/ martes 24 de agosto de 2021

Hacia una cultura de paz | Los retos de ser una mujer deportista

Por: Flor Yáñez

Cuando se crearon los Juegos Olímpicos en Grecia en 766 a.C., las mujeres no estaban incluidas; sólo las solteras podían asistir únicamente como espectadoras. En el Congreso Internacional para la instauración de los Juegos Olímpicos de la era moderna de 1884, continuó prohibiéndose la participación de la mujer, por considerarse aberrante y contrario a la salud pública su participación en el evento; salir de la esfera doméstica destinada a ellas, podría acarrearles enfermedades. Fue en las Olimpiadas de 1900 que por primera vez se incluyeron, pero sólo en golf y tenis; su presencia seguía pensándose incorrecta e incluso, antiestética. En 1932 por primera vez, mujeres mexicanas pudieron competir en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles: María Uribe Jasso en jabalina y Eugenia Escudero en esgrima. En este año 2021, las mujeres todavía encuentran obstáculos para lograr equidad e igualdad de oportunidades entre ambos sexos para desarrollarse en el deporte.

Estudié la secundaria en un colegio exclusivo para mujeres. Antes de ingresar tenía prejuicios respecto a la enseñanza y reglas de comportamiento que podría impartir la institución basadas en roles de género. Para mi sorpresa, durante los “recreos”, aunque el uniforme consistía en una falda, blusa y chaleco de gala, nos quitábamos los mocasines para correr mejor y en calcetas, jugábamos basquetbol y futbol comprometidas al juego en excelencia. Jugando beisbol durante una clase de educación física, una compañera se golpeó con el bate; se colocó hielo y continuó jugando. Fue al día siguiente que la escuela consideró cambiar los deportes a unos más “adecuados”, pues el padre de la chica se había quejado de lo inapropiado de ese deporte para una mujer. La visión de la sociedad es muy importante, pues se espera de las mujeres un rendimiento distinto al del hombre, de acuerdo con los dogmas sociales. Por más absurdo que parezcan estos comportamientos ahora, continúan las creencias de que las mujeres no pueden ni deben estar en ciertos espacios reservados para hombres.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación recientemente abrió un espacio a través de la Unidad de Igualdad de Género para reflexionar sobre los obstáculos que enfrentan las mujeres que han decidido dedicarse profesionalmente al ámbito deportivo. La yudoca Vanessa Zambotti comentó que los estereotipos de género han influenciado la vida social de las mujeres, condicionando su participación en el deporte. Se juzga a las competidoras por su aspecto “masculino” juzgándolas negativamente. “La feminidad no está peleada con practicar un deporte rudo”. La nadadora paraolímpica indicó que, por el hecho de ser mujer, discapacitada y ser atleta paralímpica, ha sido discriminada. “Una atleta convencional vale más que una con discapacidad”. Ello es muestra de la transversalidad que la arroja a sufrir múltiples discriminaciones. Terrible es también la brecha salarial de una mujer que practica profesionalmente el mismo deporte que un hombre. Un ejemplo es el tenista Roger Federer, que gana 106.3 millones de dólares, mientras que Naomi Osaka (la tenista mejor pagada) sólo 37.4 millones de dólares. La lucha continúa con optimismo de que más pronto de lo esperado, la equidad de géneros se alcance. Para ello se deben nombrar, visibilizar y entender las desigualdades y romper los lazos que hacen que las normalicemos. Con la voluntad de las autoridades de la mano con la sociedad, es posible.

Por: Flor Yáñez

Cuando se crearon los Juegos Olímpicos en Grecia en 766 a.C., las mujeres no estaban incluidas; sólo las solteras podían asistir únicamente como espectadoras. En el Congreso Internacional para la instauración de los Juegos Olímpicos de la era moderna de 1884, continuó prohibiéndose la participación de la mujer, por considerarse aberrante y contrario a la salud pública su participación en el evento; salir de la esfera doméstica destinada a ellas, podría acarrearles enfermedades. Fue en las Olimpiadas de 1900 que por primera vez se incluyeron, pero sólo en golf y tenis; su presencia seguía pensándose incorrecta e incluso, antiestética. En 1932 por primera vez, mujeres mexicanas pudieron competir en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles: María Uribe Jasso en jabalina y Eugenia Escudero en esgrima. En este año 2021, las mujeres todavía encuentran obstáculos para lograr equidad e igualdad de oportunidades entre ambos sexos para desarrollarse en el deporte.

Estudié la secundaria en un colegio exclusivo para mujeres. Antes de ingresar tenía prejuicios respecto a la enseñanza y reglas de comportamiento que podría impartir la institución basadas en roles de género. Para mi sorpresa, durante los “recreos”, aunque el uniforme consistía en una falda, blusa y chaleco de gala, nos quitábamos los mocasines para correr mejor y en calcetas, jugábamos basquetbol y futbol comprometidas al juego en excelencia. Jugando beisbol durante una clase de educación física, una compañera se golpeó con el bate; se colocó hielo y continuó jugando. Fue al día siguiente que la escuela consideró cambiar los deportes a unos más “adecuados”, pues el padre de la chica se había quejado de lo inapropiado de ese deporte para una mujer. La visión de la sociedad es muy importante, pues se espera de las mujeres un rendimiento distinto al del hombre, de acuerdo con los dogmas sociales. Por más absurdo que parezcan estos comportamientos ahora, continúan las creencias de que las mujeres no pueden ni deben estar en ciertos espacios reservados para hombres.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación recientemente abrió un espacio a través de la Unidad de Igualdad de Género para reflexionar sobre los obstáculos que enfrentan las mujeres que han decidido dedicarse profesionalmente al ámbito deportivo. La yudoca Vanessa Zambotti comentó que los estereotipos de género han influenciado la vida social de las mujeres, condicionando su participación en el deporte. Se juzga a las competidoras por su aspecto “masculino” juzgándolas negativamente. “La feminidad no está peleada con practicar un deporte rudo”. La nadadora paraolímpica indicó que, por el hecho de ser mujer, discapacitada y ser atleta paralímpica, ha sido discriminada. “Una atleta convencional vale más que una con discapacidad”. Ello es muestra de la transversalidad que la arroja a sufrir múltiples discriminaciones. Terrible es también la brecha salarial de una mujer que practica profesionalmente el mismo deporte que un hombre. Un ejemplo es el tenista Roger Federer, que gana 106.3 millones de dólares, mientras que Naomi Osaka (la tenista mejor pagada) sólo 37.4 millones de dólares. La lucha continúa con optimismo de que más pronto de lo esperado, la equidad de géneros se alcance. Para ello se deben nombrar, visibilizar y entender las desigualdades y romper los lazos que hacen que las normalicemos. Con la voluntad de las autoridades de la mano con la sociedad, es posible.