/ martes 6 de abril de 2021

Hechos y criterios | Inocencia

Dos son, cuando menos, los elementos que podemos extraer de hechos que acontecen en el ámbito político de nuestro entorno.

1) Cuando alguna persona es señalada de un acto impropio a los ojos de los demás o se le imputa una acción delictiva, si es –y se sabe- inocente, lo primero que manifiesta es eso: Soy inocente, y lo reitera cada vez que el señalamiento o la acusación salen a relucir.

En películas, en programas televisivos, en novelas o en la vida real la manifestación de inocencia da oportunidad a que los indicios o los cargos se deshagan o caigan por su propio peso, y, si es el caso, se encuentre al verdadero culpable.

En algunas ocasiones, y es natural que así suceda, se piden pruebas de sus dichos a quienes señalan o acusan a tal o cual persona o personas, con el fin de limpiar su imagen y mostrar la mala fe o la falta de sustento de quienes las apuntan o culpan.

Hay también ocasiones en que quienes son designados de efectuar una acción reprobable no manifiestan una inocencia plena, y se exponen víctimas de acusaciones o señalamientos de distintos caracteres, sean por envidia, por malquerencias, por agravios pasados, por persecuciones diversas u otras causas. En tal caso la inocencia, en cuanto tal, puede dar pie a la duda, aunque la razón de los actos efectuados sea válida y no contenga la reprobación indicada.

2) Existen también casos en que acciones impropias que pueden ser de tipo administrativo o hasta penal, ejercidas por distintas personas individualmente o en grupo, que trascienden el ámbito estrictamente privado y se manifiestan por diversos motivos –válidos o no- ante la opinión pública, requieren ser dilucidados para que no queden en el aire y caigan en la impunidad si hay culpables, o se declare la inocencia de aquellos que son nombrados como involucrados en tales actos.

El asunto aquí es la aplicación del famoso dicho: O todos coludos o todos rabones, sin centrar la atención, por las razones que sean, en determinada o determinadas personas.

Cuando se da la existencia de alguien que se sabe o hay indicios de su participación en algún suceso reprobable o delictivo, y se utiliza su “información” con ánimo de aludir a otras personas, a cambio de que esa participación quede en la sombra o se le disminuya la pena a que se hace acreedor, la cosa va por mal camino y la justicia se ve mermada.

La verdad y la justicia deben ser los motivos que muevan, por encima de todo, a quienes, por su cargo, tienen obligación de rendir cuentas a la ciudadanía. ¿Lo ven?

Dos son, cuando menos, los elementos que podemos extraer de hechos que acontecen en el ámbito político de nuestro entorno.

1) Cuando alguna persona es señalada de un acto impropio a los ojos de los demás o se le imputa una acción delictiva, si es –y se sabe- inocente, lo primero que manifiesta es eso: Soy inocente, y lo reitera cada vez que el señalamiento o la acusación salen a relucir.

En películas, en programas televisivos, en novelas o en la vida real la manifestación de inocencia da oportunidad a que los indicios o los cargos se deshagan o caigan por su propio peso, y, si es el caso, se encuentre al verdadero culpable.

En algunas ocasiones, y es natural que así suceda, se piden pruebas de sus dichos a quienes señalan o acusan a tal o cual persona o personas, con el fin de limpiar su imagen y mostrar la mala fe o la falta de sustento de quienes las apuntan o culpan.

Hay también ocasiones en que quienes son designados de efectuar una acción reprobable no manifiestan una inocencia plena, y se exponen víctimas de acusaciones o señalamientos de distintos caracteres, sean por envidia, por malquerencias, por agravios pasados, por persecuciones diversas u otras causas. En tal caso la inocencia, en cuanto tal, puede dar pie a la duda, aunque la razón de los actos efectuados sea válida y no contenga la reprobación indicada.

2) Existen también casos en que acciones impropias que pueden ser de tipo administrativo o hasta penal, ejercidas por distintas personas individualmente o en grupo, que trascienden el ámbito estrictamente privado y se manifiestan por diversos motivos –válidos o no- ante la opinión pública, requieren ser dilucidados para que no queden en el aire y caigan en la impunidad si hay culpables, o se declare la inocencia de aquellos que son nombrados como involucrados en tales actos.

El asunto aquí es la aplicación del famoso dicho: O todos coludos o todos rabones, sin centrar la atención, por las razones que sean, en determinada o determinadas personas.

Cuando se da la existencia de alguien que se sabe o hay indicios de su participación en algún suceso reprobable o delictivo, y se utiliza su “información” con ánimo de aludir a otras personas, a cambio de que esa participación quede en la sombra o se le disminuya la pena a que se hace acreedor, la cosa va por mal camino y la justicia se ve mermada.

La verdad y la justicia deben ser los motivos que muevan, por encima de todo, a quienes, por su cargo, tienen obligación de rendir cuentas a la ciudadanía. ¿Lo ven?