/ martes 27 de octubre de 2020

Hitos de la Independencia (III)

“Nunca aconsejes si no te lo piden”. Proverbio alemán

La historia nos ha heredado el bonapartismo, y toma fuerza en las luchas por el poder. Los impulsores de Iturbide formaron un círculo de oportunistas que siendo españoles y criollos potentados, se entregaron al amoral Iturbide y formaron una fuerza político- militar, para asaltar el poder que se quería separar de la España con su Constitución Liberal de 1812, que juró Fernando VII., Priistas, panistas, perredistas, perdón, representantes de las corrientes peninsulares, representantes del alto clero, insurgentes, terratenientes y militares antimasónicos, se amontonaron en el grupo morenista, perdón, iturbidista. En todo momento Iturbide se “declaró” partidario de que Fernando VII viniera a gobernar a la Nueva España, y en caso de no aceptar, que nombrara un noble español de sus confianzas. El virrey recién designado para la Nueva España fue don Juan de O´Donojú, liberal, que aceptó firmar los Tratados de Córdoba, con Iturbide. El dictador, perdón, Iturbide, actuó raudo y veloz e instauró una regencia, con él a la cabeza y con oportunistas de los sectores más reaccionarios de la época.

Ni Fernando VII ni ningún noble español aceptaron los conceptos de los Tratados de Córdoba, razón por la cual quedó abierta la puerta para que el propio Iturbide asaltara el poder. Viene al caso recordar la frase del oidor Bataller, que decía: “Mientras en España quede una mula manchega, ésa debe gobernar a los mexicanos”. En otras palabras, no puede darse a los mexicanos mayor castigo que el de que se gobiernen por sí solos. Ningún antecesor del dictador fue honesto, sólo yo, Iturbide debo gobernar, porque soy prístino y elegido de Dios. Manifestó en todo momento odio y desprecio a sus opositores y a la gran masa trabajadora. Preparó las redes sociales, perdón, a personas de la Ciudad de México y a militares de bajo rango (Pío Marchá) y provocó un motín que al grito de: “¡Viva Agustín I!” levantó a los habitantes de la ciudad, exigiendo la coronación del oportunista, en la Catedral Metropolitana. Los iturbidistas estaban eufóricos, y apoyaron la algarada popular. Pero los opositores liberales y los españoles, rechazaron tal Imperio de caricatura. Iturbide nombró a sus adeptos para los diversos cargos y el Congreso Nacional rechazó el escandaloso suceso. Iturbide disolvió el congreso y sus partidarios, prestos a cumplir sus caprichos, conformaron la Junta Instituyente. Todos los poderes quedaron en sus manos, como hoy sucede con el dictador. Ocho meses duró el imperio de caricatura, rebeliones, el Plan de Veracruz, que extendieron su descontento, lograron la expulsión del oportunista y su exilio a Italia. El nuevo Congreso Nacional lo declaró “traidor a la patria” y le impuso al “emperador”, la pena de muerte. Así nació México a la vida independiente.


“Nunca aconsejes si no te lo piden”. Proverbio alemán

La historia nos ha heredado el bonapartismo, y toma fuerza en las luchas por el poder. Los impulsores de Iturbide formaron un círculo de oportunistas que siendo españoles y criollos potentados, se entregaron al amoral Iturbide y formaron una fuerza político- militar, para asaltar el poder que se quería separar de la España con su Constitución Liberal de 1812, que juró Fernando VII., Priistas, panistas, perredistas, perdón, representantes de las corrientes peninsulares, representantes del alto clero, insurgentes, terratenientes y militares antimasónicos, se amontonaron en el grupo morenista, perdón, iturbidista. En todo momento Iturbide se “declaró” partidario de que Fernando VII viniera a gobernar a la Nueva España, y en caso de no aceptar, que nombrara un noble español de sus confianzas. El virrey recién designado para la Nueva España fue don Juan de O´Donojú, liberal, que aceptó firmar los Tratados de Córdoba, con Iturbide. El dictador, perdón, Iturbide, actuó raudo y veloz e instauró una regencia, con él a la cabeza y con oportunistas de los sectores más reaccionarios de la época.

Ni Fernando VII ni ningún noble español aceptaron los conceptos de los Tratados de Córdoba, razón por la cual quedó abierta la puerta para que el propio Iturbide asaltara el poder. Viene al caso recordar la frase del oidor Bataller, que decía: “Mientras en España quede una mula manchega, ésa debe gobernar a los mexicanos”. En otras palabras, no puede darse a los mexicanos mayor castigo que el de que se gobiernen por sí solos. Ningún antecesor del dictador fue honesto, sólo yo, Iturbide debo gobernar, porque soy prístino y elegido de Dios. Manifestó en todo momento odio y desprecio a sus opositores y a la gran masa trabajadora. Preparó las redes sociales, perdón, a personas de la Ciudad de México y a militares de bajo rango (Pío Marchá) y provocó un motín que al grito de: “¡Viva Agustín I!” levantó a los habitantes de la ciudad, exigiendo la coronación del oportunista, en la Catedral Metropolitana. Los iturbidistas estaban eufóricos, y apoyaron la algarada popular. Pero los opositores liberales y los españoles, rechazaron tal Imperio de caricatura. Iturbide nombró a sus adeptos para los diversos cargos y el Congreso Nacional rechazó el escandaloso suceso. Iturbide disolvió el congreso y sus partidarios, prestos a cumplir sus caprichos, conformaron la Junta Instituyente. Todos los poderes quedaron en sus manos, como hoy sucede con el dictador. Ocho meses duró el imperio de caricatura, rebeliones, el Plan de Veracruz, que extendieron su descontento, lograron la expulsión del oportunista y su exilio a Italia. El nuevo Congreso Nacional lo declaró “traidor a la patria” y le impuso al “emperador”, la pena de muerte. Así nació México a la vida independiente.