/ martes 9 de octubre de 2018

Identidades

La identidad, especialmente en nuestro tiempo, es una característica muy preciada al hombre. Por ello el robo de identidad es severamente sancionado. Y la identidad de una persona tiene que ver con sus orígenes.

Situaciones hay en que la falta de identidad provoca problemas serios en muchos de quienes la padecen: hombres o mujeres abandonados de pequeños sin conocimiento de quiénes son sus progenitores; personas adoptadas que descubren que sus padres son adoptivos y buscan su identidad biológica; los llamados niños de probeta cuyo origen e identidad se vuelven desconocidos; aquellos que sabiéndose hijos de madres solteras, quieren saber de quién más son hijos…; y también están los que huyen de los conflictos en sus países, los inmigrantes, los huérfanos, los sin papeles, los niños de la calle…

Los hombres necesitamos identificarnos ante los demás. Nuestro nombre, apellido, nacionalidad y características singulares hacen sentir nuestro valor. Por ello es importante que al arribar a este mundo –cuando menos en nuestro país- quedemos identificados con nuestra acta de nacimiento. Sin ella quedamos desprotegidos.

Y en el ámbito católico –hay que decirlo- el bautismo nos identifica y da origen a unas raíces que perduran a través del tiempo y nos unen al árbol que es Cristo. Aun en el caso que no practiquemos o vivamos la doctrina o enseñanzas del Maestro, las raíces se conservan.

Por eso aunque no pocos católicos realicen acciones a la par que las de los no creyentes: como tener un estilo de vida donde los bienes materiales ocupan un lugar preponderante, vivir el divorcio o el adulterio, o participar en la corrupción, no expresarán que esas acciones son buenas, como pueden hacerlo quienes no tienen esas raíces. Y si vuelven a sus orígenes se darán cuenta de que sus acciones están mal y quizá se arrepientan. Mucho menos torcerán las cosas y expondrán que ciertas conductas son buenas, llámense fraudes, divorcios, abandonos, matrimonios homosexuales, abortos…, como sí lo hacen otros y las promueven.

Es importante manifestar lo anterior para tratar de volver a nuestros orígenes y a nuestra identidad. ¿Lo ven?




La identidad, especialmente en nuestro tiempo, es una característica muy preciada al hombre. Por ello el robo de identidad es severamente sancionado. Y la identidad de una persona tiene que ver con sus orígenes.

Situaciones hay en que la falta de identidad provoca problemas serios en muchos de quienes la padecen: hombres o mujeres abandonados de pequeños sin conocimiento de quiénes son sus progenitores; personas adoptadas que descubren que sus padres son adoptivos y buscan su identidad biológica; los llamados niños de probeta cuyo origen e identidad se vuelven desconocidos; aquellos que sabiéndose hijos de madres solteras, quieren saber de quién más son hijos…; y también están los que huyen de los conflictos en sus países, los inmigrantes, los huérfanos, los sin papeles, los niños de la calle…

Los hombres necesitamos identificarnos ante los demás. Nuestro nombre, apellido, nacionalidad y características singulares hacen sentir nuestro valor. Por ello es importante que al arribar a este mundo –cuando menos en nuestro país- quedemos identificados con nuestra acta de nacimiento. Sin ella quedamos desprotegidos.

Y en el ámbito católico –hay que decirlo- el bautismo nos identifica y da origen a unas raíces que perduran a través del tiempo y nos unen al árbol que es Cristo. Aun en el caso que no practiquemos o vivamos la doctrina o enseñanzas del Maestro, las raíces se conservan.

Por eso aunque no pocos católicos realicen acciones a la par que las de los no creyentes: como tener un estilo de vida donde los bienes materiales ocupan un lugar preponderante, vivir el divorcio o el adulterio, o participar en la corrupción, no expresarán que esas acciones son buenas, como pueden hacerlo quienes no tienen esas raíces. Y si vuelven a sus orígenes se darán cuenta de que sus acciones están mal y quizá se arrepientan. Mucho menos torcerán las cosas y expondrán que ciertas conductas son buenas, llámense fraudes, divorcios, abandonos, matrimonios homosexuales, abortos…, como sí lo hacen otros y las promueven.

Es importante manifestar lo anterior para tratar de volver a nuestros orígenes y a nuestra identidad. ¿Lo ven?