/ miércoles 25 de noviembre de 2020

Jugando a las escondidas

¡Cuántas cosas escondemos! Quedan en el lugar que escogemos, pero sin duda algo brotará del entierro tarde o temprano.

Nuestro cuerpo es escondite, secretos se nos quedan pegados y por miedo, vergüenza o “buena educación” los enterramos con la ilusión de que se disuelvan en una evasión o negación que los convierte en tumores latentes.

La primera vez que fui con un psicólogo llegué según muy tranquila y con la sola frase de inicio: ¿En qué puedo servirle, señora? rompí en llanto, un desahogo que no me dejó hablar la mitad de la sesión. Sin duda mi entierro creció tanto, que sólo necesitaba una rascada para que saliera como la erupción de un volcán. Ahí descubrí que callarme las cosas no solucionaba el problema y que siempre tenemos que expresarnos para no crear abultamientos que siempre terminan con alguna enfermedad.

Todo se puede decir, sólo hay que buscar el lugar y las formas. Después de esa sesión de terapia sentí la necesidad de sacar lo que me atormentaba y muchas veces no cuidé ni lugar ni formas, me brotaba el ansia de limpiar lo que se estaba pudriendo dentro y me entró una prisa de deshacerme de ello. Doy gracias, encontré la manera de sanar mis emociones, ¡no a los tapujos!

Los entierros en la sociedad son muy comunes, la apariencia ha elevado tanto su valor que el maquillaje es un ingrediente indispensable. Gusta que los políticos hablen adornado aunque sepamos que no es verdad lo que dicen, y cuando algún valiente nos planta la realidad no nos gusta.

Caminamos por senderos que exigimos que estén limpios, aunque en los barrancos aledaños y alrededores lejanos pulule la basura y contaminación. ¡Que la escondan, que se la lleven, no la queremos ver! Pero la basura que producimos debe mostrarse, deben de enseñarnos los rellenos sanitarios ¡Miren, ya sobrepasamos tantas toneladas en comparación al año pasado!, para que la gente se convenza de reducir desechos.

En matrimonios se tapa el maltrato y la infidelidad, y se orquesta un ideal que no existe, él sabe, ella sabe, pero para qué meterse en broncas, si todo lo demás va tan “bien”.

Millones de productos se nos ofrecen sin la información de lo que su producción destruye, y ahí vamos comiendo, adornando, desperdiciando, con la necedad de ¡Me gusta y qué! Las embotelladoras que usan plástico pet deben agregar a sus etiquetas: Este envase está devastando la naturaleza desde su elaboración, hasta su desecho.

Farmacéuticas uno de los engaños más grandes del momento.

En poderosas congregaciones se tapan actos aberrantes sólo para mantener el poder, en vez de sacar a la luz todos esos desastres para que se terminen y se castiguen. Da asco que ante la violación de inocentes se justifique el silencio.

Debemos mandar un mensaje colectivo a las cúspides de las pirámides que nos manejan a su antojo: Sabemos que hay mucho escondido ¡Ya dejen de jugar a las escondidas, y listos o no, a lidiar con la verdad! y si esta erupción derrumba, pues que resurjan los que puedan en otro nivel de conciencia, un despertar que no juegue ya más a las escondidas.




¡Cuántas cosas escondemos! Quedan en el lugar que escogemos, pero sin duda algo brotará del entierro tarde o temprano.

Nuestro cuerpo es escondite, secretos se nos quedan pegados y por miedo, vergüenza o “buena educación” los enterramos con la ilusión de que se disuelvan en una evasión o negación que los convierte en tumores latentes.

La primera vez que fui con un psicólogo llegué según muy tranquila y con la sola frase de inicio: ¿En qué puedo servirle, señora? rompí en llanto, un desahogo que no me dejó hablar la mitad de la sesión. Sin duda mi entierro creció tanto, que sólo necesitaba una rascada para que saliera como la erupción de un volcán. Ahí descubrí que callarme las cosas no solucionaba el problema y que siempre tenemos que expresarnos para no crear abultamientos que siempre terminan con alguna enfermedad.

Todo se puede decir, sólo hay que buscar el lugar y las formas. Después de esa sesión de terapia sentí la necesidad de sacar lo que me atormentaba y muchas veces no cuidé ni lugar ni formas, me brotaba el ansia de limpiar lo que se estaba pudriendo dentro y me entró una prisa de deshacerme de ello. Doy gracias, encontré la manera de sanar mis emociones, ¡no a los tapujos!

Los entierros en la sociedad son muy comunes, la apariencia ha elevado tanto su valor que el maquillaje es un ingrediente indispensable. Gusta que los políticos hablen adornado aunque sepamos que no es verdad lo que dicen, y cuando algún valiente nos planta la realidad no nos gusta.

Caminamos por senderos que exigimos que estén limpios, aunque en los barrancos aledaños y alrededores lejanos pulule la basura y contaminación. ¡Que la escondan, que se la lleven, no la queremos ver! Pero la basura que producimos debe mostrarse, deben de enseñarnos los rellenos sanitarios ¡Miren, ya sobrepasamos tantas toneladas en comparación al año pasado!, para que la gente se convenza de reducir desechos.

En matrimonios se tapa el maltrato y la infidelidad, y se orquesta un ideal que no existe, él sabe, ella sabe, pero para qué meterse en broncas, si todo lo demás va tan “bien”.

Millones de productos se nos ofrecen sin la información de lo que su producción destruye, y ahí vamos comiendo, adornando, desperdiciando, con la necedad de ¡Me gusta y qué! Las embotelladoras que usan plástico pet deben agregar a sus etiquetas: Este envase está devastando la naturaleza desde su elaboración, hasta su desecho.

Farmacéuticas uno de los engaños más grandes del momento.

En poderosas congregaciones se tapan actos aberrantes sólo para mantener el poder, en vez de sacar a la luz todos esos desastres para que se terminen y se castiguen. Da asco que ante la violación de inocentes se justifique el silencio.

Debemos mandar un mensaje colectivo a las cúspides de las pirámides que nos manejan a su antojo: Sabemos que hay mucho escondido ¡Ya dejen de jugar a las escondidas, y listos o no, a lidiar con la verdad! y si esta erupción derrumba, pues que resurjan los que puedan en otro nivel de conciencia, un despertar que no juegue ya más a las escondidas.




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