/ martes 22 de enero de 2019

Hechos y criterios corrupción e impunidad

Acabar con la corrupción fue una de las promesas del hoy presidente de nuestro país, bandera, en cuanto a la lucha contra ese cáncer social, que otros candidatos –antes o después- también recogieron, e igual bandera que distintos sectores sociales lanzan al viento.

De hecho la corrupción a distintos niveles se cataloga, junto a la inseguridad, como uno de los más graves problemas de nuestra patria, respaldada desde luego por la impunidad. Si no existiera esta última, se ha expresado de mil maneras, la corrupción disminuiría notablemente.

El asunto es que la inmensa mayoría de los mexicanos buscan o quieren que el fenómeno de la corrupción se combata en todos sus frentes. Sin embargo algunos que tal proclaman han realizado actos, grandes o pequeños, que implican alguna forma de corrupción.

Nadie se opone, por poner un ejemplo de moda, que se persiga a los huachicoleros y lograr que el robo de combustible termine, pero la mayoría está de acuerdo en que la estrategia para atacar ese problema no fue –o es- la adecuada. Mas aquí el hecho es más complejo de lo que en principio se veía. Hay elementos para suponer –sin conceder como dirían los abogados- que personajes encumbrados en el poder o de altos vuelos aprovechan tal robo o incluso lo promueven, y comunidades diversas, podríamos decir, viven de ello. Aquí, independientemente de la estrategia, que ha causado problemas de abasto de gasolina y diésel en varios estados del país, se trata de ir al fondo y que quienes lucran con esos hechos paguen las que deben, sean quienes sean, tanto los susodichos personajes o quienes participan de un modo u otro en dicho delito.

Y no basta con elevar el robo de combustible a delito grave, sino promover una investigación a conciencia de todas las ramas que implica el llamado “huachicol”.

Tampoco basta, y ese es el objetivo de este artículo, señalar que existen problemas de corrupción en tal o cual rubro y centrarse en ellos, sino en abarcar, aunque sea por pasos, todas las formas en que la corrupción penetra en las diversas capas de la sociedad y en las instituciones de todo tipo. Y detectados los hechos proceder para que la impunidad no continúe privando.

Las leyes (justas), se supone, se hacen para cumplirse, y son de aplicación pareja para cualquier ciudadano. La realidad es que no pocas veces esa aplicación no es para todos y también que se ejercen prácticas o argucias legaloides para escurrir el bulto y nadar en la impunidad.

Aplicar la ley y el derecho sin buscar salidas fáciles es una tarea pendiente. ¿Lo ven?

Acabar con la corrupción fue una de las promesas del hoy presidente de nuestro país, bandera, en cuanto a la lucha contra ese cáncer social, que otros candidatos –antes o después- también recogieron, e igual bandera que distintos sectores sociales lanzan al viento.

De hecho la corrupción a distintos niveles se cataloga, junto a la inseguridad, como uno de los más graves problemas de nuestra patria, respaldada desde luego por la impunidad. Si no existiera esta última, se ha expresado de mil maneras, la corrupción disminuiría notablemente.

El asunto es que la inmensa mayoría de los mexicanos buscan o quieren que el fenómeno de la corrupción se combata en todos sus frentes. Sin embargo algunos que tal proclaman han realizado actos, grandes o pequeños, que implican alguna forma de corrupción.

Nadie se opone, por poner un ejemplo de moda, que se persiga a los huachicoleros y lograr que el robo de combustible termine, pero la mayoría está de acuerdo en que la estrategia para atacar ese problema no fue –o es- la adecuada. Mas aquí el hecho es más complejo de lo que en principio se veía. Hay elementos para suponer –sin conceder como dirían los abogados- que personajes encumbrados en el poder o de altos vuelos aprovechan tal robo o incluso lo promueven, y comunidades diversas, podríamos decir, viven de ello. Aquí, independientemente de la estrategia, que ha causado problemas de abasto de gasolina y diésel en varios estados del país, se trata de ir al fondo y que quienes lucran con esos hechos paguen las que deben, sean quienes sean, tanto los susodichos personajes o quienes participan de un modo u otro en dicho delito.

Y no basta con elevar el robo de combustible a delito grave, sino promover una investigación a conciencia de todas las ramas que implica el llamado “huachicol”.

Tampoco basta, y ese es el objetivo de este artículo, señalar que existen problemas de corrupción en tal o cual rubro y centrarse en ellos, sino en abarcar, aunque sea por pasos, todas las formas en que la corrupción penetra en las diversas capas de la sociedad y en las instituciones de todo tipo. Y detectados los hechos proceder para que la impunidad no continúe privando.

Las leyes (justas), se supone, se hacen para cumplirse, y son de aplicación pareja para cualquier ciudadano. La realidad es que no pocas veces esa aplicación no es para todos y también que se ejercen prácticas o argucias legaloides para escurrir el bulto y nadar en la impunidad.

Aplicar la ley y el derecho sin buscar salidas fáciles es una tarea pendiente. ¿Lo ven?