/ lunes 26 de abril de 2021

Informalidad: el verdadero problema fiscal de México

Por Luis Arturo Gómez

El artículo 31 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos habla sobre las obligaciones que tenemos todos los mexicanos. En su fracción IV dice: “Contribuir para los gastos públicos, así de la Federación, como de los Estados, de la Ciudad de México y del Municipio en que residan, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes.”

A nadie le gusta pagar impuestos, nunca he conocido a alguien que vaya con júbilo y una sonrisa en el rostro a pagar cada enero su revalidación vehicular o el predial de su casa. Sin embargo, la realidad es que pagar impuestos es necesario. No concibo una sociedad que pudiera funcionar sin un aparato gubernamental, no podríamos tener una vida civilizada sin leyes, sin un sistema educativo, sin un sistema de salud, sin calles y carreteras, sin un reglamento de tránsito, sin seguridad pública, sin instituciones, sin médicos, enfermeras, bomberos, profesores de educación básica y demás personal que integran las instituciones gubernamentales.

Los impuestos se caracterizan por no tener una contraprestación directa por parte de la autoridad hacendaria, es decir, cuando se paga el impuesto no recibimos un producto o servicio de manera instantánea, sin embargo, su existencia se justifica porque el estado regresa a los contribuyentes sus impuestos en forma de servicios e infraestructura que el aparato gubernamental pone a su disposición.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en México el 53.8% de los empleos son informales, lo que significa que más de la mitad de los trabajadores no pagan impuestos y no tienen acceso a las prestaciones de ley, como seguridad social, derecho a la vivienda y ahorro para el retiro. Por otro lado, datos de Banco de México nos dicen que el 99.8% de los negocios en nuestro país son Pequeñas y Medianas Empresas (Pymes), y de ellas, sólo el 26.7% pertenece a la economía formal.

Todo lo anterior se traduce en que más de la mitad de los trabajadores y tres cuartas partes de las empresas en México no pagan impuestos. Todos usamos las calles y carreteras, el transporte público, el sistema educativo y las demás instituciones gubernamentales, pero sólo una pequeña parte de los mexicanos estamos pagando por ellas.

“Yo no pago impuestos porque los políticos se los roban”, “No registro mi negocio en Hacienda porque los impuestos me van a quebrar”, “Tengo años declarando en ceros, nunca me sale impuesto a pagar”, son frases que podemos escuchar todos los días, en todas partes, y dichas por todo tipo de gente, desde personas con un bajo nivel educativo hasta incluso algunos contadores públicos con título en mano: todos con la misma idiosincrasia mezquina y mediocre de no querer cumplir con las obligaciones fiscales que tenemos todos los que nos hacemos llamar mexicanos.

La informalidad en México es un cáncer que nos consume. Es triste ver cómo algunos padres de familia les dicen a los niños desde pequeños que el Sistema de Administración Tributaria (SAT) es el villano de la película, que el gobierno es el malo contra quien tienen que luchar todos los días, una cultura en donde es un “chingón” el que evade al fisco, el que pagó menos de lo que era, el que bajó apoyos de gobierno que no le correspondían, el que se roba la electricidad, el que compra pirata, el que no hace fila porque conoce al cadenero. La informalidad es un problema mental que consume a México y todos tenemos la responsabilidad de cambiar esta situación. Las autoridades educativas correspondientes deben enseñar a los niños desde la educación básica cómo funcionan los impuestos y deben crear conciencia de la importancia de pagarlos como debe ser. Pero esto no servirá de nada si los niños en casa siguen escuchando todos los días a sus padres quejarse del gobierno, de los “altos impuestos” y de lo malo que es pertenecer al sector formal, difícilmente avanzaremos como país si los padres siguen enseñando a sus hijos que es “muy vivo” aquel que saca provecho personal de algo que debería ser nuestra obligación hacer.

MF Luis Gómez, analista financiero

Por Luis Arturo Gómez

El artículo 31 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos habla sobre las obligaciones que tenemos todos los mexicanos. En su fracción IV dice: “Contribuir para los gastos públicos, así de la Federación, como de los Estados, de la Ciudad de México y del Municipio en que residan, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes.”

A nadie le gusta pagar impuestos, nunca he conocido a alguien que vaya con júbilo y una sonrisa en el rostro a pagar cada enero su revalidación vehicular o el predial de su casa. Sin embargo, la realidad es que pagar impuestos es necesario. No concibo una sociedad que pudiera funcionar sin un aparato gubernamental, no podríamos tener una vida civilizada sin leyes, sin un sistema educativo, sin un sistema de salud, sin calles y carreteras, sin un reglamento de tránsito, sin seguridad pública, sin instituciones, sin médicos, enfermeras, bomberos, profesores de educación básica y demás personal que integran las instituciones gubernamentales.

Los impuestos se caracterizan por no tener una contraprestación directa por parte de la autoridad hacendaria, es decir, cuando se paga el impuesto no recibimos un producto o servicio de manera instantánea, sin embargo, su existencia se justifica porque el estado regresa a los contribuyentes sus impuestos en forma de servicios e infraestructura que el aparato gubernamental pone a su disposición.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en México el 53.8% de los empleos son informales, lo que significa que más de la mitad de los trabajadores no pagan impuestos y no tienen acceso a las prestaciones de ley, como seguridad social, derecho a la vivienda y ahorro para el retiro. Por otro lado, datos de Banco de México nos dicen que el 99.8% de los negocios en nuestro país son Pequeñas y Medianas Empresas (Pymes), y de ellas, sólo el 26.7% pertenece a la economía formal.

Todo lo anterior se traduce en que más de la mitad de los trabajadores y tres cuartas partes de las empresas en México no pagan impuestos. Todos usamos las calles y carreteras, el transporte público, el sistema educativo y las demás instituciones gubernamentales, pero sólo una pequeña parte de los mexicanos estamos pagando por ellas.

“Yo no pago impuestos porque los políticos se los roban”, “No registro mi negocio en Hacienda porque los impuestos me van a quebrar”, “Tengo años declarando en ceros, nunca me sale impuesto a pagar”, son frases que podemos escuchar todos los días, en todas partes, y dichas por todo tipo de gente, desde personas con un bajo nivel educativo hasta incluso algunos contadores públicos con título en mano: todos con la misma idiosincrasia mezquina y mediocre de no querer cumplir con las obligaciones fiscales que tenemos todos los que nos hacemos llamar mexicanos.

La informalidad en México es un cáncer que nos consume. Es triste ver cómo algunos padres de familia les dicen a los niños desde pequeños que el Sistema de Administración Tributaria (SAT) es el villano de la película, que el gobierno es el malo contra quien tienen que luchar todos los días, una cultura en donde es un “chingón” el que evade al fisco, el que pagó menos de lo que era, el que bajó apoyos de gobierno que no le correspondían, el que se roba la electricidad, el que compra pirata, el que no hace fila porque conoce al cadenero. La informalidad es un problema mental que consume a México y todos tenemos la responsabilidad de cambiar esta situación. Las autoridades educativas correspondientes deben enseñar a los niños desde la educación básica cómo funcionan los impuestos y deben crear conciencia de la importancia de pagarlos como debe ser. Pero esto no servirá de nada si los niños en casa siguen escuchando todos los días a sus padres quejarse del gobierno, de los “altos impuestos” y de lo malo que es pertenecer al sector formal, difícilmente avanzaremos como país si los padres siguen enseñando a sus hijos que es “muy vivo” aquel que saca provecho personal de algo que debería ser nuestra obligación hacer.

MF Luis Gómez, analista financiero