/ jueves 22 de noviembre de 2018

Jesús en el Talmud

Sobre Jesús, fundador del cristianismo, se encuentran en el Talmud relativamente pocas noticias, y las que sí existen, tienen un valor histórico muy escaso. Vale la pena recordar que el Talmud es un cuerpo de reglamentos civiles y religiosos que regulan el culto judío, y que sólo alude a hechos históricos cuando hacen falta para fundamentar una “halaja” o ley. Jesús fue, en vida, una personalidad insignificante si se considera la influencia que tuvo entre sus contemporáneos, comparada con la multitud de todos los agitadores y predicadores que existían en Palestina.

La situación inaguantable del pueblo de esa época turbulenta fue punto de encuentro de toda clase de sectas y de partidos, algunos de los cuales tenían un carácter puramente político, mientras que otros, en cambio, representaban movimientos genuinamente éticos de los que Judas de Galilea y sus discípulos, Menahem el esenio y sus secuaces, Juan el Bautista, Jesús y otras personalidades posteriores fueron producto de aquella época de transición, y la atención que llamaron de sus coetáneos es proporcional a lo poco que se habla de ellos en las fuentes antiguas.

Sólo después de la predicación de los discípulos, especialmente de san Pablo (Saúl de Tarsis), el cristianismo se convertiría en una potencia formidable. Los relatos de Jesús que contiene el Talmud no fueron escritos por los contemporáneos de Jesús, sino más tarde: fueron compuestos alrededor de los siglos III y IV, y su finalidad fue polémica: combatir a los judeocristianos, como lo fue desechar de la Biblia griega Septuaginta los libros que, con posterioridad, serían aceptados como deuterocanónicos por católicos o rechazados como apócrifos por el cristianismo evangélico.

Por ejemplo, el tratado Guitin, capítulo 27, refiere que un sujeto hizo acudir de su tumba a Jesús y ante la pregunta de quiénes eran las figuras más destacadas en el mundo de ultratumba, contestó que eran los judíos, y que jugaba con fuego el que se metía con ellos. El Talmud termina considerando a Jesús como un judío pecaminoso, pero que ama a su pueblo. En el tratado Ioma, cap. 66, se le pregunta a rabí Eliezer el Grande si Fulano (aludiendo a Jesús) disfrutaba de la vida de ultratumba, a lo que el maestro no da una respuesta directa. La pregunta insinúa la respuesta.

En el Talmud se menciona el nombre de Jesús de Nazareth o Ischu, como “Bar Pandira” o “Pantira”. También se cita a un “Bar Soteda” que los amoraim ulteriores identificaron con Jesús explicándolo como “Bar Sotesda” que significa: “Hijo de la pecadora” (Tratado Sanedrín, cap. 67). En este caso, un argumento legal judío a favor de la virginidad de María se fundaría en la idea de que el embarazo de una mujer infiel comprometida, incapacitaba permanentemente al futuro esposo judío (en este caso José) a tener relaciones íntimas con ella, en razón de la impureza.


Otro relato del Talmud, el Sota 47, habla de Jesús Nazareno como discípulo de Josué ben Perajia, a quien le atrae la dueña de una posada o adora un ladrillo, o en Sanedrín 43, que habla de la muerte de un Jesús cercano al gobierno. Su muerte es judía, como la lapidación, o no judía, como el ahorcamiento. Vemos que la cuestión talmudista de Jesús es compleja y confusa. Naturalmente, no es muy amistosa, pero tampoco es tan hostil como podría esperarse, y en las leyendas más antiguas se nota una inclinación más o menos simpática hacia el fundador del cristianismo.

agusperezr@hotmail.com


Sobre Jesús, fundador del cristianismo, se encuentran en el Talmud relativamente pocas noticias, y las que sí existen, tienen un valor histórico muy escaso. Vale la pena recordar que el Talmud es un cuerpo de reglamentos civiles y religiosos que regulan el culto judío, y que sólo alude a hechos históricos cuando hacen falta para fundamentar una “halaja” o ley. Jesús fue, en vida, una personalidad insignificante si se considera la influencia que tuvo entre sus contemporáneos, comparada con la multitud de todos los agitadores y predicadores que existían en Palestina.

La situación inaguantable del pueblo de esa época turbulenta fue punto de encuentro de toda clase de sectas y de partidos, algunos de los cuales tenían un carácter puramente político, mientras que otros, en cambio, representaban movimientos genuinamente éticos de los que Judas de Galilea y sus discípulos, Menahem el esenio y sus secuaces, Juan el Bautista, Jesús y otras personalidades posteriores fueron producto de aquella época de transición, y la atención que llamaron de sus coetáneos es proporcional a lo poco que se habla de ellos en las fuentes antiguas.

Sólo después de la predicación de los discípulos, especialmente de san Pablo (Saúl de Tarsis), el cristianismo se convertiría en una potencia formidable. Los relatos de Jesús que contiene el Talmud no fueron escritos por los contemporáneos de Jesús, sino más tarde: fueron compuestos alrededor de los siglos III y IV, y su finalidad fue polémica: combatir a los judeocristianos, como lo fue desechar de la Biblia griega Septuaginta los libros que, con posterioridad, serían aceptados como deuterocanónicos por católicos o rechazados como apócrifos por el cristianismo evangélico.

Por ejemplo, el tratado Guitin, capítulo 27, refiere que un sujeto hizo acudir de su tumba a Jesús y ante la pregunta de quiénes eran las figuras más destacadas en el mundo de ultratumba, contestó que eran los judíos, y que jugaba con fuego el que se metía con ellos. El Talmud termina considerando a Jesús como un judío pecaminoso, pero que ama a su pueblo. En el tratado Ioma, cap. 66, se le pregunta a rabí Eliezer el Grande si Fulano (aludiendo a Jesús) disfrutaba de la vida de ultratumba, a lo que el maestro no da una respuesta directa. La pregunta insinúa la respuesta.

En el Talmud se menciona el nombre de Jesús de Nazareth o Ischu, como “Bar Pandira” o “Pantira”. También se cita a un “Bar Soteda” que los amoraim ulteriores identificaron con Jesús explicándolo como “Bar Sotesda” que significa: “Hijo de la pecadora” (Tratado Sanedrín, cap. 67). En este caso, un argumento legal judío a favor de la virginidad de María se fundaría en la idea de que el embarazo de una mujer infiel comprometida, incapacitaba permanentemente al futuro esposo judío (en este caso José) a tener relaciones íntimas con ella, en razón de la impureza.


Otro relato del Talmud, el Sota 47, habla de Jesús Nazareno como discípulo de Josué ben Perajia, a quien le atrae la dueña de una posada o adora un ladrillo, o en Sanedrín 43, que habla de la muerte de un Jesús cercano al gobierno. Su muerte es judía, como la lapidación, o no judía, como el ahorcamiento. Vemos que la cuestión talmudista de Jesús es compleja y confusa. Naturalmente, no es muy amistosa, pero tampoco es tan hostil como podría esperarse, y en las leyendas más antiguas se nota una inclinación más o menos simpática hacia el fundador del cristianismo.

agusperezr@hotmail.com