/ martes 3 de septiembre de 2019

Imperio de la posverdad

“Quien promete con mucha ligereza, se va arrepintiendo despacio”. Ercilla

l

La obligación de informar, va unida al derecho de ser informado. Este principio debe observarse protocolariamente, con oportunidad y respeto a las normas éticas. No es posible abofetear al pueblo con posverdades a un pueblo que cumple con las leyes de su país. Urdir cadenas de mentiras y reiterarlas en odiosas letanías diarias, es una forma de corrupción, pero, más, imponer mentiras a los dichos del dictador. Miles de alumnos carecen de educación, por la falta de profesores, de aulas nuevas y de la obligatoriedad que señala nuestro artículo tercero constitucional. Duelen los padecimientos en la salud de nuestros compatriotas, por falta de clínicas, de hospitales de segundo y tercer nivel, más por la falta de fármacos, de equipos de laboratorio y de imagenología, de centros de rehabilitación, total abandono. Los mexicanos sufren día a día el terror derivado de la violencia en todo el país. Viudas, huérfanos, niños, jovencitos son las víctimas de semejante crueldad que ensombrece a la nación entera. Ignora el dictador lo que es el “poder adquisitivo” del salario real, no nominal. El pueblo sufre para obtener los satisfactores de sus necesidades y las de su familia, cuando enfrenta su salario con los servicios y productos que requiere para subsistir.

Porras ignorantes, oportunistas y acarreadas aplauden las posverdades que el dictador emite para ocultar sus fracasos y su ineptitud. Un régimen así, va a la tiranía, sin embargo, tiene las explicaciones, de que los gobiernos anteriores “todo lo hicieron mal”. El pueblo clama “justicia social, que el régimen dictatorial no conoce ni por los forros. La inversión financiera, nacional y extranjera, por los suelos y, “sólo son nueve meses”, de la desastrosa gestión. No hay un plan nacional de desarrollo, es un gobierno de ocurrencias casuísticas de venganza y de rencor. La sociedad tiene la obligación de conocer lo que hace o pretende hacer el gobierno, empero con mentiras será difícil arribar a la acción cívica de la participación ciudadana que tanto pregonan. El imperio de las mentiras no debe vencer a los ciudadanos honestos.


“Quien promete con mucha ligereza, se va arrepintiendo despacio”. Ercilla

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La obligación de informar, va unida al derecho de ser informado. Este principio debe observarse protocolariamente, con oportunidad y respeto a las normas éticas. No es posible abofetear al pueblo con posverdades a un pueblo que cumple con las leyes de su país. Urdir cadenas de mentiras y reiterarlas en odiosas letanías diarias, es una forma de corrupción, pero, más, imponer mentiras a los dichos del dictador. Miles de alumnos carecen de educación, por la falta de profesores, de aulas nuevas y de la obligatoriedad que señala nuestro artículo tercero constitucional. Duelen los padecimientos en la salud de nuestros compatriotas, por falta de clínicas, de hospitales de segundo y tercer nivel, más por la falta de fármacos, de equipos de laboratorio y de imagenología, de centros de rehabilitación, total abandono. Los mexicanos sufren día a día el terror derivado de la violencia en todo el país. Viudas, huérfanos, niños, jovencitos son las víctimas de semejante crueldad que ensombrece a la nación entera. Ignora el dictador lo que es el “poder adquisitivo” del salario real, no nominal. El pueblo sufre para obtener los satisfactores de sus necesidades y las de su familia, cuando enfrenta su salario con los servicios y productos que requiere para subsistir.

Porras ignorantes, oportunistas y acarreadas aplauden las posverdades que el dictador emite para ocultar sus fracasos y su ineptitud. Un régimen así, va a la tiranía, sin embargo, tiene las explicaciones, de que los gobiernos anteriores “todo lo hicieron mal”. El pueblo clama “justicia social, que el régimen dictatorial no conoce ni por los forros. La inversión financiera, nacional y extranjera, por los suelos y, “sólo son nueve meses”, de la desastrosa gestión. No hay un plan nacional de desarrollo, es un gobierno de ocurrencias casuísticas de venganza y de rencor. La sociedad tiene la obligación de conocer lo que hace o pretende hacer el gobierno, empero con mentiras será difícil arribar a la acción cívica de la participación ciudadana que tanto pregonan. El imperio de las mentiras no debe vencer a los ciudadanos honestos.