/ jueves 4 de enero de 2018

Hablando de los Reyes Magos

En realidad, en el Evangelio de Mateo no se menciona que los Reyes Magos fueran reyes. Como máximo, pudieron haber sido adivinos, sacerdotes, astrólogos o alquimistas. Además,  san Mateo, con la intención de resaltar la dignidad real de Jesús, no hubiera dejado de llamar la atención sobre aquellos soberanos que prosternaban su majestad a los pies del monarca eterno. Otra razón es que Herodes los hubiera recibido con mayor cortesía, y no sólo como personajes de cierta importancia y capacidad económica que llevaban valiosos regalos.

Finalmente, los monumentos primitivos del arte cristiano representan a los Magos con gorro persa, pero nunca con tiara, que era la diadema de los reyes de Persia. La tradición de su realeza nace de dos pasajes bíblicos que no tardaron en aplicarse como profecías a la historia de los Magos. Se trata de un salmo: “Los reyes de Tarsis y las islas traerán consigo tributo. Los reyes de Sabá y de Seba todos pagarán impuestos; ante él se postrarán los reyes, le servirán todas las naciones” (Salmo 72(71), 10-11), y de un pasaje del profeta Isaías 60,6:

 “Un sinfín de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios de Medián y Efá. Todos ellos de Sabá vienen, llevando oro e incienso”. Así, los magos se convirtieron en reyes, que antes de san Cesáreo de Arlés, en el siglo VI, nadie les atribuyó el título de reyes, ni se representaron con corona, por primera vez, hasta un mosaico del siglo VIII (Ciampini, citado por Fray Patrizi). Pero, ¿reyes de qué pueblos? Aquí, las leyendas y tradiciones se complican. Reyes de Arabia, por el origen de sus regalos. De Caldea, en Babilonia, por ser “magusei”, astrólogos y sabios.

 De Irán, donde el profeta Zaratustra había predicho el nacimiento de un Salvador universal. El apócrifo “Evangelio de la infancia armenio” sostiene más ecuménicamente que los Magos eran hermanos, pero uno reinaba en Persia, el otro en India y el tercero en Arabia. Marco Polo cita la rica Saba (la ciudad iraní de Sawa) como lugar de origen de los tres sabios, y aquí la tradición se enlaza, en parte, y se confunde con el viaje de la mítica reina de Saba a Jerusalén, a la corte del rey Salomón, sabio hijo de David; pero ésta se identifica más con Etiopía o Yemen.

 De la relación con Etiopía, en África, es el nexo con un mago negro. En definitiva, hay hipótesis para todos los gustos. Hoy, las teorías más acreditadas sostienen que los Magos eran una casta de sabios, mitad sacerdotes mazdeístas (la religión que reformó Zaratustra) y mitad políticos, consejeros de los emperadores persas. De hecho, en las primeras representaciones cristianas, los magos aparecen sólo con una túnica corta, mallas ajustadas y sombrero frigio, propio de los pobladores iraníes y de los fieles del dios Mitra, que nació, también, en una cueva.

 Los Magos aparecen, así, hasta avanzada la Edad Media, cuando la iconografía asume las características de una ofrenda feudal, como los vasallos que juran obediencia a su soberano, y el cortejo se vuelve exótico con caballos, camellos o elefantes como la visita de una delegación diplomática en la corte del emperador. En el mismo periodo surge la cuestión de las reliquias de los Magos. Halladas por la reina Elena, madre de Constantino, en el siglo IV en Palestina, y llevadas a Constantinopla, y de ahí a Milán, como un regalo para el obispo Eustorgio.

Luego, los restos de los “primeros reyes cristianos”, serían trasladados a su destino final, la catedral de Colonia, en 1164, por el emperador Federico Barbarroja, después de vencer a Milán. Se convertirían, también según la leyenda, en santos cuando a su regreso a la India, después de visitar a Jesús, a la llegada del apóstol Tomás a aquellas latitudes, serían bautizados. La imagen de “los tres santos reyes” había quedado lista para llegar a nosotros.

agusperezr@hotmail.com

 

En realidad, en el Evangelio de Mateo no se menciona que los Reyes Magos fueran reyes. Como máximo, pudieron haber sido adivinos, sacerdotes, astrólogos o alquimistas. Además,  san Mateo, con la intención de resaltar la dignidad real de Jesús, no hubiera dejado de llamar la atención sobre aquellos soberanos que prosternaban su majestad a los pies del monarca eterno. Otra razón es que Herodes los hubiera recibido con mayor cortesía, y no sólo como personajes de cierta importancia y capacidad económica que llevaban valiosos regalos.

Finalmente, los monumentos primitivos del arte cristiano representan a los Magos con gorro persa, pero nunca con tiara, que era la diadema de los reyes de Persia. La tradición de su realeza nace de dos pasajes bíblicos que no tardaron en aplicarse como profecías a la historia de los Magos. Se trata de un salmo: “Los reyes de Tarsis y las islas traerán consigo tributo. Los reyes de Sabá y de Seba todos pagarán impuestos; ante él se postrarán los reyes, le servirán todas las naciones” (Salmo 72(71), 10-11), y de un pasaje del profeta Isaías 60,6:

 “Un sinfín de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios de Medián y Efá. Todos ellos de Sabá vienen, llevando oro e incienso”. Así, los magos se convirtieron en reyes, que antes de san Cesáreo de Arlés, en el siglo VI, nadie les atribuyó el título de reyes, ni se representaron con corona, por primera vez, hasta un mosaico del siglo VIII (Ciampini, citado por Fray Patrizi). Pero, ¿reyes de qué pueblos? Aquí, las leyendas y tradiciones se complican. Reyes de Arabia, por el origen de sus regalos. De Caldea, en Babilonia, por ser “magusei”, astrólogos y sabios.

 De Irán, donde el profeta Zaratustra había predicho el nacimiento de un Salvador universal. El apócrifo “Evangelio de la infancia armenio” sostiene más ecuménicamente que los Magos eran hermanos, pero uno reinaba en Persia, el otro en India y el tercero en Arabia. Marco Polo cita la rica Saba (la ciudad iraní de Sawa) como lugar de origen de los tres sabios, y aquí la tradición se enlaza, en parte, y se confunde con el viaje de la mítica reina de Saba a Jerusalén, a la corte del rey Salomón, sabio hijo de David; pero ésta se identifica más con Etiopía o Yemen.

 De la relación con Etiopía, en África, es el nexo con un mago negro. En definitiva, hay hipótesis para todos los gustos. Hoy, las teorías más acreditadas sostienen que los Magos eran una casta de sabios, mitad sacerdotes mazdeístas (la religión que reformó Zaratustra) y mitad políticos, consejeros de los emperadores persas. De hecho, en las primeras representaciones cristianas, los magos aparecen sólo con una túnica corta, mallas ajustadas y sombrero frigio, propio de los pobladores iraníes y de los fieles del dios Mitra, que nació, también, en una cueva.

 Los Magos aparecen, así, hasta avanzada la Edad Media, cuando la iconografía asume las características de una ofrenda feudal, como los vasallos que juran obediencia a su soberano, y el cortejo se vuelve exótico con caballos, camellos o elefantes como la visita de una delegación diplomática en la corte del emperador. En el mismo periodo surge la cuestión de las reliquias de los Magos. Halladas por la reina Elena, madre de Constantino, en el siglo IV en Palestina, y llevadas a Constantinopla, y de ahí a Milán, como un regalo para el obispo Eustorgio.

Luego, los restos de los “primeros reyes cristianos”, serían trasladados a su destino final, la catedral de Colonia, en 1164, por el emperador Federico Barbarroja, después de vencer a Milán. Se convertirían, también según la leyenda, en santos cuando a su regreso a la India, después de visitar a Jesús, a la llegada del apóstol Tomás a aquellas latitudes, serían bautizados. La imagen de “los tres santos reyes” había quedado lista para llegar a nosotros.

agusperezr@hotmail.com