/ martes 13 de julio de 2021

Hechos y criterios | Imposición

Hoy, más que nunca, la palabra imposición no goza de buena fama. En muchos casos se combate con denuedo como signo de atentado a la libertad.

Prestado del latín imponere (siglo XIII), el término imponer significa poner dentro, en contra, envolver. Sin embargo asume distintos conceptos, de los cuales la Real Academia Española cita doce.

La primera acepción, quizá la más conocida, refiere la imposición como el poner una carga, una obligación u otra cosa. Bajo esa definición se levantan voces en contra de la autoridad paterna o materna, de autoridades civiles o de diversas instituciones, de los esposos o de los novios, de los maestros, de los líderes, de los sacerdotes, pastores o guías espirituales, de los candidatos a un puesto electoral, etc. No nos gusta que nos impongan las cosas, ni las personas ni las ideas. Y en no pocos casos hay razón para ello.

En los ámbitos políticos, sociales, económicos, morales, religiosos o de comunicaciones, e incluso en el de relaciones humanas de cualquier índole, es muy dado el manifestar que las imposiciones deben quedar de lado, que las cosas deben darse de modo que las partes involucradas no se muestren por encima unas de otras, que el diálogo prive para llegar a acuerdos. Eso, aunque en la realidad no se lleve del todo a cabo.

En el campo religioso, por ejemplo, y en algunos políticos o ideológicos, parecería que los dogmas se imponen, y son muchos que, por eso, entre otras causas, no aceptan determinadas líneas de conducta, aunque las verdades se impongan por su razón implícita y en modo alguno sean opresoras y abatan o disminuyan la libertad.

Se insiste, con sobrada razón, que el Evangelio –del cual se desprenden un cúmulo de verdades, muchas, dogmas- no se impone, se ofrece. Se reconoce que muchas veces ese don de Dios “no ha sido ofrecido sino impuesto” y “ha habido colonización en vez de evangelización” (Papa Francisco).

Hoy hace falta, en este campo religioso específico y en otros ámbitos de la vida humana, como la moral, la coherencia y el testimonio, sin imposiciones ni desplantes, sin complejos de superioridad, con sencillez y buscando siempre la verdad. ¿Lo ven?

Hoy, más que nunca, la palabra imposición no goza de buena fama. En muchos casos se combate con denuedo como signo de atentado a la libertad.

Prestado del latín imponere (siglo XIII), el término imponer significa poner dentro, en contra, envolver. Sin embargo asume distintos conceptos, de los cuales la Real Academia Española cita doce.

La primera acepción, quizá la más conocida, refiere la imposición como el poner una carga, una obligación u otra cosa. Bajo esa definición se levantan voces en contra de la autoridad paterna o materna, de autoridades civiles o de diversas instituciones, de los esposos o de los novios, de los maestros, de los líderes, de los sacerdotes, pastores o guías espirituales, de los candidatos a un puesto electoral, etc. No nos gusta que nos impongan las cosas, ni las personas ni las ideas. Y en no pocos casos hay razón para ello.

En los ámbitos políticos, sociales, económicos, morales, religiosos o de comunicaciones, e incluso en el de relaciones humanas de cualquier índole, es muy dado el manifestar que las imposiciones deben quedar de lado, que las cosas deben darse de modo que las partes involucradas no se muestren por encima unas de otras, que el diálogo prive para llegar a acuerdos. Eso, aunque en la realidad no se lleve del todo a cabo.

En el campo religioso, por ejemplo, y en algunos políticos o ideológicos, parecería que los dogmas se imponen, y son muchos que, por eso, entre otras causas, no aceptan determinadas líneas de conducta, aunque las verdades se impongan por su razón implícita y en modo alguno sean opresoras y abatan o disminuyan la libertad.

Se insiste, con sobrada razón, que el Evangelio –del cual se desprenden un cúmulo de verdades, muchas, dogmas- no se impone, se ofrece. Se reconoce que muchas veces ese don de Dios “no ha sido ofrecido sino impuesto” y “ha habido colonización en vez de evangelización” (Papa Francisco).

Hoy hace falta, en este campo religioso específico y en otros ámbitos de la vida humana, como la moral, la coherencia y el testimonio, sin imposiciones ni desplantes, sin complejos de superioridad, con sencillez y buscando siempre la verdad. ¿Lo ven?