/ martes 30 de octubre de 2018

Hospitalidad y tolerancia: la oferta de México

Bajo el signo de la incertidumbre, la irrupción de inconformes centroamericanos en territorio patrio suscita conjeturas desde las más sombrías hasta las más optimistas. Depende del interlocutor y también de la perspectiva que se adopte para emitir un juicio esclarecedor en todo esto, más que una opinión subjetivista o de carácter ideológico.

Por lo pronto, nos encontramos ante el callejón sin salida de las contradicciones.

Si el punto de partida es el de los Derechos Humanos, habría que admitir que los integrantes de la caravana están en su libre arbitrio para asumir la decisión irrevocable de proseguir su itinerario, pase lo que pase.

Hagamos memoria.

Hace siglos, los perseguidos europeos por razones de creencias y de fe, tomaron el rumbo de la peregrinación hacia el norte del Continente, a suelo de lo que son hoy los Estados Unidos de América, en procura del derecho a practicar la religión de su predilección.

Desde entonces, los Estados Unidos fue considerado la tierra donde se ejercitaba la libertad de cultos, el nuevo Edén o, mejor, el lugar donde se podía anticipar el sueño feliz de la Tierra Prometida.

Hoy es el hambre, la necesidad extrema, lo que hace de aquel país el paradigma de una ilusión o de un sueño: el denominado “sueño americano”.

El presidente Donald Trump está haciendo todo lo posible para que la nación bajo su mandato deje ya de ser la nación en la que los necesitados de trabajo y de pan lo sigan considerando como el país idílico o la nación del “sueño americano”.

Ha dicho que está dispuesto a echar mano del Ejército con aquel propósito, al margen de las soberanías o los legítimos anhelos de los integrantes de la caravana.

Nuestro país con su presidente a la cabeza participa en esta explosión humana, invocando los valores de la libertad, la tolerancia y la hospitalidad.

Como en su momento, la nación vecina en vías de consolidarse y alcanzar la unidad a que aspiraban, entonces hospitalaria y tolerante, México abre las puertas de la comprensión y de la libertad para elegir, y lo hace con arreglo al derecho que le asiste como nación soberana y de acuerdo con las taxativas que a sí misma se ha impuesto.

Subjetivamente, los centroamericanos convertidos en “caravana de la insurrección” tienen todo el derecho a repudiar a los líderes en el poder de su país, tienen todo el derecho de buscar dónde resolver sus necesidades de bienestar, pero también de no olvidar que objetivamente son merecedores de penas y castigos, en su caso por su osadía en territorio ajeno.

En otros términos, subjetivamente se es libre a fin de promover el bien social, pero objetivamente habrá que estar a las resultas de ello y reconocer que hay límites para ejercer esa libertad.

Nuestro gobierno abanderado por Enrique Peña Nieto ha tendido la mano solidaria y dentro de las condiciones de temporalidad establecidas. El ofrecimiento, sin embargo, le ha sido rechazado.

Así las cosas, continuaremos bajo el peso de la incertidumbre acerca de lo que nos espera como nación y con lo que no puede ser sino una grave responsabilidad interna y al propio tiempo ante las relaciones internacionales.

Habrá lecciones que aprender de la crucial experiencia por parte de los involucrados en este fenómeno humano de hondas repercusiones.

Y no es el momento de hacer augurios que podrían ser tomados como rechazo, sumisión y complacencia.

Tenemos encima el tema del aeropuerto, asunto que nos advierte acerca de la improvisación, el despilfarro o, más aún, el de la corrupción mediatizada. Afrontamos los vaivenes de una “consulta” que tiene fallas, errores inducidos o temerarias decisiones adoptadas con premeditación, alevosía y ventaja.





http://federicoosorioaltuzar.blogspot.mx


Bajo el signo de la incertidumbre, la irrupción de inconformes centroamericanos en territorio patrio suscita conjeturas desde las más sombrías hasta las más optimistas. Depende del interlocutor y también de la perspectiva que se adopte para emitir un juicio esclarecedor en todo esto, más que una opinión subjetivista o de carácter ideológico.

Por lo pronto, nos encontramos ante el callejón sin salida de las contradicciones.

Si el punto de partida es el de los Derechos Humanos, habría que admitir que los integrantes de la caravana están en su libre arbitrio para asumir la decisión irrevocable de proseguir su itinerario, pase lo que pase.

Hagamos memoria.

Hace siglos, los perseguidos europeos por razones de creencias y de fe, tomaron el rumbo de la peregrinación hacia el norte del Continente, a suelo de lo que son hoy los Estados Unidos de América, en procura del derecho a practicar la religión de su predilección.

Desde entonces, los Estados Unidos fue considerado la tierra donde se ejercitaba la libertad de cultos, el nuevo Edén o, mejor, el lugar donde se podía anticipar el sueño feliz de la Tierra Prometida.

Hoy es el hambre, la necesidad extrema, lo que hace de aquel país el paradigma de una ilusión o de un sueño: el denominado “sueño americano”.

El presidente Donald Trump está haciendo todo lo posible para que la nación bajo su mandato deje ya de ser la nación en la que los necesitados de trabajo y de pan lo sigan considerando como el país idílico o la nación del “sueño americano”.

Ha dicho que está dispuesto a echar mano del Ejército con aquel propósito, al margen de las soberanías o los legítimos anhelos de los integrantes de la caravana.

Nuestro país con su presidente a la cabeza participa en esta explosión humana, invocando los valores de la libertad, la tolerancia y la hospitalidad.

Como en su momento, la nación vecina en vías de consolidarse y alcanzar la unidad a que aspiraban, entonces hospitalaria y tolerante, México abre las puertas de la comprensión y de la libertad para elegir, y lo hace con arreglo al derecho que le asiste como nación soberana y de acuerdo con las taxativas que a sí misma se ha impuesto.

Subjetivamente, los centroamericanos convertidos en “caravana de la insurrección” tienen todo el derecho a repudiar a los líderes en el poder de su país, tienen todo el derecho de buscar dónde resolver sus necesidades de bienestar, pero también de no olvidar que objetivamente son merecedores de penas y castigos, en su caso por su osadía en territorio ajeno.

En otros términos, subjetivamente se es libre a fin de promover el bien social, pero objetivamente habrá que estar a las resultas de ello y reconocer que hay límites para ejercer esa libertad.

Nuestro gobierno abanderado por Enrique Peña Nieto ha tendido la mano solidaria y dentro de las condiciones de temporalidad establecidas. El ofrecimiento, sin embargo, le ha sido rechazado.

Así las cosas, continuaremos bajo el peso de la incertidumbre acerca de lo que nos espera como nación y con lo que no puede ser sino una grave responsabilidad interna y al propio tiempo ante las relaciones internacionales.

Habrá lecciones que aprender de la crucial experiencia por parte de los involucrados en este fenómeno humano de hondas repercusiones.

Y no es el momento de hacer augurios que podrían ser tomados como rechazo, sumisión y complacencia.

Tenemos encima el tema del aeropuerto, asunto que nos advierte acerca de la improvisación, el despilfarro o, más aún, el de la corrupción mediatizada. Afrontamos los vaivenes de una “consulta” que tiene fallas, errores inducidos o temerarias decisiones adoptadas con premeditación, alevosía y ventaja.





http://federicoosorioaltuzar.blogspot.mx