/ martes 28 de diciembre de 2021

Hacia una cultura de paz: El Canal de Panamá México

Por: Flor Yáñez

Semanas antes de que iniciara “oficialmente” la cuarentena a causa de COVID en México, me encontraba en el Canal de Panamá, uno de los mayores logros de la ingeniería moderna del siglo XX, que conecta las costas atlánticas y pacíficas por la parte más estrecha del ese país, llamada Istmo de Panamá. Fue inaugurado en 1914 agilizando la comunicación, transporte y dinamizando el comercio y economía internacional. La idea de conectar ambos océanos data de la Conquista, pero fue hasta 1850 cuando se realizaron los estudios para determinar dónde hacerlo. Los lugares más favorables eran Panamá y Nicaragua; una tercera opción era el Istmo de Tehuantepec en México. Finalmente, se eligió Panamá.

Desde temprano acudí a observar el paso de buques y cruceros por las esclusas de extremo a extremo. Lo que atestigüé ese día, más que el tránsito de “simples barcos”, fue el legado de la revolución transformadora del comercio internacional. En horas, millones de dólares en carga navegaron por el estrecho, con destino a algún país del otro lado del mundo. Pensé que de haber sido elegido México el país de construcción, hubiese sido muy benéfico económicamente, como lo está siendo para Panamá; pero ya a Porfirio Díaz se le había ocurrido antes que a mi. Desde 1898 se trabajó en la construcción de vías de ferrocarril que conectaran los puertos de Salina Cruz, Oaxaca con Coatzacoalcos, Veracruz, es decir, el Istmo de Tehuantepec, para transportar mercancía. En 1907 inauguró el tramo. Posteriormente fue preferido por América del Norte y algunos países europeos, sobre todo, porque la distancia era más corta que la del Canal de Panamá. A pesar de las expectativas, el proyecto fracasó principalmente debido a que se “atravesó” la Revolución Mexicana, aunado a fallas en la infraestructura. Ahora, a más de 100 años de ese evento, López Obrador retomó la idea. El pasado 14 de junio de 2019 se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el Decreto por el que se crea el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT) que es el organismo público descentralizado, no sectorizado responsable del Programa para el Desarrollo de Istmo de Tehuantepec (PDIT), cuyo objetivo es la articulación para la modernización del ferrocarril de los puertos del Istmo de Tehuantepec, así como el fortalecimiento de la infraestructura carretera y de caminos rurales. Tuve la fortuna de estar trabajando en este proyecto en el equipo de la Organización de las Naciones Unidas de la mano con gobierno federal, con el fin de Impulsar un nuevo modelo de crecimiento económico y social para el desarrollo en beneficio de toda la población. Van contra reloj, pues el primer tramo se inaugura en tan sólo unos meses. Quizá es el momento de nuestro país de continuar con los sueños de desarrollo que quedaron truncados y apostarle a este proyecto que, de terminarse, culminará con la idea que se tuvo hace un siglo de avivar la economía y el desarrollo social de México. La pregunta ahora es ¿cómo será México en 100 años con esta obra de infraestructura? Más allá de la economía, es menester priorizar las cuestiones sociales y a la gente, sobre todo a las comunidades indígenas que se encuentran en esta zona que, de ir de la mano, existe la posibilidad de salir paulatinamente de la pobreza, sobre todo en los estados más rezagados del país. La moneda ya está en el aire, que la detengan en el lado del águila y los sueños se hagan realidad.


Por: Flor Yáñez

Semanas antes de que iniciara “oficialmente” la cuarentena a causa de COVID en México, me encontraba en el Canal de Panamá, uno de los mayores logros de la ingeniería moderna del siglo XX, que conecta las costas atlánticas y pacíficas por la parte más estrecha del ese país, llamada Istmo de Panamá. Fue inaugurado en 1914 agilizando la comunicación, transporte y dinamizando el comercio y economía internacional. La idea de conectar ambos océanos data de la Conquista, pero fue hasta 1850 cuando se realizaron los estudios para determinar dónde hacerlo. Los lugares más favorables eran Panamá y Nicaragua; una tercera opción era el Istmo de Tehuantepec en México. Finalmente, se eligió Panamá.

Desde temprano acudí a observar el paso de buques y cruceros por las esclusas de extremo a extremo. Lo que atestigüé ese día, más que el tránsito de “simples barcos”, fue el legado de la revolución transformadora del comercio internacional. En horas, millones de dólares en carga navegaron por el estrecho, con destino a algún país del otro lado del mundo. Pensé que de haber sido elegido México el país de construcción, hubiese sido muy benéfico económicamente, como lo está siendo para Panamá; pero ya a Porfirio Díaz se le había ocurrido antes que a mi. Desde 1898 se trabajó en la construcción de vías de ferrocarril que conectaran los puertos de Salina Cruz, Oaxaca con Coatzacoalcos, Veracruz, es decir, el Istmo de Tehuantepec, para transportar mercancía. En 1907 inauguró el tramo. Posteriormente fue preferido por América del Norte y algunos países europeos, sobre todo, porque la distancia era más corta que la del Canal de Panamá. A pesar de las expectativas, el proyecto fracasó principalmente debido a que se “atravesó” la Revolución Mexicana, aunado a fallas en la infraestructura. Ahora, a más de 100 años de ese evento, López Obrador retomó la idea. El pasado 14 de junio de 2019 se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el Decreto por el que se crea el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT) que es el organismo público descentralizado, no sectorizado responsable del Programa para el Desarrollo de Istmo de Tehuantepec (PDIT), cuyo objetivo es la articulación para la modernización del ferrocarril de los puertos del Istmo de Tehuantepec, así como el fortalecimiento de la infraestructura carretera y de caminos rurales. Tuve la fortuna de estar trabajando en este proyecto en el equipo de la Organización de las Naciones Unidas de la mano con gobierno federal, con el fin de Impulsar un nuevo modelo de crecimiento económico y social para el desarrollo en beneficio de toda la población. Van contra reloj, pues el primer tramo se inaugura en tan sólo unos meses. Quizá es el momento de nuestro país de continuar con los sueños de desarrollo que quedaron truncados y apostarle a este proyecto que, de terminarse, culminará con la idea que se tuvo hace un siglo de avivar la economía y el desarrollo social de México. La pregunta ahora es ¿cómo será México en 100 años con esta obra de infraestructura? Más allá de la economía, es menester priorizar las cuestiones sociales y a la gente, sobre todo a las comunidades indígenas que se encuentran en esta zona que, de ir de la mano, existe la posibilidad de salir paulatinamente de la pobreza, sobre todo en los estados más rezagados del país. La moneda ya está en el aire, que la detengan en el lado del águila y los sueños se hagan realidad.