/ miércoles 7 de julio de 2021

Jardines

Hace miles de años el ser humano se puso creativo y empezó a diseñar jardines. Pinturas egipcias de 1500 años antes de Cristo lo muestran. La vegetación que es acervo natural de la Tierra inspiró para decorar castillos, parques y diferentes lugares donde la combinación de formas y colores naturales se asentó como la manera de dar un toque vivo a las construcciones del hombre.

Hoy la tradición mundial sigue y aunque las ciudades se yerguen en un exceso de cemento y pavimento, se busca un espacio para el verde que da vida.

Pero la jardinería ha sido atrapada por la moda, y cuando una tendencia es inculcada como lo más bello del momento, las masas son seducidas para que sigan la línea de lo nuevo, así que si un árbol ya no se considera bello se tala sin la menor preocupación.

En las últimas décadas llegó la tendencia de una jardinería minimalista, sólo espacios de pasto con el mínimo de árboles, espacios abiertos “sin obstáculos”.

También en lugares desérticos, donde el agua escasea, se empezaron a poner piedras en vez de pasto, pero el perfeccionismo se fue al extremo de tapar con plástico y malla estas extensiones de tierra para que no saliera ni la más mínima ramita verde, hierba que molesta, porque ya la piedra no se ve pareja. Y por otro lado, el pasto artificial ¿Qué horror! Otro tapujo obsesivo. Al tapar la tierra impedimos que el agua y el oxígeno la alimenten, sin razonar que la tierra está llena de elementos vivos que tienen una función muy importante en la permeabilidad y fertilidad del suelo. ¡Ya es suficiente con edificaciones y carreteras como para tapar la tierra en jardines! ¿No creen?

Los campos de golf son una belleza a la vista ¿Pero sabías que en algunos lugares se han opuesto a su construcción por el exceso de fertilizantes e insecticidas que usan? Toda esa química va a parar a los cuerpos de agua, a los mantos acuíferos.

El capricho de la jardinería ha hecho que algo muy importante se olvide: el ecosistema de la región y su salud. Se quiere imponer una vegetación que no es del lugar y además hay que medicar a las plantas con todo tipo de químicos para que luzcan lo mejor posible. La visión obsesiva hacia lo “bonito” ya nubló la razón.

La reflexión es esta: Podemos y debemos seguir disfrutando de la belleza de la flora, elemento indispensable para la salud del planeta, pero con más ahínco nos toca cuidar este tesoro que muchas veces no se considera vivo y se trata como un objeto sin importancia ¡Los árboles y las plantas son valiosísimos, démosles el lugar y el cuidado que merecen!

En este tema es muy importante que analicemos el perfeccionismo, una estructura mental obsesiva que quiere cuadrar lo que no cuadra, y al pretender hacerlo se violan las leyes de esa naturaleza que en el desorden que a veces la catalogamos, también hace familia con diferentes plantas, donde se complementan y viven conectadas en armonía. Observemos con detenimiento un paisaje totalmente natural, es un deleite ver cómo surge de la tierra una combinación tan equilibrada y hermosa.

¡Por atención a lo vivo, a lo natural, y cuídalo!

Hace miles de años el ser humano se puso creativo y empezó a diseñar jardines. Pinturas egipcias de 1500 años antes de Cristo lo muestran. La vegetación que es acervo natural de la Tierra inspiró para decorar castillos, parques y diferentes lugares donde la combinación de formas y colores naturales se asentó como la manera de dar un toque vivo a las construcciones del hombre.

Hoy la tradición mundial sigue y aunque las ciudades se yerguen en un exceso de cemento y pavimento, se busca un espacio para el verde que da vida.

Pero la jardinería ha sido atrapada por la moda, y cuando una tendencia es inculcada como lo más bello del momento, las masas son seducidas para que sigan la línea de lo nuevo, así que si un árbol ya no se considera bello se tala sin la menor preocupación.

En las últimas décadas llegó la tendencia de una jardinería minimalista, sólo espacios de pasto con el mínimo de árboles, espacios abiertos “sin obstáculos”.

También en lugares desérticos, donde el agua escasea, se empezaron a poner piedras en vez de pasto, pero el perfeccionismo se fue al extremo de tapar con plástico y malla estas extensiones de tierra para que no saliera ni la más mínima ramita verde, hierba que molesta, porque ya la piedra no se ve pareja. Y por otro lado, el pasto artificial ¿Qué horror! Otro tapujo obsesivo. Al tapar la tierra impedimos que el agua y el oxígeno la alimenten, sin razonar que la tierra está llena de elementos vivos que tienen una función muy importante en la permeabilidad y fertilidad del suelo. ¡Ya es suficiente con edificaciones y carreteras como para tapar la tierra en jardines! ¿No creen?

Los campos de golf son una belleza a la vista ¿Pero sabías que en algunos lugares se han opuesto a su construcción por el exceso de fertilizantes e insecticidas que usan? Toda esa química va a parar a los cuerpos de agua, a los mantos acuíferos.

El capricho de la jardinería ha hecho que algo muy importante se olvide: el ecosistema de la región y su salud. Se quiere imponer una vegetación que no es del lugar y además hay que medicar a las plantas con todo tipo de químicos para que luzcan lo mejor posible. La visión obsesiva hacia lo “bonito” ya nubló la razón.

La reflexión es esta: Podemos y debemos seguir disfrutando de la belleza de la flora, elemento indispensable para la salud del planeta, pero con más ahínco nos toca cuidar este tesoro que muchas veces no se considera vivo y se trata como un objeto sin importancia ¡Los árboles y las plantas son valiosísimos, démosles el lugar y el cuidado que merecen!

En este tema es muy importante que analicemos el perfeccionismo, una estructura mental obsesiva que quiere cuadrar lo que no cuadra, y al pretender hacerlo se violan las leyes de esa naturaleza que en el desorden que a veces la catalogamos, también hace familia con diferentes plantas, donde se complementan y viven conectadas en armonía. Observemos con detenimiento un paisaje totalmente natural, es un deleite ver cómo surge de la tierra una combinación tan equilibrada y hermosa.

¡Por atención a lo vivo, a lo natural, y cuídalo!

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