/ viernes 3 de enero de 2020

FUERA DEL TRABAJO NO HAY SALVACIÓN


Recientemente nos quejamos de los chinos por muchas cosas. Por llevarse maquiladoras, por inundar nuestro mercado (y el norteamericano) con sus productos, por fabricar productos muy baratos contra los que no podemos competir. Prácticamente no existe un lugar donde dirijamos la vista, donde no se encuentre algún producto chino.

¿De dónde salieron estos superhombres? Debemos admitirlo, si trabajáramos tanto como ellos, nuestro país sería uno de los más ricos del mundo, sobre todo por tener tan cerca al mayor y mejor consumidor del planeta.

Los chinos no han caído en el error como nosotros, de querer prosperar sin el trabajo como lo está haciendo el gobierno de López. Es cierto que los chinos han sabido combinar la rigidez y la imposición de su gobierno comunista con el tan odiado capitalismo, o como le llama ahora la izquierda, “neoliberalismo” al que en nuestro país saben criticar, pero no definir. Es cierto que en el oriente existe la explotación infantil en algunas fábricas, pero en todos existe el estímulo del progreso. Todavía no llegan a ese fatal pensamiento de querer trabajar menos y ganar más. Para ellos el dinero no es la única causa de afán. Ni siquiera la principal razón del esfuerzo. Existen ambiciones más nobles y altas. Existen el orgullo personal y el orgullo nacional. El trabajo por la patria es bondadoso con los que lo aman y rudo con sus opositores. El trabajo realizado con un propósito determinado es un trabajo liberador. Si el propósito es noble, así serán sus resultados.

Si sólo en el México de la 4-T tuviéramos esa valiosa combinación de fe, previsión, iniciativa, industriosidad e integridad, el país podría contra cualquier competidor.

Con frecuencia escuchamos que nuestro país es uno de los más ricos del mundo. Que el mar de petróleo que tenemos es pura prosperidad. Que pocos países tienen tantos recursos naturales, que simplemente nadamos en riqueza. Y también escuchamos, por supuesto, que nuestros vecinos del norte son los responsables de nuestra pobreza, falta de desarrollo y explotación. Echarle la culpa a los demás de todo lo malo que nos pasa ha sido una costumbre que nos limita y muy utilizada por las izquierdas, sobre todo la nacional. No existe país rico en este mundo, si no es por el carácter y entrega de sus ciudadanos, así como por su industria. Si no somos creativos y trabajadores, nada ni nadie nos salvará. Riqueza es el trabajo humano. ¿Cómo podemos decir que tenemos un país rico si no trabajamos con una entrega total absoluta?

La pobreza como nación no es otra cosa que no saber aprovechar las riquezas naturales con las que contamos.

El principal motivo de que las cosas no mejoren en este país es que queremos arreglarlo todo sin trabajar. ¿Podemos sacar un buen pan sin siquiera meterlo al horno?

Al final de cuentas, la llamada riqueza tiene su origen en la mente humana. Está en las ideas y no en el dinero. Las mejores fábricas, el mejor equipo, las mejores materias primas nada valen cuando no hay quien las vuelva productivas, y ciertamente que el presidente del fracaso, López, lucha contra el ciudadano, contra la Patria.


Recientemente nos quejamos de los chinos por muchas cosas. Por llevarse maquiladoras, por inundar nuestro mercado (y el norteamericano) con sus productos, por fabricar productos muy baratos contra los que no podemos competir. Prácticamente no existe un lugar donde dirijamos la vista, donde no se encuentre algún producto chino.

¿De dónde salieron estos superhombres? Debemos admitirlo, si trabajáramos tanto como ellos, nuestro país sería uno de los más ricos del mundo, sobre todo por tener tan cerca al mayor y mejor consumidor del planeta.

Los chinos no han caído en el error como nosotros, de querer prosperar sin el trabajo como lo está haciendo el gobierno de López. Es cierto que los chinos han sabido combinar la rigidez y la imposición de su gobierno comunista con el tan odiado capitalismo, o como le llama ahora la izquierda, “neoliberalismo” al que en nuestro país saben criticar, pero no definir. Es cierto que en el oriente existe la explotación infantil en algunas fábricas, pero en todos existe el estímulo del progreso. Todavía no llegan a ese fatal pensamiento de querer trabajar menos y ganar más. Para ellos el dinero no es la única causa de afán. Ni siquiera la principal razón del esfuerzo. Existen ambiciones más nobles y altas. Existen el orgullo personal y el orgullo nacional. El trabajo por la patria es bondadoso con los que lo aman y rudo con sus opositores. El trabajo realizado con un propósito determinado es un trabajo liberador. Si el propósito es noble, así serán sus resultados.

Si sólo en el México de la 4-T tuviéramos esa valiosa combinación de fe, previsión, iniciativa, industriosidad e integridad, el país podría contra cualquier competidor.

Con frecuencia escuchamos que nuestro país es uno de los más ricos del mundo. Que el mar de petróleo que tenemos es pura prosperidad. Que pocos países tienen tantos recursos naturales, que simplemente nadamos en riqueza. Y también escuchamos, por supuesto, que nuestros vecinos del norte son los responsables de nuestra pobreza, falta de desarrollo y explotación. Echarle la culpa a los demás de todo lo malo que nos pasa ha sido una costumbre que nos limita y muy utilizada por las izquierdas, sobre todo la nacional. No existe país rico en este mundo, si no es por el carácter y entrega de sus ciudadanos, así como por su industria. Si no somos creativos y trabajadores, nada ni nadie nos salvará. Riqueza es el trabajo humano. ¿Cómo podemos decir que tenemos un país rico si no trabajamos con una entrega total absoluta?

La pobreza como nación no es otra cosa que no saber aprovechar las riquezas naturales con las que contamos.

El principal motivo de que las cosas no mejoren en este país es que queremos arreglarlo todo sin trabajar. ¿Podemos sacar un buen pan sin siquiera meterlo al horno?

Al final de cuentas, la llamada riqueza tiene su origen en la mente humana. Está en las ideas y no en el dinero. Las mejores fábricas, el mejor equipo, las mejores materias primas nada valen cuando no hay quien las vuelva productivas, y ciertamente que el presidente del fracaso, López, lucha contra el ciudadano, contra la Patria.