/ sábado 18 de diciembre de 2021

Jane Campion otra vez en pantalla: El poder del perro



Por Mario Saavedra

En 1993 la realizadora neozelandesa Jane Campion maravilló al mundo con su hermoso y desgarrador largometraje El piano, con impecable fotografía de Stuart Dryburgh y una no menos protagónica banda sonora del músico inglés Michael Nyman. Notable desde su debut con el corto Sweetie que le valió ser la revelación de ese año en el Festival de Cannes, y con una filmografía reducida pero estable, merecen citarse igualmente sus largos Retrato de una dama (con un sobresaliente mano a mano de Nikole Kidman y John Malkovich), la inteligente puesta Holy Smoke y el biopic Bright Star en torno a la relación de los poetas John Keats y Fanny Brawne.

Ya en la era de las grandes coproducciones de las ahora multimillonarias plataformas, en El poder del perro vuelve a apostar su experimentada realizadora por otra historia de época de extrema tensión dramática, con personajes en apariencia comunes y corrientes, pero quienes en su tránsito vital rompen con lo establecido y enfrentan un medio a la vez rudo y hostil, cada uno con su propio costal de secretos a cuestas. A partir de una novela homónima de Thomas Savage, y si bien no hay una anécdota tan tocada por la poesía como su obligado referente El piano, la historia es contada y se desarrolla aquí con solvencia, con buen criterio y quizá algo de entramado bizarro sobre todo hacia la segunda mitad del filme, pero con una imponente gran fotografía de Ari Wegner que sobrecoge por sus maravillosos claroscuros muy en la escuela flamenca y auténticos cuadros que redimensionan los parajes de un rudimentario y muy conservador Montana de finales del siglo XIX y principios del XX.

Con una partitura no menos dominante del dotado multiinstrumentista y compositor inglés Jonny Greenwood, que se ha sabido mover a medio caballo entre el rock y la música experimental académica, El poder del perro cuenta la tensa relación de dos hermanos adinerados y contrastantes en su naturaleza, sacudidos en su cotidiana mediocridad por el arribo de una viuda y su hijo, quienes con sus propios secretos sirven de catalizadores para detonar otras no menos extremas revelaciones en medio de esos silvestres y broncos ambientes que tanto atraen a Campion. Y si insisto la historia no resulta ser tan poderosa como otras anteriores de la cineasta, en cambio crece con el oficio de una directora que con sobrado talento conduce las diferentes secciones de un quehacer que conoce muy bien, otra vez dominante en la conducción de probados actores que bajo su guía alcanzan a dar el do pecho. Y si Jesse Plemons y el joven Kodi Smit-Mckenzie consiguen momentos de gran intensidad, la mayor carga recae sobre un Benedict Cumberbatch que con personalidad recrea un complejo vaquero entre rudo y refinado, pero sobre todo en una Kirsten Dunst que da vida a una atormentada y dipsómana viuda tras la cual casi ni se reconoce ––de esas bellas figuras a las que no les preocupa perder ni la forma ni el estilo, como la hermosísima Charlize Theron de Monster, de Patty Jenkins–– por su formidable caracterización.



Por Mario Saavedra

En 1993 la realizadora neozelandesa Jane Campion maravilló al mundo con su hermoso y desgarrador largometraje El piano, con impecable fotografía de Stuart Dryburgh y una no menos protagónica banda sonora del músico inglés Michael Nyman. Notable desde su debut con el corto Sweetie que le valió ser la revelación de ese año en el Festival de Cannes, y con una filmografía reducida pero estable, merecen citarse igualmente sus largos Retrato de una dama (con un sobresaliente mano a mano de Nikole Kidman y John Malkovich), la inteligente puesta Holy Smoke y el biopic Bright Star en torno a la relación de los poetas John Keats y Fanny Brawne.

Ya en la era de las grandes coproducciones de las ahora multimillonarias plataformas, en El poder del perro vuelve a apostar su experimentada realizadora por otra historia de época de extrema tensión dramática, con personajes en apariencia comunes y corrientes, pero quienes en su tránsito vital rompen con lo establecido y enfrentan un medio a la vez rudo y hostil, cada uno con su propio costal de secretos a cuestas. A partir de una novela homónima de Thomas Savage, y si bien no hay una anécdota tan tocada por la poesía como su obligado referente El piano, la historia es contada y se desarrolla aquí con solvencia, con buen criterio y quizá algo de entramado bizarro sobre todo hacia la segunda mitad del filme, pero con una imponente gran fotografía de Ari Wegner que sobrecoge por sus maravillosos claroscuros muy en la escuela flamenca y auténticos cuadros que redimensionan los parajes de un rudimentario y muy conservador Montana de finales del siglo XIX y principios del XX.

Con una partitura no menos dominante del dotado multiinstrumentista y compositor inglés Jonny Greenwood, que se ha sabido mover a medio caballo entre el rock y la música experimental académica, El poder del perro cuenta la tensa relación de dos hermanos adinerados y contrastantes en su naturaleza, sacudidos en su cotidiana mediocridad por el arribo de una viuda y su hijo, quienes con sus propios secretos sirven de catalizadores para detonar otras no menos extremas revelaciones en medio de esos silvestres y broncos ambientes que tanto atraen a Campion. Y si insisto la historia no resulta ser tan poderosa como otras anteriores de la cineasta, en cambio crece con el oficio de una directora que con sobrado talento conduce las diferentes secciones de un quehacer que conoce muy bien, otra vez dominante en la conducción de probados actores que bajo su guía alcanzan a dar el do pecho. Y si Jesse Plemons y el joven Kodi Smit-Mckenzie consiguen momentos de gran intensidad, la mayor carga recae sobre un Benedict Cumberbatch que con personalidad recrea un complejo vaquero entre rudo y refinado, pero sobre todo en una Kirsten Dunst que da vida a una atormentada y dipsómana viuda tras la cual casi ni se reconoce ––de esas bellas figuras a las que no les preocupa perder ni la forma ni el estilo, como la hermosísima Charlize Theron de Monster, de Patty Jenkins–– por su formidable caracterización.