Dos son, cuando menos, los elementos que podemos extraer de hechos que acontecen en el ámbito político de nuestro entorno.
1) Cuando alguna persona es señalada de un acto impropio a los ojos de los demás o se le imputa una acción delictiva, si es –y se sabe- inocente, lo primero que manifiesta es eso: Soy inocente, y lo reitera cada vez que el señalamiento o la acusación salen a relucir.
En películas, en programas televisivos, en novelas o en la vida real la manifestación de inocencia da oportunidad a que los indicios o los cargos se deshagan o caigan por su propio peso, y, si es el caso, se encuentre al verdadero culpable.
En algunas ocasiones, y es natural que así suceda, se piden pruebas de sus dichos a quienes señalan o acusan a tal o cual persona o personas, con el fin de limpiar su imagen y mostrar la mala fe o la falta de sustento de quienes las apuntan o culpan.
Hay también ocasiones en que quienes son designados de efectuar una acción reprobable no manifiestan una inocencia plena, y se exponen víctimas de acusaciones o señalamientos de distintos caracteres, sean por envidia, por malquerencias, por agravios pasados, por persecuciones diversas u otras causas. En tal caso la inocencia, en cuanto tal, puede dar pie a la duda, aunque la razón de los actos efectuados sea válida y no contenga la reprobación indicada.
2) Existen también casos en que acciones impropias que pueden ser de tipo administrativo o hasta penal, ejercidas por distintas personas individualmente o en grupo, que trascienden el ámbito estrictamente privado y se manifiestan por diversos motivos –válidos o no- ante la opinión pública, requieren ser dilucidados para que no queden en el aire y caigan en la impunidad si hay culpables, o se declare la inocencia de aquellos que son nombrados como involucrados en tales actos.
El asunto aquí es la aplicación del famoso dicho: O todos coludos o todos rabones, sin centrar la atención, por las razones que sean, en determinada o determinadas personas.
Cuando se da la existencia de alguien que se sabe o hay indicios de su participación en algún suceso reprobable o delictivo, y se utiliza su “información” con ánimo de aludir a otras personas, a cambio de que esa participación quede en la sombra o se le disminuya la pena a que se hace acreedor, la cosa va por mal camino y la justicia se ve mermada.
La verdad y la justicia deben ser los motivos que muevan, por encima de todo, a quienes, por su cargo, tienen obligación de rendir cuentas a la ciudadanía. ¿Lo ven?