo de complemento, en esta ocasión finalizo citando lo dicho alguna vez por el sacerdote franciscano y teólogo vasco José Arregi: Las víctimas, los victimarios, tú y yo, la sociedad en su conjunto sólo seremos libres cuando reconozcamos la verdad del daño infligido y del sufrimiento padecido; la verdad de tantos dramas íntimos, del dolor y de su alcance; la verdad de la humillación y de la vergüenza vitalicia en muchos casos.


Aída María Holguín Baeza

laecita.wordpress.com

laecita@gmail.com


La verdad os hará libres, dijo Jesús. Y, de acuerdo con José Arregi, las ciencias psicológicas y sociológicas así lo confirman.

Si bien lo dicho por Jesús y José Arregi se refiere a momentos y sucesos distintos, sus aseveraciones vienen al caso en el marco del Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y la Dignidad de las Víctimas.

Vienen al caso porque, como bien lo señala la ONU, las víctimas y los parientes de víctimas de ejecuciones sumarias desapariciones forzadas, desapariciones, secuestro de menores o torturas exigen -en su legítimo derecho- saber qué sucedió; lo cual implica tener conocimiento pleno y completo de los actos que se produjeron, las circunstancias específicas de las violaciones cometidas, quién las cometió y los motivos por los que ocurrieron.

En ese contexto, y de haber vivido en estos tiempos, es probable que James Garfield hubiera reiterado aquello de que antes de que la verdad nos haga libres primero nos hará miserables; pero, como bien lo habría aclarado Santiago Ramón y Cajal, sólo la acción tenaz en pro de la verdad consuela del dolor y de la injusticia.

Por eso resulta imprescindible atender el llamado de la ONU a invocar el derecho a la verdad no sólo como un acto para rendir tributo a las víctimas de violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos, sino también como una forma de sumarnos a la exigencia de la promoción, respeto, protección y garantía de los derechos humanos y libertades fundamentales en la lucha contra la corrupción, la impunidad y la injusticia.

Dicho de otro modo, es nuestra obligación moral, cívica y humanitaria tomar y crear conciencia sobre el hecho de que “la verdad” es un derecho humano; y como tal debe ser reconocido y garantizado, de lo contrario -tal como lo consigna la organización Amnistía Internacional- no existirán las condiciones indispensables para que los seres humanos vivamos dignamente en un entorno de libertad, justicia y paz.

Entonces, reconociendo que el derecho a la verdad es un derecho humano, queda claro que no es un derecho que únicamente concierne a las víctimas de las violaciones de los derechos humanos o a sus familiares, también le corresponde al resto de la población porque -de una u otra forma- no conocer la verdad o no invocar solidariamente al derecho a la verdad afecta y esclaviza a la sociedad en general. Y es precisamente por eso que la CIDH sostiene que toda la sociedad tiene el irrenunciable derecho de conocer la verdad de lo ocurrido a fin de evitar que esos hechos vuelvan a suceder en el futuro.

A modo de complemento, en esta ocasión finalizo citando lo dicho alguna vez por el sacerdote franciscano y teólogo vasco José Arregi: Las víctimas, los victimarios, tú y yo, la sociedad en su conjunto sólo seremos libres cuando reconozcamos la verdad del daño infligido y del sufrimiento padecido; la verdad de tantos dramas íntimos, del dolor y de su alcance; la verdad de la humillación y de la vergüenza vitalicia en muchos casos.


Aída María Holguín Baeza

laecita.wordpress.com

laecita@gmail.com