/ martes 4 de mayo de 2021

Hechos y criterios | Entre el bien y el mal

Demócrates, filósofo griego del siglo I a.C. exponía: “Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla”. Esa sentencia es aplicable a todos los tiempos.

Cuando alguna persona realiza una acción que la inmensa mayoría califica como inconveniente o mala, pero la ejecuta de manera que parezca buena o con ventaja para algunos, el juicio de no pocos deja de lado esa inconveniencia o maldad y aprueba esa realización, e incluso aplaude a quien la hizo.

Un simple ejemplo puede servir para entenderlo: Sabemos que el dar “mordida” para evitar una multa provoca corrupción, máxime si existe conciencia de que algo se hizo mal y la multa es merecida. Sin embargo muchos caen en la tentación para evitar distintas incomodidades. Son muchos quienes aceptan esa práctica y están de acuerdo con quien la efectúa.

Otra situación que para algunos es “normal” se presenta cuando al comprar un objeto cualquiera se nos da cambio de más, o no nos cobran algo. La reacción de no pocos es de gusto y, por consecuencia, no devuelven el efectivo o el objeto, aun sabiendo que ello se califica como robo sin más. Y hay quien está de acuerdo con ello, y lo toman de ejemplo.

Algunas personas que cuentan con dinero o bienes materiales, lo han obtenido por medios ilegales o injustos. Sin embargo otros envidian su situación y los tienen como modelo. Sabemos que muchos jóvenes buscan el dinero fácil y se embarcan en acciones reprobables y hasta criminales siguiendo el ejemplo de otros.

Cuando, por el contrario, alguien que devuelve lo que sabe no le pertenece, actúa con justicia, evita recibir dádivas que no merece o no tienen sustento, indica a los demás que tales o cuales acciones son malas, no acepta participar en cosas no muy claras o que son moralmente inaceptables, se exime de invitaciones de “amigos” que lo pueden llevar por mal camino, se mantiene fiel en su matrimonio y a sus promesas, trata de servir a otros sin esperar nada a cambio…, es tachado de tonto u otros epítetos que por educación no podemos repetir.

Debemos preguntarnos qué modelo les estamos dejando a las nuevas generaciones cuando artistas, políticos de todos los calibres, gente destacada en negocios no muy decentes les sirven de ejemplo, o bien absorben lo que la televisión o las nuevas tecnologías les indican como “bueno” aunque en el fondo –o en la superficie- no lo sea. Pensemos, y actuemos en consecuencia.

Demócrates, filósofo griego del siglo I a.C. exponía: “Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla”. Esa sentencia es aplicable a todos los tiempos.

Cuando alguna persona realiza una acción que la inmensa mayoría califica como inconveniente o mala, pero la ejecuta de manera que parezca buena o con ventaja para algunos, el juicio de no pocos deja de lado esa inconveniencia o maldad y aprueba esa realización, e incluso aplaude a quien la hizo.

Un simple ejemplo puede servir para entenderlo: Sabemos que el dar “mordida” para evitar una multa provoca corrupción, máxime si existe conciencia de que algo se hizo mal y la multa es merecida. Sin embargo muchos caen en la tentación para evitar distintas incomodidades. Son muchos quienes aceptan esa práctica y están de acuerdo con quien la efectúa.

Otra situación que para algunos es “normal” se presenta cuando al comprar un objeto cualquiera se nos da cambio de más, o no nos cobran algo. La reacción de no pocos es de gusto y, por consecuencia, no devuelven el efectivo o el objeto, aun sabiendo que ello se califica como robo sin más. Y hay quien está de acuerdo con ello, y lo toman de ejemplo.

Algunas personas que cuentan con dinero o bienes materiales, lo han obtenido por medios ilegales o injustos. Sin embargo otros envidian su situación y los tienen como modelo. Sabemos que muchos jóvenes buscan el dinero fácil y se embarcan en acciones reprobables y hasta criminales siguiendo el ejemplo de otros.

Cuando, por el contrario, alguien que devuelve lo que sabe no le pertenece, actúa con justicia, evita recibir dádivas que no merece o no tienen sustento, indica a los demás que tales o cuales acciones son malas, no acepta participar en cosas no muy claras o que son moralmente inaceptables, se exime de invitaciones de “amigos” que lo pueden llevar por mal camino, se mantiene fiel en su matrimonio y a sus promesas, trata de servir a otros sin esperar nada a cambio…, es tachado de tonto u otros epítetos que por educación no podemos repetir.

Debemos preguntarnos qué modelo les estamos dejando a las nuevas generaciones cuando artistas, políticos de todos los calibres, gente destacada en negocios no muy decentes les sirven de ejemplo, o bien absorben lo que la televisión o las nuevas tecnologías les indican como “bueno” aunque en el fondo –o en la superficie- no lo sea. Pensemos, y actuemos en consecuencia.