/ sábado 30 de noviembre de 2019

Instituciones y democracia, ¿para qué?

Durante la elección de Rosario Ibarra como presidente de la CNDH, a los senadores morenos les faltaron poquitos votos para cumplir con la mayoría calificada, lo mismo acaba de suceder en el Congreso de Puebla a los morenos para elegir al auditor superior del Estado, y violaron la ley para elegirlos, lo cual no le quita el sueño a ningún moreno y probablemente tampoco a un buen número de mexicanos que no están afiliados a ningún partido político.

Todas las semanas escuchamos y vemos cómo AMLO produce los datos que le convienen, contradiciendo las propias estadísticas del Gobierno Federal que generan Banco de México, INEGI, la Fiscalía General de la nación, Segob, etc.

AMLO repite que no importa la experiencia de quienes ocupan los puestos públicos más importantes del país, al tiempo que se hace de la vista gorda ante los antecedentes nada honorables de Manuel Bartlett, Napito, etc., donde el primero no tiene la menor experiencia para dirigir la CFE. Pero no olvidemos que estamos viviendo los tiempos de la "sociedad del conocimiento", donde la tecnología y la técnica son asunto de "vida o muerte" para cualquier país.

Durante meses AMLO ha estado desmantelando la autonomía y la institucionalidad de un sinnúmero de organismos públicos, como la Suprema Corte de Justicia, que debe garantizar la división de poderes para evitar su concentración en un sistema despótico, autoritario y antidemocrático.

Muy pocos mexicanos, especialmente los más pobres, saben cómo era México antes de que surgieran las instituciones con todas sus fallas y limitaciones, durante la Revolución y hasta el Maximato, cuando el presidente en turno eliminaba a sus adversarios con un tiro en la nuca a medianoche en algún paraje solitario.

Tiempos violentos cuando las diferencias se mal resolvían a balazos. Fue gracias a la democracia y las instituciones con todas sus imperfecciones, que se conjuró la violencia política, pero como sucedió hace mucho, la mayoría suponemos que no volverá a suceder, pero en México una izquierda ignorante y desbocada le está rascando las partes nobles al tigre y lo pueden despertar.

Estamos acostumbrados en México a que la violencia no institucionalizada provenga de la guerrilla, y que los gobiernos utilicen a las fuerzas armadas y policiales para ejercer la violencia legal, pero en Bolivia semanas atrás tales cuerpos le dijeron no a Evo Morales y tuvo que huir, perdón tuvo que asilarse.

Durante décadas los mexicanos presumimos de paz social con algunos incidentes, pero nos hemos vuelto descuidados, porque la paz social no nos ha costado durante décadas. Tal vez por ello, algunos que hoy nos gobiernan imaginan que, ante los excesos y abusos de los morenos, el presidente y sus mayorías en las cámaras de diputados, senadores, etc., sus adversarios simplemente se cruzarán de brazos, como buenos burgueses indolentes que no tienen el arrojo y la energía que detonaron las revoluciones del s. XX. Bueno, lo mismo suponía Evo Morales.

Durante la elección de Rosario Ibarra como presidente de la CNDH, a los senadores morenos les faltaron poquitos votos para cumplir con la mayoría calificada, lo mismo acaba de suceder en el Congreso de Puebla a los morenos para elegir al auditor superior del Estado, y violaron la ley para elegirlos, lo cual no le quita el sueño a ningún moreno y probablemente tampoco a un buen número de mexicanos que no están afiliados a ningún partido político.

Todas las semanas escuchamos y vemos cómo AMLO produce los datos que le convienen, contradiciendo las propias estadísticas del Gobierno Federal que generan Banco de México, INEGI, la Fiscalía General de la nación, Segob, etc.

AMLO repite que no importa la experiencia de quienes ocupan los puestos públicos más importantes del país, al tiempo que se hace de la vista gorda ante los antecedentes nada honorables de Manuel Bartlett, Napito, etc., donde el primero no tiene la menor experiencia para dirigir la CFE. Pero no olvidemos que estamos viviendo los tiempos de la "sociedad del conocimiento", donde la tecnología y la técnica son asunto de "vida o muerte" para cualquier país.

Durante meses AMLO ha estado desmantelando la autonomía y la institucionalidad de un sinnúmero de organismos públicos, como la Suprema Corte de Justicia, que debe garantizar la división de poderes para evitar su concentración en un sistema despótico, autoritario y antidemocrático.

Muy pocos mexicanos, especialmente los más pobres, saben cómo era México antes de que surgieran las instituciones con todas sus fallas y limitaciones, durante la Revolución y hasta el Maximato, cuando el presidente en turno eliminaba a sus adversarios con un tiro en la nuca a medianoche en algún paraje solitario.

Tiempos violentos cuando las diferencias se mal resolvían a balazos. Fue gracias a la democracia y las instituciones con todas sus imperfecciones, que se conjuró la violencia política, pero como sucedió hace mucho, la mayoría suponemos que no volverá a suceder, pero en México una izquierda ignorante y desbocada le está rascando las partes nobles al tigre y lo pueden despertar.

Estamos acostumbrados en México a que la violencia no institucionalizada provenga de la guerrilla, y que los gobiernos utilicen a las fuerzas armadas y policiales para ejercer la violencia legal, pero en Bolivia semanas atrás tales cuerpos le dijeron no a Evo Morales y tuvo que huir, perdón tuvo que asilarse.

Durante décadas los mexicanos presumimos de paz social con algunos incidentes, pero nos hemos vuelto descuidados, porque la paz social no nos ha costado durante décadas. Tal vez por ello, algunos que hoy nos gobiernan imaginan que, ante los excesos y abusos de los morenos, el presidente y sus mayorías en las cámaras de diputados, senadores, etc., sus adversarios simplemente se cruzarán de brazos, como buenos burgueses indolentes que no tienen el arrojo y la energía que detonaron las revoluciones del s. XX. Bueno, lo mismo suponía Evo Morales.