/ martes 18 de mayo de 2021

Hechos y criterios | Prácticas

Se acerca la hora de emitir el voto ciudadano para elegir a los contendientes a diversos puestos públicos en medio de la pandemia que no acaba de ceder. Con o sin pandemia, prácticas para atraer el voto popular repiten esquemas ya probados o conocidos.

Algunas prácticas pueden ser atractivas y fiables, sin caer en hechos que atenten contra la integridad de partidos y sociedad, pero otras –a veces las más- se vuelven criticables al hacer uso de elementos que ofenden a ciudadanos y pueden ser señaladas como deleznables y hasta constitutivas de delitos.

El uso de dinero público, de bienes materiales o de personal gubernamental para apoyo de campañas de partidos y candidatos, lo que a veces se vuelve común, no puede en forma alguna caer en el aplauso y dejarse de lado sin ser sancionado; lo mismo el acarreo de personas a los actos públicos de los aspirantes, las dádivas económicas o en especie a cambio del voto, las presiones de diverso tipo sobre empleados públicos o privados para asistir a eventos o manifestarse a favor de determinados proyectos políticos o candidatos, las amenazas para quienes no se plieguen a lo que determinen los jefes o directivos…, y otras prácticas más.

Las promesas efectuadas por partidos o candidatos pueden caer también en prácticas que, no por conocidas, son atentatorias contra el buen sentido de las personas, creando falsas ilusiones o expectativas, usándolas sólo para ganar popularidad. No pocas veces se prometen cosas que de antemano se sabe no pueden cumplirse, o bien no están en la esfera de las atribuciones de los puestos a los que se aspira.

Una práctica que también se utiliza es el denostar a los otros contendientes al mismo puesto, sea o no cierto aquello que se les atribuye. Se llega a lo que se ha denominado como guerra sucia. Durante el tiempo de campaña se efectúan denuncias de todo tipo, las cuales pueden o no correr con suerte. Después de las votaciones muchas de esas denuncias no siguen su curso, duermen el sueño de los justos o caen en el olvido.

Las alianzas entre partidos –otra práctica- parecen estar de moda, y se hacen a modo para oponerse a quienes suponen pueden alcanzar mayores votos. No importa o parece no importar que los principios o ideología de tales partidos sean divergentes u opuestos, y los problemas al arribo del poder surjan como por encanto. Los partidos minoritarios suelen aliarse con otros para no ser descartados del ámbito político.

En fin, son muchas las prácticas que, a pesar de buenas intenciones y buenos proyectos y propuestas, enrarecen el ambiente electoral. Ello, sin embargo, no debe conducir a los ciudadanos al abstencionismo. ¿Lo ven?

Se acerca la hora de emitir el voto ciudadano para elegir a los contendientes a diversos puestos públicos en medio de la pandemia que no acaba de ceder. Con o sin pandemia, prácticas para atraer el voto popular repiten esquemas ya probados o conocidos.

Algunas prácticas pueden ser atractivas y fiables, sin caer en hechos que atenten contra la integridad de partidos y sociedad, pero otras –a veces las más- se vuelven criticables al hacer uso de elementos que ofenden a ciudadanos y pueden ser señaladas como deleznables y hasta constitutivas de delitos.

El uso de dinero público, de bienes materiales o de personal gubernamental para apoyo de campañas de partidos y candidatos, lo que a veces se vuelve común, no puede en forma alguna caer en el aplauso y dejarse de lado sin ser sancionado; lo mismo el acarreo de personas a los actos públicos de los aspirantes, las dádivas económicas o en especie a cambio del voto, las presiones de diverso tipo sobre empleados públicos o privados para asistir a eventos o manifestarse a favor de determinados proyectos políticos o candidatos, las amenazas para quienes no se plieguen a lo que determinen los jefes o directivos…, y otras prácticas más.

Las promesas efectuadas por partidos o candidatos pueden caer también en prácticas que, no por conocidas, son atentatorias contra el buen sentido de las personas, creando falsas ilusiones o expectativas, usándolas sólo para ganar popularidad. No pocas veces se prometen cosas que de antemano se sabe no pueden cumplirse, o bien no están en la esfera de las atribuciones de los puestos a los que se aspira.

Una práctica que también se utiliza es el denostar a los otros contendientes al mismo puesto, sea o no cierto aquello que se les atribuye. Se llega a lo que se ha denominado como guerra sucia. Durante el tiempo de campaña se efectúan denuncias de todo tipo, las cuales pueden o no correr con suerte. Después de las votaciones muchas de esas denuncias no siguen su curso, duermen el sueño de los justos o caen en el olvido.

Las alianzas entre partidos –otra práctica- parecen estar de moda, y se hacen a modo para oponerse a quienes suponen pueden alcanzar mayores votos. No importa o parece no importar que los principios o ideología de tales partidos sean divergentes u opuestos, y los problemas al arribo del poder surjan como por encanto. Los partidos minoritarios suelen aliarse con otros para no ser descartados del ámbito político.

En fin, son muchas las prácticas que, a pesar de buenas intenciones y buenos proyectos y propuestas, enrarecen el ambiente electoral. Ello, sin embargo, no debe conducir a los ciudadanos al abstencionismo. ¿Lo ven?