/ miércoles 13 de julio de 2022

Jesús Gardea, hijo predilecto de Delicias (2 de 2)

Por Mario Mata Carrasco


En la ocasión citada, en mi colaboración de la semana pasada, Gardea en su viaje a Delicias, al ir circulando por las calles difuminadas por un sol inclemente, siempre presente en sus novelas (a Gardea hay que leerlo con un garrafón de agua al lado y gafas de sol, me decía Elva Pérez), y oír la radio, el locutor pasó una llamada al aire y una mujer alegaba que la lectura de Gardea era muy tediosa y aburrida y él lacónicamente dijo, “Habrá leído Sóbol o El Tornavoz”. Al buen rato de llegar al Teatro de la Ciudad, donde era la ceremonia del nombramiento de hijo predilecto, se soltó un aguacero, como hacía mucho tiempo que no ocurría en Delicias, estábamos inmersos en una de las muchas sequías que hemos padecido, y sus primeras palabras de agradecimiento fueron: “Hasta el cielo les manda sus bendiciones a este club de servicio“ (el Activo 20-30 de Cd. Delicias). Aclarando que esto fue muchos años del sexenio innombrable de nuestro estado y lo tengo reseñado en un escrito de esa fecha.

En Cd. Juárez, en uno de nuestros encuentros, me contó cómo fue que nació en él la idea de escribir Soñar la Guerra, la historia de la asonada que encabezó don Emiliano J. Laing, el 15 de enero de 1954, en esa fecha, a él, un joven de 15 años, le tocó ver a los muertos de la fallida insurrección, los cuerpos de los jornaleros, pobremente armados, puestos en fila, frente al entonces cuartel, en la avenida 6ta Norte, esquina con la calle 2da. Y de ahí le surgió la idea de algún día escribir sobre ello. También me platicó cómo la leyenda urbana de que una persona que fabricaba refrescos en la calle Tercera perdió su fortuna en una partida de dominó, en un conocido bar de esos tiempos, le sirvió como tema para su libro La Canción de las Mulas Muertas.

Gardea también fue becario del Sistema Nacional de Creadores de Arte y recibió un homenaje nacional por su obra en diciembre de 1998. Publicó en más de diez antologías y sus obras fueron traducidas al inglés, francés y polaco.

Su obra aborda el cuento, la novela y la poesía, género —este último— en el que sólo publicó Canción Para una Sola Cuerda, libro en el que desarrolla “una poesía minimalista, de versos breves pero intensos, en ocasiones amorosamente eróticos”. No volvió a escribir más poesía, porque según sus propias palabras, “su prosa era en esencia muy poética”.

Escribió varias veces para la revista “El Cuento”, de Edmundo Valadez, quien, en palabras de la esposa de Gardea, siempre quiso ser actor, cuando se hiciera una película o un cortometraje de las obras de Gardea, especialmente le llamaba la atención, el cuento Trinitario, y decía que le hubiera gustado ser uno de los sujetos del circo, que con sus capas rojas va a buscar al personaje principal del cuento.

Guardo como parte de mis bienes más preciados un libro de cuentos que me dedicó, una carta de agradecimiento que nos envió por el reconocimiento del Club Activo 20-30 y dos tomos de una obra de literatura, sobre la diferencia entre el cuento y la novela, que me regaló, una vez que le hice esa pregunta.



Por Mario Mata Carrasco


En la ocasión citada, en mi colaboración de la semana pasada, Gardea en su viaje a Delicias, al ir circulando por las calles difuminadas por un sol inclemente, siempre presente en sus novelas (a Gardea hay que leerlo con un garrafón de agua al lado y gafas de sol, me decía Elva Pérez), y oír la radio, el locutor pasó una llamada al aire y una mujer alegaba que la lectura de Gardea era muy tediosa y aburrida y él lacónicamente dijo, “Habrá leído Sóbol o El Tornavoz”. Al buen rato de llegar al Teatro de la Ciudad, donde era la ceremonia del nombramiento de hijo predilecto, se soltó un aguacero, como hacía mucho tiempo que no ocurría en Delicias, estábamos inmersos en una de las muchas sequías que hemos padecido, y sus primeras palabras de agradecimiento fueron: “Hasta el cielo les manda sus bendiciones a este club de servicio“ (el Activo 20-30 de Cd. Delicias). Aclarando que esto fue muchos años del sexenio innombrable de nuestro estado y lo tengo reseñado en un escrito de esa fecha.

En Cd. Juárez, en uno de nuestros encuentros, me contó cómo fue que nació en él la idea de escribir Soñar la Guerra, la historia de la asonada que encabezó don Emiliano J. Laing, el 15 de enero de 1954, en esa fecha, a él, un joven de 15 años, le tocó ver a los muertos de la fallida insurrección, los cuerpos de los jornaleros, pobremente armados, puestos en fila, frente al entonces cuartel, en la avenida 6ta Norte, esquina con la calle 2da. Y de ahí le surgió la idea de algún día escribir sobre ello. También me platicó cómo la leyenda urbana de que una persona que fabricaba refrescos en la calle Tercera perdió su fortuna en una partida de dominó, en un conocido bar de esos tiempos, le sirvió como tema para su libro La Canción de las Mulas Muertas.

Gardea también fue becario del Sistema Nacional de Creadores de Arte y recibió un homenaje nacional por su obra en diciembre de 1998. Publicó en más de diez antologías y sus obras fueron traducidas al inglés, francés y polaco.

Su obra aborda el cuento, la novela y la poesía, género —este último— en el que sólo publicó Canción Para una Sola Cuerda, libro en el que desarrolla “una poesía minimalista, de versos breves pero intensos, en ocasiones amorosamente eróticos”. No volvió a escribir más poesía, porque según sus propias palabras, “su prosa era en esencia muy poética”.

Escribió varias veces para la revista “El Cuento”, de Edmundo Valadez, quien, en palabras de la esposa de Gardea, siempre quiso ser actor, cuando se hiciera una película o un cortometraje de las obras de Gardea, especialmente le llamaba la atención, el cuento Trinitario, y decía que le hubiera gustado ser uno de los sujetos del circo, que con sus capas rojas va a buscar al personaje principal del cuento.

Guardo como parte de mis bienes más preciados un libro de cuentos que me dedicó, una carta de agradecimiento que nos envió por el reconocimiento del Club Activo 20-30 y dos tomos de una obra de literatura, sobre la diferencia entre el cuento y la novela, que me regaló, una vez que le hice esa pregunta.