/ viernes 4 de septiembre de 2020

Inmoral - amoral

Es evidente la progresiva “amoralización” de la sociedad. Desde siempre han existido y existirán los inmorales, es decir, aquellas personas cuya conducta contradice los principios éticos —los que se portan mal— pero, al fin y al cabo, dándose cuenta de ello. Sin embargo, basta escuchar un rato la radio a cualquier hora, para oír comentarios donde se mencionan ejemplos de desórdenes morales aceptados como “normales”. (“Inmoral”: Aquello que desobedece a la moral. “Amoral”: Sin moral).


Vivir en adulterio; humillar injustamente; desnudarse ante las cámaras de televisión; tener relaciones prematrimoniales; abortar; ganar dinero a través de publicidad pornográfica; publicar todo sin respetar la intimidad ajena; rebelarse en contra de los padres o faltar al respeto a los mayores; drogarse; burlarse de la religiosidad de la gente y muchos otros extravíos “ya no son pecado”. Es más, el mismo concepto de pecado se encuentra arrumbado en el rincón de las cosas inservibles. Me da la impresión de que quienes piensan así son esas personas que se hablan de tú con las mayúsculas.

Un error muy generalizado consiste en pensar que la moral es un asunto inventado y comercializado por la religión, estableciendo con ello un sistema de control sobre sus fieles, en un régimen amenazante de castigos temporales y eternos. La verdad es que todo lo anterior no debería extrañarnos, pues no podría ser de otra manera, dado que tenemos un poco más de dos siglos de influencia liberal.


Aclaremos que “libertad” y “liberal” no son lo mismo; pues la corriente liberal afirma que la esencia del hombre es la libertad, y si bien es cierto que, por naturaleza, el hombre es un ser libre, no deja de ser hombre cuando su libertad está restringida. La libertad es una característica fundamental de la perfección humana, pero aun en la cárcel el ser humano sigue siendo hombre. Además la libertad absoluta e ilimitada no existe. El universo con sus leyes me limita, es más, mi misma naturaleza no me permite hacer todo lo que otros seres hacen.


Sin moral el comercio sería siempre un medio de explotación; la política mucho más peligrosa; la autoridad terminaría en dictadura; la medicina en simple comercio; la familia dejaría de ser eso; la educación no pasaría de instrucción; la verdad y la mentira tendrían el mismo valor; dejaría de existir la decencia y, por lo mismo, la gente decente. Sin moral la mujer pasaría de persona a objeto de placer; la sexualidad perdería su dignidad. Por otra parte, no habría diferencia entre noviazgo y promiscuidad. Sin moral las relaciones interpersonales se regirían por la ley de la selva, y todo orden legal se vendría abajo. Sin moral, ninguna guerra sería injusta, y si lo fuera, no sería mala, pues la maldad y la bondad son conceptos morales, no jurídicos.

A los detractores de la moral les recomendaría reflexionar en que la moral es el fundamento de la civilización, y acabar con ella traería consecuencias nefastas como lo estamos constatando.


www.padrealejandro.org


Es evidente la progresiva “amoralización” de la sociedad. Desde siempre han existido y existirán los inmorales, es decir, aquellas personas cuya conducta contradice los principios éticos —los que se portan mal— pero, al fin y al cabo, dándose cuenta de ello. Sin embargo, basta escuchar un rato la radio a cualquier hora, para oír comentarios donde se mencionan ejemplos de desórdenes morales aceptados como “normales”. (“Inmoral”: Aquello que desobedece a la moral. “Amoral”: Sin moral).


Vivir en adulterio; humillar injustamente; desnudarse ante las cámaras de televisión; tener relaciones prematrimoniales; abortar; ganar dinero a través de publicidad pornográfica; publicar todo sin respetar la intimidad ajena; rebelarse en contra de los padres o faltar al respeto a los mayores; drogarse; burlarse de la religiosidad de la gente y muchos otros extravíos “ya no son pecado”. Es más, el mismo concepto de pecado se encuentra arrumbado en el rincón de las cosas inservibles. Me da la impresión de que quienes piensan así son esas personas que se hablan de tú con las mayúsculas.

Un error muy generalizado consiste en pensar que la moral es un asunto inventado y comercializado por la religión, estableciendo con ello un sistema de control sobre sus fieles, en un régimen amenazante de castigos temporales y eternos. La verdad es que todo lo anterior no debería extrañarnos, pues no podría ser de otra manera, dado que tenemos un poco más de dos siglos de influencia liberal.


Aclaremos que “libertad” y “liberal” no son lo mismo; pues la corriente liberal afirma que la esencia del hombre es la libertad, y si bien es cierto que, por naturaleza, el hombre es un ser libre, no deja de ser hombre cuando su libertad está restringida. La libertad es una característica fundamental de la perfección humana, pero aun en la cárcel el ser humano sigue siendo hombre. Además la libertad absoluta e ilimitada no existe. El universo con sus leyes me limita, es más, mi misma naturaleza no me permite hacer todo lo que otros seres hacen.


Sin moral el comercio sería siempre un medio de explotación; la política mucho más peligrosa; la autoridad terminaría en dictadura; la medicina en simple comercio; la familia dejaría de ser eso; la educación no pasaría de instrucción; la verdad y la mentira tendrían el mismo valor; dejaría de existir la decencia y, por lo mismo, la gente decente. Sin moral la mujer pasaría de persona a objeto de placer; la sexualidad perdería su dignidad. Por otra parte, no habría diferencia entre noviazgo y promiscuidad. Sin moral las relaciones interpersonales se regirían por la ley de la selva, y todo orden legal se vendría abajo. Sin moral, ninguna guerra sería injusta, y si lo fuera, no sería mala, pues la maldad y la bondad son conceptos morales, no jurídicos.

A los detractores de la moral les recomendaría reflexionar en que la moral es el fundamento de la civilización, y acabar con ella traería consecuencias nefastas como lo estamos constatando.


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