/ martes 7 de diciembre de 2021

Identidad; dignidad y resentimiento 

Por: Antonio Ríos Ramírez

El autor de un libro que acabo de leer reconoce la gran época que estamos viviendo sobre la dignidad humana. El ambiente actual de las llamadas democracias resalta la gran lucha por el reconocimiento por parte de diversos grupos de la sociedad, como mujeres o indígenas. Es decir, la lucha por sus derechos como humanos se basa en una teoría de la necesidad y búsqueda del reconocimiento. y la emoción que esto significa. Probablemente aunado a esto, el resentimiento de décadas ante las diferencias e injusticias de una comunidad. Así, ponen entredicho las teorías económicas que pretenden entender el comportamiento humano mediante criterios de utilidad. Por aquí podemos entender mucho de los que se habla ¿Por qué lo apoyan y lo siguen apoyando?,¿Cómo entendemos ese comportamiento? A lo largo de la historia, las sociedades fueron cambiando del reconocimiento de ciertas personas como superiores, a la igualdad de valor de todos nuestros semejantes. Muchas de las élites se mantenían por su pensamiento de personas superiores: aquel que ganaba la guerra se quedaba el poder, y esto se perpetuaba a través de los siglos. Esos vencedores habían arriesgado su vida, habían administrado sus sociedades, habían luchado como guerreros y, por tanto, "merecían el poder”.

Con la llegada de las democracias se iban ganando derechos a los diferentes grupos de una comunidad.

En el mundo de hoy, muchos grupos piden reconocimiento, que les traten por igual que a sus semejantes. Pero esto no siempre ha sido así. Las perspectivas de la identidad se hacían cada vez más precisas y complejas: en cualquier individuo se podían diagnosticar opresiones y privilegios. Cuanto más se exploraba este tema, más se notaban. Cada grupo fue buscando su propia identidad. La demanda por reconocimiento de los grupos ha existido en prácticamente todas las épocas de la historia. Uno de los grandes retos es intentar entender la diversidad. Entre este intento está el resentimiento de grupos que, por muchos años, han estado prácticamente borrados del mapa y buscan su identidad en “cualquier” oportunidad de sueño que se plantee a su alrededor. Por ejemplo, muchos ciudadanos de los países de acogida ven a los migrantes como amenazas para su identidad nacional, a sus costumbres, a su religión, a sus formas de vida, y otros los ven como una manera de enriquecer culturalmente a las sociedades. Finalmente, izquierdas y derechas han adoptado las políticas de identidad por igual.

La Identidad no es ni mala ni buena de por sí, sino una “respuesta natural e inevitable de la injusticia y desigualdad”, pero presenta importantes riesgos como el olvido de los factores socioeconómicos (preponderancia de aspectos culturales), la desatención de los grupos, como los veteranos, o los trabajadores impactados por la globalización, el peligro de la libertad de expresión y la corrección de políticas.

La solución no es abandonar la idea de identidad, concepto fundamental para entender la manera en que las sociedades modernas piensan acerca de sí mismas. La solución pasa por definir identidades nacionales más amplias e “integradoras” que tengan en cuenta la diversidad de hecho de las sociedades democráticas liberales actuales.

La Identidad es consecuencia del mundo moderno. La inmigración y la diversidad son cuestiones positivas en líneas generales, beneficiosas para las sociedades a largo plazo. Pero la identidad aparentemente más importante sigue siendo la nacional, necesaria para que “funcionen” los países, ya que otorga seguridad física, determina la calidad del gobierno, facilita el desarrollo económico y genera confianza.

email: antonio.rios@tec.mx, miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

Por: Antonio Ríos Ramírez

El autor de un libro que acabo de leer reconoce la gran época que estamos viviendo sobre la dignidad humana. El ambiente actual de las llamadas democracias resalta la gran lucha por el reconocimiento por parte de diversos grupos de la sociedad, como mujeres o indígenas. Es decir, la lucha por sus derechos como humanos se basa en una teoría de la necesidad y búsqueda del reconocimiento. y la emoción que esto significa. Probablemente aunado a esto, el resentimiento de décadas ante las diferencias e injusticias de una comunidad. Así, ponen entredicho las teorías económicas que pretenden entender el comportamiento humano mediante criterios de utilidad. Por aquí podemos entender mucho de los que se habla ¿Por qué lo apoyan y lo siguen apoyando?,¿Cómo entendemos ese comportamiento? A lo largo de la historia, las sociedades fueron cambiando del reconocimiento de ciertas personas como superiores, a la igualdad de valor de todos nuestros semejantes. Muchas de las élites se mantenían por su pensamiento de personas superiores: aquel que ganaba la guerra se quedaba el poder, y esto se perpetuaba a través de los siglos. Esos vencedores habían arriesgado su vida, habían administrado sus sociedades, habían luchado como guerreros y, por tanto, "merecían el poder”.

Con la llegada de las democracias se iban ganando derechos a los diferentes grupos de una comunidad.

En el mundo de hoy, muchos grupos piden reconocimiento, que les traten por igual que a sus semejantes. Pero esto no siempre ha sido así. Las perspectivas de la identidad se hacían cada vez más precisas y complejas: en cualquier individuo se podían diagnosticar opresiones y privilegios. Cuanto más se exploraba este tema, más se notaban. Cada grupo fue buscando su propia identidad. La demanda por reconocimiento de los grupos ha existido en prácticamente todas las épocas de la historia. Uno de los grandes retos es intentar entender la diversidad. Entre este intento está el resentimiento de grupos que, por muchos años, han estado prácticamente borrados del mapa y buscan su identidad en “cualquier” oportunidad de sueño que se plantee a su alrededor. Por ejemplo, muchos ciudadanos de los países de acogida ven a los migrantes como amenazas para su identidad nacional, a sus costumbres, a su religión, a sus formas de vida, y otros los ven como una manera de enriquecer culturalmente a las sociedades. Finalmente, izquierdas y derechas han adoptado las políticas de identidad por igual.

La Identidad no es ni mala ni buena de por sí, sino una “respuesta natural e inevitable de la injusticia y desigualdad”, pero presenta importantes riesgos como el olvido de los factores socioeconómicos (preponderancia de aspectos culturales), la desatención de los grupos, como los veteranos, o los trabajadores impactados por la globalización, el peligro de la libertad de expresión y la corrección de políticas.

La solución no es abandonar la idea de identidad, concepto fundamental para entender la manera en que las sociedades modernas piensan acerca de sí mismas. La solución pasa por definir identidades nacionales más amplias e “integradoras” que tengan en cuenta la diversidad de hecho de las sociedades democráticas liberales actuales.

La Identidad es consecuencia del mundo moderno. La inmigración y la diversidad son cuestiones positivas en líneas generales, beneficiosas para las sociedades a largo plazo. Pero la identidad aparentemente más importante sigue siendo la nacional, necesaria para que “funcionen” los países, ya que otorga seguridad física, determina la calidad del gobierno, facilita el desarrollo económico y genera confianza.

email: antonio.rios@tec.mx, miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua